"A partir de ahora, que cada uno siga su camino". Así rompió la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con la portavoz de Vox, Rocío Monasterio, este jueves en la Asamblea autonómica. Lo cierto es que, a efectos prácticos, la cosa no tenía más recorrido. Era el último pleno de la legislatura y no hay más iniciativas legislativas que sacar adelante porque el lunes 4 de abril se disuelven las cámaras autonómicas para las elecciones del 28 de mayo.
En definitiva, una escenificación que tiene el claro objetivo de ir a la campaña electoral con las manos libres, pero no tanto para volver a reproducir a posteriori un acuerdo parlamentario con Vox, sino con la idea de prescindir del partido de Santiago Abascal y luchar por la mayoría absoluta, en la línea que apuntan algunos sondeos.
Lo cierto es que las relaciones entre ambas formaciones políticas se fueron envenenando desde noviembre del año pasado cuando Vox decidió rechazar los presupuestos de la Comunidad y del ayuntamiento de la capital de España. Desde entonces todo ha tenido el sabor de fin de ciclo, preparando unos y otros sus estrategias electorales.
Se quejan en el entorno de la presidenta autonómica que llevan "aguantando patadas y patadas de Vox desde noviembre", que culminaron ayer con el rechazo de Rocío Monasterio a respaldar un paquete de medidas fiscales para los nuevos residentes en Madrid, tanto extranjeros como del resto del país. Los populares personifican en la portavoz de Vox en la Asamblea una deriva traducida "en cada día un codazo y muy malas maneras".
PP y Vox se quejan mutuamente de "maltrato" en una relación que empezó a envenenarse en noviembre
"Si alguien ha defendido a Vox, en cuanto a la legitimidad y constitucionalismo, ha sido la presidenta y si el pago en la Comunidad de Madrid es no aprobarnos los presupuestos, además de otras leyes fundamentales y en el ayuntamiento rechazan el plan de urbanismo y perdemos 1.000 millones de euros... ellos sabrán porqué lo hacen", aducen los mismos medios consultados.
Por su parte, Vox también se queja de "maltrato". Monasterio aludió ayer al "nuevo ataque de la señora Ayuso" acusándola de haber recibido "instrucciones de Génova para tener como socio prioritario al PSOE" conforme al que viene siendo el discurso de Vox desde que Alberto Núñez Feijóo anunció su abstención en la moción de censura de esta semana. "Hemos sido un socio leal", apeló Monasterio tras recordar que la presidenta autonómica ha unido su voto en 34 ocasiones "a la izquierda para tumbar iniciativas de Vox".
El único acercamiento en los últimos meses entre ambas formaciones ha sido el de comprometer una reforma de la ley LGTBi de la Comunidad, un texto muy similar al aprobado por el Ministerio de Igualdad, y que el propio Alberto Núñez Feijóo se ha comprometido a cambiar en los primeros cien días de Gobierno, si llega a Moncloa, para retocar la controvertida "autodeterminación" de género y lo que afecta a los menores. Pero la reforma del texto autonómico no se abordará hasta la nueva legislatura que eche a andar a partir de mayo.
Vox espera duplicar sus resultados el 28-M
En Vox aseguran que el 28-M "vamos a ser, de largo, el partido que más crezca" y, con ello, ser determinante en los futuros gobiernos del PP . "Quizá porque partimos más abajo que otras formaciones políticas, es posible que dupliquemos nuestros apoyos", calculan fuentes de la dirección del partido de Santiago Abascal con respecto a las municipales. Otra cosa son las autonómicas.
Pero la baronesa madrileña se hace otros cálculos. Ahora mismo está a cuatro escaños de la mayoría que le permitiría gobernar sin ningún tipo de atadura parlamentaria. Para ello tiene que conseguir el 28-M cerca de un 48 por ciento del voto válido. Por un lado, ese horizonte se le despejaría si Podemos no consiguiera representación parlamentaria. Un cálculo nada descabellado habida cuenta que en 2021 Pablo Iglesias cosechó un exiguo 7,2 y la actual candidata, Alejandra Jacinto, tiene mucho menos tirón electoral.
Del otro lado, los populares creen posible crecer a costa de trasvase de voto de Vox. De ahí una ruptura sin consecuencias para la gestión del ejecutivo autonómico, casi en tiempo de descuento, pero que le permite a Díaz Ayuso lanzarse en plancha sobre el electorado del partido verde.
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