El anuncio se esperaba desde hacía días. La duda que recorría el país era el alcance que tendría. Los anuncios ‘históricos’ de la banda se habían repetido demasiadas veces, casi siempre frustrando a la sociedad, como para no ser escépticos. Aquel jueves, sin embargo, se impusieron los optimistas. El 20 de octubre de 2011 ETA anunciaba el cese definitivo de sus atentados, secuestros y amenazas. La estructura de la organización terrorista llevaba años desangrándose a golpe de detenciones. La incorporación de nuevos militantes era cada vez más exigua y con perfiles menos experimentados. Casi siempre más jóvenes y con un soporte ideológico repleto de consignas aprendidas.
Aquella imagen también la vio por televisión Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959). Es uno de los escritores que mejor ha descrito el impacto de la violencia que aquel día de otoño cesó. Su capacidad para describirla le perseguirá. Es consciente de que ‘Patria’ será la sombra que le acompañe siempre, más aún si escribe sobre ETA. Hace días que presenta su último trabajo, ‘Hijos de la fábula’ (Editorial TusQuets). En él narra el impacto de un cuento, una ‘fábula’ y de su final. Una ficción que llevó a muchos jóvenes cruzar la ‘línea roja’ de las armas y cuyo final les dejó atrapados: a muchos en prisión, a otros muertos y a los protagonistas de su último trabajo, en un limbo sarcástico.
En ‘Hijos de la fábula’ Aramburu recurre al humor para recrear el sinsentido del terrorismo. La historia nació en su cabeza casi al mismo tiempo que brotaba ‘Patria’. Desde entonces ha estado invernando en un cajón a la espera de que tuviera su espacio, su tiempo y su contexto adecuado. En 2011 una historia como la de Asier y Joseba, dos jóvenes que viajan a Francia para integrarse en la banda justo cuando anuncia su final, podría ser mal entendida. Hoy el paso del tiempo permite entender, mirar hacia atrás y reír con el relato esperpéntico que en muchos casos ha ocultado la barbarie.
La historia lo dice todo. Dos jóvenes aspirantes a héroes, idealistas, sin dinero ni experiencia ni armas ni apoyo social que esperan instrucciones, ocultos en una granja de pollos en el sur de Francia. Directrices de una banda que ya no existe. Ambos optarán por autoproclamarse ideólogos y estrategas de su propia lucha para salvar a la patria vasca. “Recuerdo que cuando presencié el anuncio del cese de actividad armada me pregunté qué ocurriría si alguno de ETA que no estuviera de acuerdo y tomara una arma para continuar por su cuenta. Es fácil, basta una simple pistola y llevar a cabo una acción. Habría bastado para tirar abajo esa declaración. Así imaginé ‘Hijos de la fábula’”, asegura Aramburu. Un relato que tiene al humor como uno de sus mecanismos narrativos.
Pregunta.- Escribir una historia sobre dos terroristas de ETA empleando el humor, ¿no le suscitó dudas de hasta dónde podría llegar?
Respuesta.- Decidí dejar al margen de la historia a las víctimas del terrorismo. Eso me dejaba las manos libres para abordarlo con un determinado tipo de humor, que no es el de la comedia, sino un humor satírico que intenta deslegitimar el uso de la violencia.
P.- Han pasado once años desde el anuncio del cese de actividad de ETA. ¿Está la sociedad preparada para reírse de ETA?
R.- No soy el primero en hacer humor sobre o contra el agresor. Hay antecedentes históricos de reírse y hacer parodia de algunos tiranos. Se me ha vinculado, y me ha gustado, con ‘El gran dictador’ de Chaplin. En su película no aparen judíos ni Auschwich. Si aparecen las víctimas corremos el riesgo de aumentar su sufrimiento y eso no puede ser, yo esa línea roja no la traspasaría jamás.
Aramburu reconoce que antes de publicar la novela pidió a una víctima del terrorismo su opinión. Lo hizo tras asegurarle que en ‘Hijos de la fábula’ no aparecerían víctimas. “Fue como superé el escrúpulo ante la posibilidad de hacer daño a personas que ya han sufrido mucho”. Se identifica con una frase que hace unos días escuchó al filósofo Fernando Savater cuando afirmó que quienes combatieron civilmente a ETA “querían ‘sobrevivir a los terroristas para luego reírse de ellos’, creo que define bien mi propósito”.
