Todo el dinero del mundo, la última película de Ridley Scott, es una historia de avaricia sin piedad. Es también un cuento con moraleja del siglo XXI, en el que el capitalismo sale ganando casi siempre.
En julio de 1973, Paul Getty III (conocido como Paul), el nieto adolescente del magnate Paul Getty, fue secuestrado en las calles de Roma mientras paseaba. Sus captores demandaban a la familia del hombre más rico del mundo (el más rico de la historia) 17 millones de euros.
"Si pago un penique por él, acabarán secuestrando a mis 14 nietos", dice Getty como toda explicación a por qué no piensa gastarse un duro en el rescate. Y su nuera Gail, una madre desesperada que no tiene relación alguna con su suegro pero necesita tragarse su orgullo para rescatar a su hijo secuestrado en Italia, empieza una carrera desesperada contra los principios de un hombre con unos principios tan férreos que uno llega a dudar si realmente tiene corazón. Como el dinero mismo.
La película es la historia de una metonimia: la confusión de Paul Getty con el sistema capitalista entero
No es que Getty sea un hombre rico, él es el dinero. La película es la historia de una metonimia: la confusión de Paul Getty con el sistema capitalista entero. Además de inconmensurablemente rico, el magnate del petróleo aparece en el film como un viejo mezquino, cruel y muy introvertido. Pero también es un hombre de principios. Siempre aparece rodeado de las obras de arte en las que no le costaba gastarse una fortuna porque, a diferencia de su familia, nunca cambiaban ni le decepcionaban.
Charlie Plummer interpreta al viejo Getty en sustitución de Kevin Spacey, al que cuesta echar de menos por la soberbia interpretación que ha logrado su sustituto en tiempo récord. Ridley Scott decidió borrar todas las imágenes en las que salía Spacey a raíz del escándalo de abuso sexual que también le valió su despido de Netflix. Pero Plummer no merece el calificativo de segundo plato aunque haya llegado superpuesto a una película que ya estaba rodada cuando se volvieron a rodar las escenas en las que aparece.
El personaje en la piel de Plummer es tan oscuro, violento y megalómano como cabe imaginarse a un emperador del petróleo dispuesto a negociarlo todo, ya sea una baratija de mercadillo o la vida de su nieto, con tal de ahorrarse un centavo.
"Nosotros no somos pobres, cariño, simplemente estamos sin blanca". Toda una definición de clase que separa a los que no tienen dinero de quienes nunca lo tendrán.
La película logra ritmo con los flashback que intercalan los años 40 en los que se enriqueció el abuelo, los años 60 en los que su hijo pródigo se descarría y los 70 cuando su nieto desaparece. Y en todas las épocas la lectura es la misma: el dinero tiene el poder de cambiarnos a todos (menos a Getty).
Aunque la madre del joven Paul, interpretada por Michelle Williams, es el personaje con principios más férreos, para quien la familia importa más que todo el dinero del mundo, de ella es la que quizá sea la frase más capitalista de toda la película: "Nosotros no somos pobres, cariño, simplemente estamos sin blanca". Toda una definición de clase que separa a los que no tienen dinero de quienes nunca lo tendrán.
El propio magnate explica a su jefe de seguridad, Fletcher (interpretado por Mark Wahlberg) la diferencia entre hacerse rico y simplemente serlo. Porque cualquier estúpido puede acabar amasando una fortuna, le dice, pero no todos saben tenerla. Y el secuestro no es el único drama que recorre la familia ni que retrata la película. También se narra la desintegración de una familia a medida que se acerca a la riqueza familiar. No todo el mundo está preparado para ser un Getty. Ni para dejar de serlo.
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