Sonó a lamento, a añoranza de tiempos pasados en los que algunas cosas eran diferentes. Años en los que España y sus símbolos era arrinconados en la sociedad vasca, en los medios y en las ‘cuadrillas’. Un tabú impronunciable, bajo amenaza de ser etiquetado, que sobrevoló la sociedad vasca, -aún hoy lo hace en gran medida-, y que se ha modulado en la Euskadi actual. Lo ha hecho entre la política y los ciudadanos. En 2023 el pulso identitario sobre el enemigo ‘estatal’ que tiempo atrás se convertía en el centro de reproches, levantamientos y movilizaciones, apenas se libra. Ahora el foco sobre una cuestión que cruzó de modo trasversal educación, información y cultura parece haberse asentado en un cierto letargo, en una suerte de ‘normalización’ o indiferencia y el candado sobre España y todo lo que a ella remite está más abierto.
Lo subrayó hace unos días un veterano del PNV; Joseba Egibar. El dirigente nacionalistas ocupa la presidencia de su partido en Gipuzkoa desde hace 36 años y acumula legislaturas como portavoz de la formación en el Parlamento vasco. En una entrevista al Grupo Vocento afirmó que de un tiempo a esta parte se está “españolizando la política vasca”. También que la política española está “eclipsando” a la que se lleva a cabo en territorio vasco y que ha llegado al punto de “absorberlo todo”, incluso los informativos de la televisión pública vasca, la ETB, dijo. El veterano político jeltzale puso como ejemplo que los informativos en Euskadi “abren con los Goya”, los premios al cine español en los que participan autores y artistas vascos.
No profundizó más ni desarrolló qué significa ‘españolizar’ Euskadi y su política. En el PNV aseguran que estas manifestaciones no han generado ninguna controversia ni debate en el seno de la formación ni en la dirección del partido. Sin embargo, las manifestaciones si abren la puerta a la reflexión sobre los cambios producidos en la sociedad vasca en la última década, en particular en la política nacionalista y la relación de ésta con con la sociedad tras una década sin violencia.
Acaso, ¿la política vasca no forma parte de la política española? ¿’Españolizar’ es aletargar el sentir nacionalista clásico que ya se reflejar en las encuestas? Pero, ¿realmente se ha rebajado el rechazo a los símbolos nacionales, otrora empleados para defender posiciones políticas? Y, ¿ha influido la participación de formaciones nacionalistas como EH Bildu y PNV en el sostenimiento del Gobierno español?
No hace tanto la presencia de cualquier símbolo de España en muchos lugares de Euskadi provocaba rechazo o incluso suponía un riesgo para quien lo hiciera. Hoy algo tan común como que en las tiendas de deporte se pueda adquirir la equipación de ‘la Roja’ con normalidad, no sorprende en ciudades como Bilbao o San Sebastián. Tampoco que en muchos balcones oficiales ondee la bandera de España sin que se susciten manifestaciones de rechazo. Incluso en la radio y televisión pública comienza a escucharse, aún de modo esporádico, el término España.
'Normalización' de símbolos
Politólogos y sociólogos coinciden en detectar un cambio en esa particular relación entre la sociedad vasca y los símbolos españoles. La vasca es una sociedad de voto eminentemente nacionalista. Otra cosa es el sentir, la identidad, en la que los valores y aspiraciones soberanistas vienen moderándose en los últimos años. “La relación con estos símbolos de las nuevas generaciones está cambiando. Socialmente son cuestiones que están más desaparecidas, pese a que la pregunta sobre qué quiere ser en el futuro la sociedad vasca no haya desaparecido. Ha habido un cambio, ahora la identidad se relaciona más a lo emocional y racional que a lo simbólico”, señala Félix Arrieta, politólogo de la Universidad de Deusto. En su opinión, lo que está sucediendo no debería describirse como una ‘españolización’ de la sociedad vasca “sino que más bien lo que ha ocurriendo es que se ha trasladado el foco informativo a otros escenarios más tensionados, como es el español, ya la tensión no está aquí sino allí”.
El final de ETA ha contribuido a que esa tensión que durante décadas centró la vida en Euskadi, y que tuvo en el rechazo a España y todos sus símbolos uno de los ejes de enfrentamiento, también se haya reducido. “La sociedad vasca está de resaca de todo lo vivido durante tanto tiempo. La polarización es mucho más baja y los debates sobre lo identitario y lo que queremos ser quedan más solapados”, apunta Arrieta. Añade que no describiría como un proceso de ‘españolización’ el que se vive en el País Vasco pero sí de normalización: “Las banderas, la selección, etc. ahora se interpretan de manera más natural. Uno puede animar a la selección española porque cree que hace buen fútbol, como ha ocurrido aquí, y no por eso se siente menos independentista. La lectura que hace la sociedad del siglo XXI respecto a la que hacía la del siglo XX ha cambiado. Antes los absolutos eran mayores, no cabía ser independentista y tener compatibilidad alguna con los símbolos de España”.
