Lo de Macarena Olona ayer fue impalpable. Nada de lo que dijo llevaba a ningún lugar reconocible por concreto. Se limitó a insinuar, insinuar, e insinuar sin que le resultara posible a Jordi Évole, y mira que el hombre tiene experiencia, que ella le llevara a un terreno identificable acorde con sus insinuaciones.
Hay algo que no es de recibo en ningún caso y esas son las amenazas que la señora Olona recibe por parte de una cuenta de su antiguo partido. Eso es una forma mafiosa de actuar y deja a los responsables del partido, de Santiago Abascal abajo, en un pésimo lugar. Abandonar un partido nunca puede ser objeto de amenazas de la clase de las que ella habla. Y tacharla de loca es subir un peldaño demasiado alto para una persona, por relevante que haya sido, y ella lo fue, que ha decidido abandonar sus filas. Ahí sí que dio un nombre, José Ignacio Garriga como inspirador de los ataques que ella recibe de su antiguo partido en Españabola una cuenta de Telegram en la que ella es objeto de los ataques más implacables.
“Me marché de Vox porque tenía claro que iban a apagar mi voz. Me convertí en un obstáculo”. Bueno, lo que nos parece a los que vemos con una cierta distancia el panorama de los partidos políticos, lo que realmente sucedió era que Vox había fracasado en su intento de condicionar la legislatura de Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía y su papel quedaba muy desdibujado a partir de entonces. Si hubiera conquistado un lugar al sol de Andalucía seguramente no habría dejado el partido porque sería la vicepresidenta de la Junta.
Pero las cosas no salieron como Vox y muchos que no éramos de Vox calculábamos y a partir de ahí se desencadenó todo.
Lo que resultó evidente es que en la entrevista de ayer, la señora Olona pretendía dañar al que fue su partido hasta junio de 2022 y que ahora ha abandonado. Pero que su intención era hacer daño a su antiguo partido está fuera de toda duda. Lo que sucede es que con tantas sugerencias no rematadas la que quedó en mal lugar fue ella.
Dijo algo muy relevante pero una vez más no lo remató. Dijo que Santiago Abascal no tomaba las decisiones libremente sino que conforme se subía en el organigrama ella notaba cada vez más niebla. Y ahí se quedó, no pudo o no quiso ir más allá.
Para colocar a Abascal en el límite de la ilegalidad había que llegar mucho más lejos de lo que llegó ella, que en definitiva no llegó a nada
Los intentos de Évole de identificar esa fuerza misteriosa con el perfil de El Yunque resultaron en vano, y mira que lo tenía fácil porque Federico Giménez Losantos ha hablado algunas veces de las relaciones de esa organización secreta y ultracatólica con algunos miembros de Vox.
Pero, claro, esa intuición que ella tenía es como si la tengo yo: nada entre dos platos. Para cruzar ese charco y para colocar a Abascal en el límite de la ilegalidad -por seguir directrices ocultas de una organización secreta- había que llegar mucho más lejos de lo que llegó ella, que en definitiva no llegó a nada.
Todo fueron insinuaciones sin nombres, sin concreción alguna, sin arquitectura, algo blando destinado a hacer pensar que ella es la víctima propiciatoria de una partida de machos alfa de la que no se había dado cuenta hasta que fracasó en las elecciones andaluzas.
Es más: puede que se haya guardado ciertas armas por si quisieran destruirla definitivamente. Y habló de nazis, de xenofobia, de homofobia, de cosas que a los muy cafeteros les puede sonar a gloria pero que a los más moderados de los votantes de Vox les puede inclinar a pasarse con armas y bagajes al Partido Popular con su voto.
Porque no cabe duda de que si a alguien benefició la entrevista de Évole a Macarena Olona fue al PP.
Pero con eso que ofreció ayer en La Sexta -hizo muy bien Évole en emitir las dos entregas de la entrevista porque hubiera resultado soporífera una segunda función de victimismo una semana más tarde- lo único que puede hacer el organismo correspondiente es averiguar cuánto de cierto hay en la acción de ese actor superior y secreto que toma las decisiones en nombre de Santiago Abascal. Esto sí que se puede rastrear y si hay alguna indicación de supuestas obediencias ajenas a la actividad normal de un partido político sería motivo de serias sanciones.
La cuestión de los dos millones de euros que el partido ha transferido a la Fundación Disenso sin que haya habido constancia de ello en la Asamblea General Ordinaria del año 2021, podría venir recogida en la Asamblea General Ordinaria correspondiente a 2022 que se celebrará probablemente en el mes de marzo de 2023.
Por lo tanto no hay que echar las campanas al vuelo en el sentido de “ya hemos cogido a Vox haciendo componendas con su fundación” porque de ahí a la financiación ilegal no habría más que un paso, que ella no dio. Habrá que esperar y ver cómo se desarrolla la siguiente Asamblea.
Ahora bien, Macarena Olona no tiene un proyecto político identificable en medio de tanta insinuación. Es más, por lo visto este domingo, Olona carece de proyecto, no hay nada por lo que pueda ser votada -caso de que se presentara a las elecciones generales- que sea distinto a lo que siempre defendió dentro de Vox pero ni aún defendiendo otra cosa, no se le vio nada estructurado que tenga algún interés.
En definitiva, un espectáculo prescindible salvo por la insinuación de que Santiago Abascal no es quien toma las decisiones en su partido sino que son otros, los miembros de una sociedad secreta, quienes las toman.
Eso es lo suficientemente oscuro como para hundir las expectativas electorales de Vox.
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