Es una patria dormida y fatigada. Durante décadas se mató por ella, se amenazó, se extorsionó y se sumió en la penumbra del miedo a toda una sociedad. Desaparecida su principal amenaza, acumula años anestesiada. Los últimos los ha pasado como si la hubieran olvidado en el fragor de la pandemia sanitaria, la crisis económica y las grietas para sostener al gobierno de Pedro Sánchez. Según el calendario católico, mañana 9 de abril es Domingo de Resurrección. Según el calendario abertzale, es el día de reivindicar la patria, de sacarla del cajón y enarbolarla para que no se olvide su aspiración de máximos que cada vez arrastra una menor capacidad de movilización en la ciudadanía vasca.  

En víspera electoral ha vuelto a renacer. Esta vez no lo ha hecho de la mano de las dos marcas nacionalistas por excelencia en Euskadi. EH Bildu y el PNV se han sumado a la iniciativa que partió de quien ahora es su aliado en Madrid, Podemos. Fue la formación morada la que propuso que la Cámara de Vitoria aprobara una propuesta parlamentaria para solicitar la modificación de la Constitución y que abriera la puerta a un posible cambio de modelo de Estado en forma de república. También se reclamaba que en la Carta Magna se incluyera el derecho a decidir. La izquierda abertzale y los 'jeltzales' se sumaron a través de un acuerdo de transacción.

A la legislatura autonómica en Euskadi le resta algo más de un año. En los casi tres transcurridos nada se sabe de la ‘patria’. Este domingo la resucitarán tanto Andoni Ortuzar como Arnaldo Otegi. Pese a que en la sociedad vasca actual la capacidad de movilización del mensaje soberanista se haya reducido de modo muy significativo, no lo ahuyenta y sigue siendo una seña de identidad irrenunciable de las dos marcas nacionalistas que reaparece a un mes y medio de las elecciones.

EH Bildu volverá a celebrar el ‘Aberri Eguna’ en Pamplona. La capital navarra es el emblema para reivindicar una nación con las siete provincias de ‘Euskal Herria’. Lo hará bajo el lema ‘Maite dugun herria’ (El pueblo que amamos) y de modo reivindicativo con una marcha que recorrerá el centro de la capital navarra, “nuestra capital histórica”, previa al acto político.

'Nuevo estatus' desaparecido

En Bilbao, el PNV reunirá a su cúpula, con Ortuzar y el lehendakari Urkullu a la cabeza. Lo hará rodeado de ikurriñas y reivindicando el derecho a decidir del pueblo vasco. En realidad, será una rutina más, un acto que sólo atrae a su electorado más veterano y que con discursos algo sobreactuados mantiene anualmente vivo en el imaginario colectivo una reivindicación que en su actividad política cotidiana ha dejado de tener presencia. Una desaparición en la práctica de sus mensajes que se ha comprobado que no ha supuesto ningún desgaste de apoyo electoral.

El PNV ya ha avanzado en su manifiesto de Aberri Eguna las premisas que anualmente reivindica, como la necesidad de lograr "grandes acuerdos" para construir "un nuevo marco de autogobierno que hunda sus raíces en la voluntad de la sociedad vasca para construir". Una año más ha apelado a la necesidad de institucionalizar "el derecho a decidir en términos de bilateralidad".

La formación jeltzale festejará el Aberri Eguna con el lema "Gure izaera. Gure aberria (Nuestra identidad. Nuestra patria)". Defiende que no se debe apostar por una vía de unilateralidad ni por una senda labrada sólo por los partidos políticos sino que se hace necesario incorporar a al conjunto de la sociedad a este proceso: "Una estrategia de construcción nacional profundamente democrática", defiedne.

Cuando en 2012 Urkullu optó por primera vez a ser lehendakari, a recuperar el Gobierno vasco, lo hizo con la promesa de que en 2015 el pueblo vasco celebraría un referéndum para decidir su futuro y votar un nuevo ‘estatus’ político de relación con España. Lo haría a través de una renovación del actual marco del Estatuto de Gernika y como nivel posterior a su cumplimiento íntegro. Han pasado ocho años y nada de eso se ha cumplido. En la legislatura actual esta cuestión ha estado arrinconada y sin visos de que ni el PNV ni EH Bildu quisieran ponerla realmente sobre la mesa. La Comisión de Autogobierno constituida en el Parlamento Vasco acumula telarañas y tres propuestas de texto articulado para un nuevo estatuto vasco –una de EH Bildu, otra de PNV con apoyo parcial de PSE y Podemos y una tercera propuesta del PP- que siguen si volver a ver la luz para ser debatidas.   