Una transformación que incluso las formaciones nacionalistas han detectado en la sociedad vasca y que ha llevado a relegar las apuestas más identitarias. Ni PNV ni EH Bildu han impulsado proyectos en esta clave durante esta legislatura. Más allá de los recordatorios retóricos en fechas señaladas, iniciativas como el nuevo ‘estatus’ político vasco o las consultas soberanistas se han convertido, por ahora, en alegatos más electorales que reales. En una escala de 0 a 10 el sentimiento nacionalista de la sociedad vasca se situó en un 5,1, según el último sociómetro vasco elaborado por el Gobierno vasco en febrero. En esta encuesta se mostraba cómo sólo el 21% de los ciudadanos dice sentirse “sólo vasco” –frente al 32% de 2005- o el apoyo a la independencia ha caído al 23%, siete puntos menos que el 30% que alcanzó en 2013.
Identidad 'estática' o 'dinámica'
El sociólogo de la Universidad del País Vasco, Imanol Zubero, considera que afirmar que la sociedad vasca se ha ‘españolizado’ más en los últimos años, como hace el presidente del PNV en Gipuzkoa, “es en realidad confundir ser vasco con ser nacionalista”: “Es la confusión de partida de los nacionalistas, diferenciar ‘gente de bien’, los nacionalistas, con gente que no lo es, los españoles. Como sociedad podemos tener una identidad cada vez más vasca y menos nacionalista vasca. Pensar que la identidad vasca se está españolizando, cuando precisamente las características españolas forman parte del ser vasco, me parece terrible”.
Zubero remite a Julio Caro Baroja y las dos formas de entender la identidad que él explicaba, la estática, “la que te lleva a buscar lo que no ha cambiado nunca”, y la identidad dinámica, “la que se va construyendo con el tiempo y las aportaciones”: “En unos años la identidad vasca también tendrá aportaciones de otras lenguas, de otras religiones, de otras culturas que ya están entre nosotros. La identidad vasca no está parada en el tiempo. No se puede pensar que todo lo que ha llegado después no es identidad vasca sino sólo pura españolización. Esa es una visión muy antigua de la identidad”.
Asegura que lo español siempre ha formado parte de la identidad vasca, “pero el nacionalismo ha tenido una actitud aristocrática que ha levantado una barrera para diferenciarse”: “Basta con rebuscar en nuestros apellidos. Muy poca gente tiene ocho apellidos vascos, la mayoría son españoles”. Esa barrera que el profesor Zubero señala que el nacionalismo ha levantado se está rebajando. Apunta a que hay una suerte de “reconciliación” con lo que significa o simboliza España e integrarlo en la identidad vasca: “Lo veo en clase a diario. Ahora se habla de España con tranquilidad, se ha producido cierta normalización”. Un acercamiento que incluso se refleja en el apoyo político que PNV y EH Bildu, dos partidos nacionalistas, dan al Gobierno de España, “es cierto que es un acercamiento formal y que no obsta para que se siga manteniendo cierto afán en la utilización de los símbolos, la lengua o la educación con fines nacionalistas”.
De la orientación nacionalista a la social
El catedrático en Sociología de la UPV y licenciado en Ciencias Políticas, Ander Gurrutxaga, afirma que lo que está sucediendo no responde tanto a un acercamiento hacia España y sus símbolos como una “fatiga de materiales” en el nacionalismo. Subraya que el PNV lleva gobernando desde los años 80 y el tiempo desde entonces ha cambiado muchas cosas, en particular el final de ETA: “Eso ha estabilizado muchas cosas. Hay dos generaciones que han crecido en una sociedad desradicalizada respecto a la de aquellos años. Ya no existe ese ruido y el nacionalismo debe aprender a gestionar ese ‘silencio’ en el que ahora vivimos y que le resulta difícil adaptarse”.
Gurrutxaga destaca que la confrontación y la radicalidad han desaparecido y se ha instalado la normalidad en la sociedad vasca en muchos aspectos. Ahora las preocupaciones son otras y cuestiones como la identidad quedan en un segundo término: “Las sociedades democráticas son aburridas, tienen menos tensión. Eso es lo que está ocurriendo. Ahora a la gente lo que le preocupa es su sueldo, su trabajo, la vivienda o la sanidad. Ya no prima una orientacion nacionalista sino social, por lo que ya no nos importa tanto su nuestro alcalde es nacionalista o no sino qué política social, ambiental o educativa tiene”.
En este sentido, señala que fenómenos como el del PNV explican en gran medida el cambio, la demanda de un gestor más que de un dirigente que aspire a retar a España: “Al PNV le votan unas 400.000 personas de las que apenas 150.000 se declararán nacionalistas. La mayoría son gente moderada que sólo busca quien gestione sus cosas, lo étnico ha pasado a un segundo plano”.
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