La España de finales de los años cuarenta del siglo pasado era tan gris como la Francia que acababa de salir de la Segunda Guerra Mundial. Pero allí se fue Ceferino Carrión, ‘el Cebollita’ -como le llamaban en casa- decidido a buscar la forma para embarcarse hacia Estados Unidos. Tras siete intentos, el santanderino se embarcó en Le Havre como polizón. El barco se llamaba Liberté y tenía como destino Nueva York.
“Me fascinó la historia de este hombre que con 21 años ve que en la España franquista, gris y asfixiante no hay nada para alguien como él, que tenía sueños de libertad. Ve que aquí no va a conseguirlos, así que se lía la manta a la cabeza y con valentía y fuerza para cambiar su destino se va a Francia, donde consigue entrar como polizón en un barco para llegar a Estados Unidos”, explica Martí Gironell, que ha documentado la vida de Ceferino Carrión para retratarla en la novela La fuerza de un destino (Planeta).
Tuvo mucha suerte de poder hacer la travesía desde Francia a EEUU como polizón. Lo consiguió gracias a la complicidad de un marinero que le ayudó a permanecer escondido. De haberlo delatado podría haber terminado en el mar, como solían hacer con quienes se colaban en los barcos para llegar a la tierra prometida americana. Atrás dejó España, donde quedó una mili sin hacer. Ceferino no quería sumarse al ejército que comandaba Franco.
De Ceferino a Justo León
Llegó a Nueva York con el único contacto de un tío de su padre que había emigrado décadas atrás y ahora vivía en el Bronx. El barrio, que era una comunidad tan variada como unida le regaló su nacionalidad americana. Aunque no está claro cómo ocurrió, “él nunca llegó a aclararlo”-asegura Gironell- Ceferino Carrión pasó a llamarse Justo Ramón León. Sus hijos aseguran que fue un nombre que le cedió un puertorriqueño, un elemento que Gironell ha incorporado en la novela. En Nueva York trabajó en el Rockefeller Center en la restauración y en todo lo que le salía. Pero quisieron movilizarle para la guerra de Corea y decidió marcharse a Los Ángeles.
Allí nació su nueva identidad, Jean Leon. Conoció a José Cansino, tío de Margarita Carmen Cansino Hayworth, más conocida como Rita Hayworth. Jean Leon se puso a trabajar de camarero en el Villa Capri, un restaurante en el que eran asiduas las estrellas del celuloide como Liz Taylor, Natalie Wood, Gary Cooper o Paul Newman.
Un acontecimiento le acercó especialmente a Frank Sinatra. Atestiguó que tanto el cantante como Joe DiMaggio habían pasado la noche en el Villa Capri cuando habían estado persiguiendo y pegando a un supuesto amante de Marilyn Monroe, por entonces pareja de DiMaggio. Así se ganó la confianza de Sinatra y su círculo.
Los artistas reconocieron que con él podían ser ellos mismos porque les daba confianza
“Cuando todos estos actores o personajes han hablado de él han destacado que siempre estaba allí, pero en un segundo plano porque no le gustaba destacar. Él no era el protagonista, al contrario, los artistas reconocieron que con él podían ser ellos mismos porque les daba confianza, consejo y les trataba con cariño”, señala el autor de su vida novelada.
Esto se lo ha confirmado su hermana, que aseguró al escritor que ellos pensaban que Cefe exageraba y mentía, pero que cuando estaban con él en su restaurante veían que era cierto que las estrellas le trataban muy bien y era, sin duda, alguien destacado en sus relaciones. ”Aunque él siempre se mantenía a cierta distancia de los focos”, asegura Gironell.
La Scala, el restaurante de las estrellas
En particular, Jean Leon hizo una gran amistad con James Dean, quien le animó a montar juntos un restaurante. Su accidente mortal frustró el proyecto, pero sólo temporalmente, porque Carrión siguió adelante. Consiguió el traspaso del Joe’s Little Hollywood, un restaurante de Beverly Hills regentado por un inmigrante gallego, de quien mantuvo al joven chef Emilio Núñez. Así nació La Scala, cuya cocina mediterránea atrajo pronto al firmamento interpretativo de Hollywood.
En la autopsia de Monroe encontraron los fetuccini que encargó a La Scala
Gary Cooper, Tyrone Power, David Niven, Gregory Peck, Lauren Bacall, Clark Gable, Rock Hudson, Warren Beatty, Shirley MacLaine… Una clientela que era por sí sola el mejor reclamo. Con todo Jean Leon denominó algunos platos con los nombres de los actores que iban al restaurante. En la carta estaban ‘el mostaccioli Natalie’ -por Natalie Wood o la ‘granadina de filete de buey a la Paul Newman’. Una de las ocasiones que se quedó sin mesas sirvió la cena a Warren Beatty en la cocina. La nueva ‘mesa’ se convirtió en la más exclusiva, todo el mundo la pedía. Marilyn Monroe encargó su última cena a La Scala, el propio Ceferino se la llevó a su casa, fue una de las últimas personas en verla con vida. En la autopsia de Monroe encontraron los fetuccini que encargó a La Scala.
El vino del Penedés
Con el restaurante, Jean Leon empezó a interesarse por la viticultura, se empapó de los caldos de California y empezó a valorar la posibilidad de poder embotellar su propio vino. En 1962, en un viaje a España, se hizo con 150 hectáreas en el Penedés por seis millones de pesetas y contrató al joven enólogo Jaume Rovira.
Fue al Penedés por recomendación del mejor enólogo del momento, aunque la región vinícola no era entonces muy conocida. Con uva cabernet sauvignon crearon el vino Jean Leon, que culminó un nuevo proyecto del santanderino. A comienzos de los años ochenta fue considerado uno de los mejores caldos de esta variedad.
Es por su vino por el que empieza a conocerse su historia en los años ochenta cuando Ronald Reagan al llegar a la Casa Blanca introduce su caldo en el menú de la cena de bienvenida a la Presidencia.
El vino Jean Leon pertenece desde 1996 al Grupo Torres, bodega que cuida de los caldos, de su marca y de su historia. “Jean Leon antes de morir se lo vendió, él creía que para tener un vino había que tener una características especiales, algo que no vio en sus hijos”, cuenta Gironell. Sí que heredaron los dos restaurantes que creó Ceferino, La Scala de California y otro que abrió en Tailandia que hoy regenta su hijo.
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