Tim Harford, columnista del Financial Times, tiene mucho menos pelo que hace diez años cuando nos conocimos. Tiene también mucha más fama. El autor inglés, que se hizo célebre con El Economista Camuflado, tiene en su haber media docena de bestsellers y un programa semanal en la BBC que lo convierten en uno de los divulgadores económicos de referencia.
Ha venido a España a presentar Cincuenta innovaciones que han cambiado el mundo (Conecta, 2018), un libro sobre los objetos y las ideas que explican la sociedad actual, del pasaporte al gramófono, de los robots a los videojuegos, de las Billys de Ikea a las cuchillas de afeitar.
A la pregunta de cómo es que en su lista no aparece el nacionalismo como una de las fuerzas que más están influyendo en el mundo de hoy, se echa a reír: "El nacionalismo no es una innovación, es algo muy viejo, pero no deja de sorprenderme que vuelva con fuerza en la Europa actual. Reino Unido parece que el país se haya vuelto loco desde el referéndum del Brexit", afirma con añoranza este economista que se define centrista y que dice no sentirse más británico que europeo. "Pero en Reino Unido ya no queda centro político. El país se ha vuelto loco y resulta embarazoso. No quedan adultos haciendo política".
"El referéndum del Brexit fue un error y nadie quiere reconocerlo"
Cuando el referéndum votó a favor del Brexit, asegura Harford que lo vivió como un error, pero subestimó el problema: "No fui consciente de hasta qué punto dañaría la política del país. En una democracia parlamentaria votas por unos políticos y si no te gustan lo que hacen luego los echas. Sin embargo, el referéndum directo planteó el problema de obligar a unos políticos a buscar una solución para abandonar la Unión Europea. ¿Y si no encuentran solución a cómo hacerlo? ¿De quién es la culpa? La primera ministra Theresa May ni siquiera votó a favor del Brexit. Nadie se hace responsable del desastre y mientras tenemos un gobierno y una oposición paralizados. El referéndum fue un error y nadie quiere reconocerlo".
Harford resume la situación de la política británica con una metáfora que resulta familiar: "Ahora mismo el Brexit es como un tren fuera de control en el que la gente que debe conducirlo está dentro peleándose. Nadie está buscando el freno, nadie lo guía, solo pelean". Es una versión de lo que en España, aplicado al conflicto catalán, llevamos años llamando choque de trenes pero a lo Benny Hill. Algo tiene el ferrocarril para explicar las tensiones políticas.
Es un tren fuera de control en el que la gente que debe conducirlo está dentro peleándose"
Salvando las distancias, ver las habas que cuecen en otros países no deja de tener algo de reconfortante. Y como Harford habla con calma y conserva el aire de buen chico que nunca ha roto un plato, al preguntarle cómo se ve la situación en España desde el referéndum del 1-O desde el periódico más influyente de la City, no queda claro cuánto de sarcasmo hay en su afirmación: "Nadie está pendiente de lo que pasa en Cataluña".
"El nacionalismo está bien cuando es por fútbol o los Juegos Olímpicos, pero en política no trae buenas consecuencias. En Reino Unido tenemos un clima político muy poco saludable por culpa del nacionalismo y supongo que en España vivís algo similar", añade. "Pero la verdad es que el resto del mundo no está prestando atención a lo que pasa en Cataluña. Es una constante con el nacionalismo. Pasa lo mismo con el Brexit. Los británicos sienten que toda Europa está pendiente de sus negociaciones pero lo cierto es que los demás países tienen asuntos más importantes en los que pensar".
El resto del mundo no está prestando atención a lo que pasa en Cataluña"
Aporta Harford un dato curioso para explicar la ilusión del nacionalismo catalán de que toda Europa está pendiente del procés: "También en Irán la población cree que el presidente de Estados Unidos pasa el 70% de su tiempo pensando en su país. Se llama el efecto spotlight: sentirse el centro de atención cuando nadie está mirando".
La imagen de España, considera Harford que se vio más afectada por la crisis económica que por la crisis catalana. "Sobre todo en términos de la influencia internacional que perdió y ahora está recuperando", matiza.