La izquierda abertzale y Unidas Podemos coinciden en la reivindicación de una república y la defensa del derecho a decidir. Pero ni una ni otra formación la han ido más allá de una proclamación de principios generales. Una forma parte del Gobierno de España y la otra de pilar de partidos que lo sustentan. Sin embargo, en la política nacional no han contribuido a que se de paso alguno en esa dirección.

Del 'plato de lentejas' al pragmatismo

Ni siquiera en el periodo post 'procés' en Cataluña el intento por conformar un frente soberanista que presionara al Ejecutivo de Sánchez,-la ‘Llotja de Mar’-, a la que se sumó EH Bildu junto a ERC y el independentismo catalán, ha sobrevivido como ‘lobby’ independentista. Por el camino incluso la fractura en el independentismo catalán ha contribuido a arrinconar las aspiración soberanista. Tampoco la 'mesa fantasma' de negociación planteada entre Sánchez y Aragonés, sin actividad ni resultados, parece augurar un compromiso real del presidente de Gobierno por avanzar por esa senda.

La izquierda abertzale ha priorizado su mutación, su intento de ‘normalización institucional’ tras el final de ETA y no dar entrada la reivindicación que siempre había situado en el frontispicio de su trayectoria política. En la lista han ocupado lugares preferentes otras cuestiones como los derechos laborales, los derechos sociales o las pensiones. Una política pragmática que se ha impuesto a la identitaria. En otros tiempos esa fue la crítica más repetida hacia el PNV desde las filas de Batasuna, ‘venderse por un plato de lentejas’ a España sin presionar en favor de la soberanía del Pueblo vasco, le reprochaban.  

El ‘Aberri Eguna’ de este domingo llega en un contexto social en el que cuestiones como la situación de la sanidad o el mercado de trabajo preocupan más que la soberanía o la identidad vasca. El último sociómetro vasco publicado en febrero por el Gobierno vasco revelaba que sólo el 23% de la sociedad vasca aprobaría hoy la independencia. Un porcentaje que hace un par de años incluso llegó a caer al 19%. Este informe revelaba también que el sentimiento nacionalista en la sociedad vasca se sitúa en un 5,1 sobre 10. Es una realidad que contrasta con el apoyo muy mayoritario que en los sucesivos comicios alcanzan PNV y EH Bildu. En las elecciones municipales y forales del 28-M se volverá a comprobar. El partido de Ortuzar se presenta con los sondeos a su favor, abriéndole la capacidad de reeditar los gobiernos que ya ocupa en las principales instituciones del País Vasco.

Estatuto de 1979 incumplido

Por su parte, EH Bildu también ha visto cómo relegar los mensajes que en el pasado centraron su actividad política hoy le aporta buenos resultados. Ni siquiera no haber afrontado su responsabilidad histórica por su pasado de apoyo a la violencia parece pasarle factura. Frenar su apuesta soberanista y pasar rápido la página de su apoyo a ETA han convivido en estos años de política española de EH Bildu. Sin duda el fin de la política de dispersión de los presos de la banda terrorista se ha convertido en su prioridad. Otegi llegó a afirmar que estaba condicionado por una suerte de "presupuestos por presos" para apoyar las cuentas de Sánchez. Hace apenas diez días Interior culminó el acercamiento de los últimos presos de la banda a cárceles vascas.

También la cuestión penitenciaria se ha convertido en una de las principales compensaciones del PNV por su apoyo al Gobierno de Sánchez. Una contraprestación insuficiente si se tiene en cuenta que el gran objetivo del PNV, tras haber renunciado a la aprobación de un nuevo estatus vasco de relación con España esta legislatura, era ver culminado el traspaso de las materias pendientes del Estatuto de Gernika de 1979. Los sucesivos acuerdos con el Gobierno, en muchos casos como pago a un apoyo presupuestario, se han ido incumpliendo. Aún hoy restan decenas de competencias que para finales de 2020 debían haber estado cedidas al Gobierno vasco, según los primeros compromisos.

Ahora se abre un nuevo tiempo incómodo para el nacionalismo vasco y su aspiración por una 'patria' vasca. El riesgo de que las divisiones en la izquierda puedan tener efectos negativos en los resultados de las elecciones generales de diciembre y propiciar un gobierno PP+Vox obligaría a recomponer alianzas y planes estratégicos. El PNV ya se entendió con Aznar y con Rajoy. Por ahora afirma que respalda y respaldará a Sánchez si tiene opciones de mantenerse en el poder. La izquierda abertzale tiene esa puerta cerrada. Sin embargo, ya ha elegido aliado a la izquierda de la izquierda y no es Yolanda Díaz. Su sintonía con Podemos no le ha valido en el Gobierno de España para situar el camino hacia una patria vasca en el debate político y parece complicado que, por ahora, pueda volver a hacerlo.