Regreso inesperado de Clara Ponsatí, con detención y puesta en libertad en cuatro horas. Juicio a la consellera de Exteriores, Meritxell Serret. Y sentencia condenatoria a la ex presidenta del Parlament, Laura Borràs. El inicio de las vacaciones escolares cierra una semana de un cierto regreso al pasado para el independentismo, con denuncias de "represión política" y reapertura de los conflictos con la justicia. También de escenificaciones en la calle, mucho menos multitudinarias que antaño, y de heridas reabiertas entre Esquerra y Jxcat.
La sorpresiva aparición de Ponsatí, el martes, en Barcelona, deja dos nuevas heridas en la maltrecha relación entre Junts y Esquerra. La primera, también la más evidente, los reproches al Govern y al conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, por el hecho de que fuera un agente de los Mossos d'Esquadra quien hizo la detención, en pleno centro de Barcelona.
La propia Ponsatí, acompañada por el abogado Gonzalo Boye, publicitaba su detención, seguida al minuto por la multitud de medios a los que había convocado minutos antes para explicar que volvía a España con la intención de desafiar al Tribunal Supremo. Y denunciaba la detención como ilegal. Una denuncia que fue la CUP, no Junts, quien llevó al Parlament para recriminar al Govern de Pere Aragonès.
"El Govern no puede colaborar de ninguna manera con una aplicación del derecho español que consiste en vulnerar derechos, vulnerar inmunidades parlamentarias y pisotear derechos fundamentales" advertía el diputado de la CUP Xavier Pellicer al presentar la iniciativa.
La "rendición" de Serret
Aunque el principal frente abierto por Ponsatí no está en los mossos, sino en Esquerra. Su retorno, sin atender a la citación del instructor del procés, el juez Pablo Llarena, servía para testar hasta dónde llega la inmunidad del Parlamento Europeo, con la vista puesta en un eventual regreso de Carles Puigdemont. Pero también para ridiculizar los regresos de Serret y Anna Gabriel.
Las dos se enfrentaban, como ahora Ponsatí, a acusaciones de desobediencia, delito que no conlleva penas de prisión. Pero regresaron a España concertando ese regreso con el Tribunal Supremo, donde pactaron comparecer para evitar la detención al pisar suelo español.
Ponsatí hizo exactamente lo contrario, anunciar que estaba en España justo después de que Llarena renovara las ordenes de detención en suelo nacional. Un reto a la autoridad del Supremo, mientras el Tribunal General de la Unión Europea debate la vigencia de su inmunidad, retirada por un suplicatorio que Ponsatí, Puigdemont y Toni Comin han recurrido.
Lo hacía además un día antes del juicio a Serret, ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, por su participación en el 1-O, entonces como consejera de Agricultura. Desde Junts no dejaron pasar la oportunidad de contrastar ambas vías de retorno.
El número dos del partido Jordi Turull, defendía el gesto de Ponsatí como ejemplo de "confrontación inteligente" mientras la propia Ponsatí afeaba a Serret que ocultara "al exilio" sus negociaciones para comparecer ante el Supremo y regularizar su situación legal en España. "El regreso de Ponsatí no se ha hecho de espaldas al exilio" concluía Puigdemont desde Twitter.
Tensión frente al TSJC
Al día siguiente, con Ponsatí de nuevo en Bruselas -abroncando a la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola, por no haber reaccionado a su detención- dirigentes de JxCat y ERC se reencontraban a las puertas del TSJC para acompañar a Serret. La consejera llegó flanqueada por Pere Aragonès, Oriol Junqueras y buena parte de la cúpula republicana. La incomodidad al alcanzar al grupo de Junts, liderado por Borràs, se hizo evidente en la frialdad de cada abrazo.
Para quien no se hubiera dado cuenta, el diputado Francesc de Dalmases, mano derecha de Borràs, lo dejaba claro en las redes. "Hoy me ha costado ir a dar apoyo" apuntaba, para apuntar después que fue la ex presidenta del Parlament quien lo convenció con este argumento: "La solidaridad anti-represiva se ha hace por convicciones y de corazón, que no sea bidireccional es un problema para quien no la practica".
Que esa solidaridad no es bidireccional quedó claro apenas 24 horas después, cuando el TSJC hacía pública la sentencia contra Borràs. Junts se quedó solo en defensa de la presidenta del partido, mientras la CUP y ERC se sumaban a la oposición para reclamar la dimisión de Borràs. El propio Aragonès insistía en que este caso no tiene "ningún tipo de relación" con la "represión política y judicial" que están "sufriendo representantes políticas vinculados al independentismo por su compromiso con el referéndum del 1 de octubre".
ERC deja caer a Borràs
Una afirmación que encendió a Borràs y su entorno, cuya defensa estriba, precisamente, en que la líder de Junts es víctima del lawfare por su militancia independentista. "Cualquier demócrata debería saber que hasta que no hay sentencia firme se mantiene la presunción de inocencia" le respondía en TV3.
"Yo podría haber pactado como han hecho el resto de los acusados, pero no lo he hecho porque mantengo mi pacto con la verdad" defendía, en una alusión a sus ex colaboradores, pero también a los pactos de Esquerra con el PSOE. Aunque en la guerra abierta en el independentismo por el 'caso Borras' no solo se dispara desde la trinchera de Junts. Las juventudes de Esquerra abonaban este viernes la polémica con un cartel en el que transmutan a Borràs en protagonista de "El padrino" de Coppola.
Mientras, Ponsatí insinuaba en Catalunya Ràdio que no piensa presentarse ante el Tribunal Supremo el próximo 24 de abril. "Estoy mirando la agenda, creo que esa semana estamos muy ocupados, creo que tengo cosas más importantes que ir a Madrid".
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