Esta obra, como lo fue ‘Patria’, en realidad no es una novela sobre ETA sino sobre el impacto que la banda tuvo en la sociedad, en las personas, en sus vecinos: “No es ETA lo que a mí me interesa, sino la gente de mi tierra y cómo, en vecinos normales y corrientes, ha repercutido la historia colectiva que tuvimos. Esa es la materia prima de mis relatos que discurren por el País Vasco”.
'Gentes vascas'
‘Hijos de la fábula’ es la tercera obra que integra la serie que Aramburu ha titulado ‘Gentes vascas’ y que completan ‘Los peces de la amargura’ y ‘Años lentos’, trabajos en los que de uno u otro modo ETA está presente. En la serie no figura ‘Patria’, “es demasiado grande y haría sombra a todas las demás”, señala.
P.- Opta por dos terroristas incautos a los que las cosas no les salen bien y cuyas acciones llegar a provocar la risa del lector. ¿Por qué?
R.- En realidad el narrador no describe a Asier y Joseba, son sus acciones, sus palabras y discusiones las que llevan al lector a sacar las conclusiones de cómo son. Diría que son incautos, pero no tontos. Incluso tienen reflexiones ‘a la vasca’ que no dejan de tener cierta sustancia. Procuré que no fueran sólo dos chavales que quieren ingresar en ETA sino que lo he dotado de antecedentes familiares, de amistad, mujeres, sufrimiento, amor, erotismo… les he dado de cierto volumen humano.
P.- Los terroristas que usted describe, ¿son de algún modo también víctimas de lo que provocó ETA?
R.- Sí, creo que son víctimas, evidentemente no en el mismo nivel ni de la misma naturaleza que las víctimas del terrorismo. Unos chavales que podían tener una vida normal, familiar, con un trabajo, etcétera que se metan en esto llevados por la propaganda y que luego pierdan la vida o son detenidos para pasar 20 o 25 años en una cárcel… no es un modelo de vida, no.
P.- Muchos jóvenes actuales no perciben a ETA y su impacto del mismo modo que lo hacen quienes la padecieron. Incluso en algunos casos se ha generalizado cierta mística en torno a ese mundo llegando a ensalzar esas figuras. ¿Lo entiende?
R.- He trabajado mucho con adolescentes y sé que no está atentos más que al presente, no a la historia de sus padres o sus abuelos. Hay un discurso hegemónico que efectivamente emborrona la verdad. Además, el paisaje que se encuentran estos jóvenes es bastante aceptable, no arden autobuses, no hay manifestaciones violentas… No van a estar reflexionando sobre una realidad que no vivieron. Por eso es muy probable que muchos, por comodidad, asuman un discurso que un poco blanqueador.
P.- Y contra eso…
R.- Yo he insistido muchas veces en que conviene cultivar la memoria, pero no en el cerebro de las personas, que es muy frágil. Los testigos mueren y los cerebros se deterioran, por eso me parece muy útil pedagógicamente crear testimonios, crear un banco de la memoria en forma de películas, fotografías, novelas, libros historiográficos, etc. Un banco de la memoria a la que los chavales de ahora, si tienen curiosidad e interés, puedan acudir en busca de información lo más verídica posible.
Aramburu sabe que la novela será recibida de modo distinto en Euskadi. El recelo con el que el nacionalismo vasco recibió ‘Patria’ espera que no se repita en esta ocasión, aunque no lo descarta: “En Euskadi es inevitable que haya una lectura política pero no me parece mal. Me parece una lectura simple. La política la pone el que lee, no el libro”. También considera que el lector vasco, al contrario de otras zonas, “quizá esté en condiciones de leer entrelineas y entender muchas alusiones, sentir cierta familiariedad con los modos lingüísticos de los personajes.
Una obra en la que el autor se ha marcado un reto lingüístico singular y que él define como “artesanal”: “En todo el libro no hay ni una sola frase con más de un verbo. Creo que les va bien al modo de hablar de dos jóvenes de Gipuzkoa. Me obligó a inventar otros recursos, como muletillas propias de la tierra, para que el texto no fuera una sucesión de telegramas”. El siguiente paso aún no lo tiene decidido. Aramburu, “con m antes de b, como mi padre y mi abuelo”, asegura tener borradores de obras inéditas en el cajón. Por el momento, ni la temática ni el género está cerrado pero avanza una pista: “Llevo bastante tiempo sin ofrecer cuentos y diría que ahora mismo es lo que tiene prioridad”. Pero aún entonces, será Fernando Aramburu “el de ‘Patria’: “Incluso bromee con mi editor para que en la portada no pusieran mi nombre sino simplemente ‘el de Patria’”.
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