Michael Jackson, Frank Sinatra, Ray Charles y Aretha Franklin le deben mucho. Hoy cumple 90 años Quincy Jones, uno de los nombres más importantes de la música del siglo XX y XXI. Es nieto de esclava, superviviente de varios aneurismas cerebrales, padre de siete hijos de cinco mujeres, y sobre todo, productor de los más grandes éxitos que podemos recordar. Por ponerle títulos, hablamos de un trompetista, compositor, arreglista, productor y empresario en diversos géneros y formatos. Imagino en sus estanterías sus 27 premios Grammy y su Oscar por su contribución a la cultura popular y me doy cuenta de la importancia de un personaje del que apenas se habla en España. Ya en los años 50 trabajó con Dinah Washington, Sarah Vaughan o Ella Fitzgerald; en los 60 con Frank Sinatra, Peggy Lee o Sammy Davis Jr.; en los 70 con Aretha Franklin, Marvin Gaye o Stevie Wonder; en los 80 con Michael Jackson, Donna Summer o George Benson; y en los 90 con Celine Dion, U2 o Tupac Shakur. Sorprende todavía más cuando descubrimos que detrás de esa exitosa carrera hay también una historia de superación personal y de curiosidad insaciable. Pasará a la historia, por ejemplo, por haber hecho posible el tema más importante de los años 80:Thriller.
Aquel 14 de marzo de 1933, en el seno de una familia humilde y con problemas serios, vino al mundo el genio. Imaginémosle con apenas diez años viendo cómo internan a su madre en un psiquiátrico de la época. Su padre, ex jugador de béisbol metido a carpintero, se mudó con su familia a Seattle. Allí fue donde Quincy descubrió la trompeta y la música se convirtió en su pasión y su refugio, como ocurre normalmente con todos los que han destacado. La desgracia resulta ser en ocasiones el mejor caldo de cultivo para la excelencia en el arte.
En cuanto llegó a la mayoría de edad, y como muchos más talentos en toda la Historia reciente, puso rumbo a Nueva York para estudiar música en la prestigiosa academia Berklee"
A los 14 años no estaba dando patadas a un balón. Ya tocaba profesionalmente en clubes nocturnos junto a un amigo que quizá suene al lector: Ray Charles. Así lo atestigua la película Ray. En cuanto llegó a la mayoría de edad, y como muchos más talentos en toda la Historia reciente, puso rumbo a Nueva York para estudiar música en la prestigiosa academia Berklee. Allí conoció a Dizzy Gillespie (nada menos, para quien ama el buen jazz) quien lo contrató como trompetista para su orquesta. Así comenzó su carrera como músico de ese estilo, que lo llevó a tocar con grandes figuras como Lionel Hampton, Count Basie o Charlie Parker. Si algún amante del jazz quiere asistir al recital que ofreció el 7 de agosto de 1991 en el festival de Montreux junto a Miles Davies, tres meses antes de que este último falleciera, aquí se lleva su entrada VIP en HD, que no es poco para la época.
Es curioso verle con la batuta. Quincy no se conformó nunca con ser solo un instrumentista. Pronto empezó a componer y arreglar canciones para otros artistas, y pudo adaptarse a diferentes estilos y épocas sin intrusismo, de forma natural. Pero entremos ya en su faceta como productor musical. Ahí es el Rey indiscutible. Fue el responsable de algunos de los álbumes más exitosos e influyentes de la historia, como Off the Wall (1979), Thriller (1982) o Bad (1987) de Michael Jackson; Back on the Block (1989), un proyecto que reunió a varias generaciones de músicos negros; o The Dude (1981), su propio álbum solista que incluye el clásico Ai No Corrida.
Si mencionamos los exclusivismos temas que QJ ha hecho para sí mismo y que hayan sido un éxito, no podemos dejar atrás una pieza que representa toda una época. Soul Bossa Nova fue un éxito internacional ya en 1962, que por supuesto fue homenajeado en toda su extensión por ese personaje de los 90 llamado Austin Powers.
Un talento como el de Quincy no solo ha brillado en el mundo del pop. Como creador de bandas sonoras, puede presumir de películas como El prestamista (1964), A sangre fría (1967), En el calor de la noche (1967) o El color púrpura (1985); en televisión programas como El príncipe de Bel-Air (¡cómo no!) o Los Simpson (desde 1989); ha sido fundador de revistas como Vibe o Blaze; ha creado organizaciones benéficas como We Are The World Foundation o Quincy Jones Listen Up Foundation; y ha recibido numerosos honores y distinciones merecidisimas por su labor artística y social. Pero ojo, habla claro. No se cortó un pelo al criticar duramente a los Beatles, a U2 y a Michael Jackson en más de una ocasión. Ha llegado a asegurar que Paul McCartney era un mal bajista, que Ringo Starr era el peor de todos y contó con todo lujo de detalles que en una ocasión tuvo que llamar a otro batería para arreglar una canción. Tampoco tiene reparos al decir que Michael Jackson robó muchas canciones y que U2 no hacen buena música. Él es así.
Hablamos de un ser diferente. Quincy Jones es un ejemplo de creatividad e innovación constante. A pesar de su genialidad, todos deberíamos tomar ejemplo de una fantástica virtud: su curiosidad. Esa y no otra ha sido la fuerza centrífuga que le ha llevado a explorar diferentes culturas y géneros musicales sin perder su identidad ni su calidad. Si todos lo hiciéramos, otro gallo cantaría… los éxitos actuales.
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