El futuro más aterrador de las 'fake news'
No le parece a Tim Harford que las fake news sean tan preocupantes como parecen en la actualidad. "No son tan influyentes todavía" afirma. "No creo que debamos explicar la llegada de Trump a la presidencia por las noticias falsas, sino por la televisión", añade.
Harford asegura que no le gusta la tecnología detrás de Facebook, "pero no creo que debamos echarle a las redes sociales la culpa de los cambios en la política americana. La principal fuerza responsable de que Trump se acercara durante la campaña a la presidencia fue la televisión, los medios tradicionales le prestaron una atención desmedida. La gente no podía parar de hablar de Trump y él supo usarlo en su campaña". Y añade: "No olvidemos que los medios en Estados Unidos son los más polarizados del mundo".
Lo peor no es que la gente crea mentiras, sino que deje de creer la realidad"
Lo que más preocupa a Harford, que además de economista es periodista, no es el presente sino el futuro de las fake news: "Ya hay porno falso, en el que se recrea la imagen de actrices famosas como si ellas fueran las protagonistas. Cada vez es más fácil usar esta tecnología y el siguiente paso será crear vídeos falsos de Donald Trump. El problema más grave que veo no es que la gente tome por bueno un vídeo falso de Trump, sino que el presidente de Estados Unidos haga o diga algo y luego pueda salir a negar que realmente fuera él. Lo peor no es que la gente crea mentiras, sino que deje de creerse la realidad. Es aterrador".
La economía camuflada en un ascensor
En realidad, a Harford no le gusta teorizar sobre grande cuestiones. Él es más bien un economista de lo cotidiano. Su primer libro, empezaba con una taza de café como excusa para mostrar las fuerzas invisibles de la economía que explican por qué en el Starbucks costaba tres veces más que en otra cafetería de en frente. "Una de las razones por la que la gente cree que la economía es aburrida es porque asocian la información económica a si la bolsa sube o si la bolsa baja. Y, por supuesto, es mucho más.
La economía está también, por ejemplo, detrás de los ascensores. "Son servicios de transporte masivo pero lo son: transportan a cientos de millones de personas cada día", explica en Cincuenta Innovaciones que han cambiado el mundo. "El hecho de que tantas personas puedan trabajar juntas en edificios gigantes construidos sobre espacios tan compactos es posible únicamente gracias al ascensor".
Si los robots hacen el trabajo no será un problema siempre que reorganicemos el sistema"
Otros inventos, como el código de barras o la cadena el frío, explican igualmente la economía moderna. Lo que comemos, lo que compramos y dónde vivimos tiene una explicación económica detrás de las tecnologías que lo hacen posible. "No basta con que un invento sea bueno, hace falta encontrarle utilidad. El motor de combustión tardó más de 50 años en introducirse en la vida cotidiana desde su invención, quién sabe cuál será el futuro del iPhone", apunta el autor. "Creemos que ya dominamos los smartphone, pero solo llevan 11 años con nosotros. Seguramente sea pronto para saber cómo van a cambiar realmente el mundo". Sin embargo, en su último libro recuerda que observando la evolución histórica de la innovación, el mayor cambio fue entre 1870 y 1920: cuando se extendió el telégrafo, el ferrocarril y otros inventos que, como el pasaporte, cambiaron el mundo (y la economía) para siempre.
"La innovación está viviendo un aumento exponencial en la innovación digital y esto puede traer cambios dramáticos", añade Harford. "Los vehículos sin conductor hace diez años parecían una broma y ya están aquí".
¿Le tiene miedo Harford a los robots? "Si las máquinas hacen el trabajo del futuro, simplemente tendremos que organizar nuestro sistema económico de otra manera", afirma este economista con un optimismo vital perenne. "El trabajo no es algo que necesitemos para vivir, lo que necesitamos es tener ingresos. Cuando llegó el lavaplatos no nos quedamos frustrados pensando en que ojalá pudiéramos hacer la colada a mano. Así que no creo que si los robots hacen el trabajo sea un problema siempre y cuando reorganizamos el sistema. Una de las propuestas que más se están discutiendo es la de la renta universal. Es una posibilidad".
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