El R20, la reunión paralela al G20 que han celebrado esta semana en Bali líderes de diversos credos llegados de todo el mundo, concluye con una llamada a “garantizar que la religión funcione como una fuente genuina y dinámica de soluciones, en lugar de problemas”. Un compromiso que busca mitigar los efectos de los enfrentamientos que hoy recorren el planeta, desde “la degradación del medio ambiente, las catástrofes naturales y de origen humano, la pobreza, el desempleo, los desplazados, el extremismo y el terrorismo”.
Así se expresa el comunicado final firmado por los participantes en el R20, un evento organizado por primera vez y que aspira a consolidarse como una reunión previa a las cumbres anuales del G20, que tiene lugar los próximos 15 y 16 de noviembre en la isla indonesia de Bali. “Responder eficazmente a todos estos desafíos se ha hecho más difícil por la rivalidad entre las principales potencias y el resurgimiento de los conflictos identitarios en todo el mundo, que amenazan la paz y la seguridad tanto nacionales como internacionales, así como por la erosión del compromiso público con los valores éticos y espirituales que son esenciales para el bienestar de las personas y las sociedades”, denuncia la declaración.
Se busca crear una alianza global basada en valores de civilización compartidos
El encuentro ha estado organizado por Nahdlatul Ulama, la mayor organización islámica del planeta, con 100 millones de miembros, y la Liga del Mundo Musulmán, con sede en La Meca. “El R20 busca promover el entendimiento mutuo, una cultura de paz y una coexistencia armoniosa entre los diversos pueblos, religiones y naciones del mundo”, explica el comunicado. “En la búsqueda de este objetivo, el R20 está movilizando a líderes religiosos, sociales, económicos y políticos de todo el mundo para asegurar que la religión funcione como una fuente genuina y dinámica de soluciones, en lugar de problemas”, subraya.
Objetivos ambiciosos
Según los organizadores, lo que se pretende es forjar “una alianza global basada en valores de civilización compartidos” con los objetivos de “poner en práctica iniciativas concretas que construyan puentes entre naciones y civilizaciones”; “fomentar un diálogo honesto y realista dentro de las comunidades religiosas y entre ellas”; “infundir valores morales y espirituales a las estructuras de poder social, político y económico del mundo”; “evitar la instrumentalización política de la identidad”; y “frenar la propagación del odio entre comunidades”.
Además, persigue “promover la solidaridad y el respeto entre los diversos pueblos, culturas y naciones del mundo”; “salvaguardar a los seres humanos de la violencia y el sufrimiento provocados por los conflictos”; “hacer un llamamiento al mundo para que ayude activamente a quienes sufren las consecuencias de dicha violencia”; “aprovechar la sabiduría de la ecología espiritual integrada en las tradiciones religiosas del mundo para garantizar el respeto y la preservación del entorno natural, incluidos los elementos de la tierra, el aire y el agua”; y “fomentar la aparición de un orden mundial verdaderamente justo y armonioso, basado en el respeto a la igualdad de derechos y a la dignidad de todos los seres humanos”.
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