En 2020 el mundo despidió el año del covid con las discotecas cerradas y las calles desiertas. Y aunque la situación mejoró en 2021, la ola de ómicron que barrió España en diciembre hizo que, de nuevo, la Nochevieja fuera de lo más atípica. Este año, ya con el virus más controlado, la gente podrá volver a disfrutar de una de las fiestas más importantes y multitudinarias del año casi con total normalidad. Desde los hospitales, médicos y enfermeros se preparan para hacer ese día a una guardia especialmente "complicada". Aunque las urgencias están atestadas desde la pandemia, el último día del año la preocupación no es el volumen de pacientes, sino, como ellos mismos explican, que "todos los que llegan son graves".
El perfil del paciente que va al hospital para ser atendido en Nochevieja va cambiando a lo largo de la jornada. Por la mañana es casi como un día normal, pero a partir de media tarde la presión asistencial disminuye muchísimo porque la gente empieza a prepararse para la cena. En ese momento solo acuden al hospital los que se encuentran realmente mal, y las atenciones “leves y banales” se reducen casi por completo (algo que sucede también cuando hay algún partido de fútbol importante). Pero un rato después de las uvas, ya entrada la madrugada, comienzan a llegar los “afectados de la noche”.
Según explica Iria Miguens, portavoz de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), esa noche los problemas más habituales son las intoxicaciones etílicas y el consumo de otros tóxicos, sobre todo por parte de gente joven. A raíz de esto también son muy frecuentes las heridas y cortes provocados por peleas y agresiones, así como traumatismos por caídas. “El alcohol es la base de todo. Y desde la pandemia hemos visto que nos llega gente más joven. Antes rondaban la treintena, ahora es muy habitual que vengan desde los 16 o 17 años hasta los 25”, afirma Rafael Becerra, enfermero de urgencias del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.
Asier Bengoechea, médico de urgencias en el Hospital de la Ribera de Valencia, considera que el hecho de que, aparentemente, hayamos superado casi por completo el covid puede jugar en contra para los sanitarios: “Creo que la despedida de este año puede ser incluso peor que la de 2019 y las anteriores a la pandemia. La gente tiene muchas ganas, muchos llevan dos años sin reunirse con sus seres queridos o sin salir de fiesta. Y desde septiembre hasta aquí hemos visto un aumento de pacientes. En mi hospital hemos tenido 50 casos de urgencias más al día que en 2019”.
Días posteriores
Pero si el 31 de diciembre puede ser complicado, los sanitarios coinciden en que los días siguientes son claramente peores. “A los pacientes les impone venir al hospital en Nochevieja. Pero el 1 y el 2 de enero empieza a venir gente que se encontraba mal el 31 pero aguantó para poder celebrar fin de año. Esos días son de los peores del año en cuanto a presión asistencial”, explica Miguens. “Es peor Año Nuevo. El 31 es una guardia mala a partir de las 2 de la mañana, pero si entras a trabajar el día 1 a las 9 de la mañana tienes a todos los pacientes de la noche más los que vayan viniendo. Pero este año el día 2 va a ser incluso peor. Los lunes en emergencias siempre son malos, y este año coincide que venimos de dos festivos seguidos importantes", añade Bengoechea.
El último día del año suele ser uno de los pocos festivos especiales para los sanitarios. Y es que, aunque su sueldo base es estatal, el dinero que perciben por las guardias varía entre comunidades autónomas. Los festivos se cobra más, y los festivos especiales, como normalmente son el 31 de diciembre y el 1 de enero, más aún. En 2019 un estudio del Sindicato Médico de Granada recogía que las diferencias en los salarios de los festivos especiales entre autonomías “superan el 195 % entre el máximo y el mínimo, oscilando entre los 19,19 euros/hora en los Médicos de Ceuta y Melilla y los 56,64 euros/hora en los Médicos de Murcia”.
Aún así, para médicos y enfermeros esos días tienen un gran “componente emocional”. “Son guardias tristes. Estás trabajando para ayudar a gente pero en la parte personal te pierdes estar con tu familia”, asegura Melanie Tassone, MIR de medicina familiar en el Hospital de Mérida. “Tenemos un trabajo vocacional, pero también somos personas. Por eso muchas veces nos ponemos gorros de Papá Noel y estamos de broma entre nosotros. Muchos pensarán que somos poco profesionales, pero es nuestra forma de pasar un día en el que hemos dejado a nuestras familias solas para estar trabajando”, añade Becerra.
"Un día especial"
La noche del 31 los médicos y enfermeros intentan organizarse para cenar y tomar después las uvas juntos. “Nos lo dan todo en el hospital. Intentan que sea un día un poco especial, así que suelen preparar un menú navideño. Luego nosotros ponemos en el móvil las campanadas, pero no es raro que alguno tenga que escaparse para atender a un paciente”, explica Javier Arredondo, MIR de cirugía pediátrica en el Hospital Universitario Navarro. “A veces se puede y otras muchas no. Si no te toca tomarte las uvas a las doce y cuarto y confiar en la suerte”, bromea Miguens.
La portavoz de SEMES también explica que uno de los momentos más duros es cuando hay que avisar a algún paciente de que necesita quedarse ingresado en el hospital la noche del 31. “A lo mejor vienen con neumonía a las cuatro de la tarde porque no aguantan más y se tienen que quedar. Suele haber reticencia, te preguntan si no hay otra opción. A nosotros nos impacta mucho. Es un momento difícil tanto para ellos como para nosotros”, concluye Miguens.
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