Las palabras viajan en el tiempo y a veces durante su trayecto van perdiendo las connotaciones que tenían en su momento. Expresiones como "histérica", que se utiliza ahora para referirse a una persona que sufre una enfermedad nerviosa crónica, caracterizada por una gran variedad de síntomas como las alteraciones emocionales o los cambios psíquicos, en el siglo XIX partía de otro concepto totalmente distinto. Una supuesta patología que solo afectaba a las mujeres y que se solucionaba de una única manera: con orgasmos.
Retención de líquidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, insomnio, pérdida del apetito, nerviosismo, irritabilidad y agresividad. Son muchos los síntomas que padecían las mujeres que sufrían el denominado "trastorno de la histeria". Casi cualquier dolencia leve podía servir para diagnosticarla. Les afectaba a las vírgenes, monjas, viudas e incluso casadas, que a pesar de tener marido no gozaban de su vida sexual.
Pero su origen se remonta a la antigüedad. El nombre de la enfermedad proviene de la palabra útero, "hystera" en griego. Un mito de la antigua Grecia que defendían el filósofo Platón y el médico Hipócrates, creía que el útero era un animal que se movía por el interior del cuerpo de la mujer y les causaba enfermedades y que, dependiendo de adónde se trasladara generaba unos síntomas u otros. En la cabeza causaba migrañas y en el estómago náuseas, por ejemplo.
Siglos más tarde, se seguía sin entender qué les ocurría a las mujeres que sentían ese malestar. Muchos médicos pensaban que se debía a la tensión de la vida moderna de las mujeres cuando era consecuencia de la gran represión sexual de aquellos años. Durante la época victoriana, Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, fue el primer médico que identificó esta patología en las mujeres. Relacionó el origen de la enfermedad con alguna experiencia reprimida por el inconsciente. De hecho, muchos aseguran que gracias a la histeria se produjo el origen del psicoanálisis, ya que debido al interés que tenía Freud en esta patología que sufrían muchas mujeres, comenzó a investigar en la existencia de un inconsciente.
Uno de los métodos para curar la histeria era el paroxismo histérico, es decir, la masturbación asistida. Las mujeres acudían al médico para recibir un "masaje pélvico", el tratamiento consistía en que el sanitario estimulase manualmente los genitales de la mujer hasta llegar al orgasmo. En ese momento, como no involucraba la penetración vaginal, no se veía como algo sexual, sino como un masaje y tratamiento. De hecho, la introducción del espéculo, que se utiliza para realizar exámenes o procedimientos diagnósticos, fue mucho más controvertida que la del vibrador.
Vibrador mecánico 'VeeDee', Londres, Inglaterra, 1900-1915
Los médicos podían estar incluso varias horas dando el masaje, y se acababan cansando. Además, no daban abasto. Tenían muchas pacientes que lo padecían. La solución vino en forma de vibrador eléctrico, inventado a finales de la década de 1880 por el doctor Joseph Mortimer Grandville. Era más efectivo porque los sanitarios tardaban una hora en conseguirlo manualmente, y con el aparato lograban los mismos resultados en tan solo 5 minutos, por lo que podían atender a más pacientes y ganar más dinero. Además de los masajes pélvicos o el vibrador, también curaban la histeria con un lavaje vaginal con agua como tratamiento.
Llegó a hacerse un accesorio popular en los complejos de balnearios de lujo de Europa y los Estados Unidos. Para que no tuvieran que ir al médico, el vibrador se acabó comercializando. En 1902 la compañía estadounidense Hamilton Beach lanzó al mercado el primer vibrador eléctrico. Comenzaron a dejar de ser exclusivamente de uso médico y pasaron a comercializarse como un instrumento útil y satisfactorio. Además, por aquella época comenzaron a utilizar estos aparatos en la pornografía por lo que empezó a tener connotaciones sexuales.
Su imagen cambió sobre todo cuando en 1952 la Asociación Americana de Psiquiatría declaró que la histeria femenina no era una enfermedad. Lo cierto es que los casos ya habían reducido bastante, y algunos médicos empezaron a pensar que se habían equivocado vinculando con la histeria los síntomas que no sabían identificar con una patología.
Sobre el invento del primer consolador eléctrico existe una película, Hysteria. Una comedia romántica ambientada en la Inglaterra de finales del siglo XIX en la que narran cómo descubrieron que los masajes que proporcionaban estos aparatos calmaban a las mujeres que supuestamente padecían histeria.
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