La primera mujer en ocupar una plaza de catedrática en una universidad europea nació en Atienza, en 1484; se llamaba Luisa Medrano y la universidad en cuestión fue la de Salamanca.
Pocos conocen su historia y nadie hasta la fecha ha podido recuperar documentos escritos que se le atribuyan: ni una nota, ni un legajo, ni una firma de su puño y letra ha trascendido hasta nuestros días.
Nos preguntamos quién fue aquella mujer, a través de qué medios llegó a sentar cátedra a los veinticuatro años (con toda probabilidad en sustitución de Antonio de Nebrija) y por qué nada se ha sabido de ella.
La primera mujer en ocupar una plaza de catedrática en una universidad europea fue Luisa de Medrano
Luisa Medrano (Lucía según su mención) fue referenciada por Lucio Marineo Sículo, catedrático de origen italiano que asistió a su disertación y quedó impresionado por su elocuencia. Él decía de ella que había trabajado con diligencia y aplicación no la lana sino el libro; no el huso sino la pluma; no la aguja sino el estilo. A ella también la nombra el por entonces rector de la universidad Pedro Torres en el libro de claustro. Ambos testimonios dan fe de su paso por Salamanca: dos documentos escritos por terceros ¿y si Luisa pudiera hablar?
Luisa de Medrano Bravo de Lagunas y Cienfuegos permanece en silencio desde su muerte en 1527, a los cuarenta y tres años y sin descendencia. Siendo una niña, la antepenúltima de nueve hermanos, había perdido a su abuelo y a su padre en la batalla de Gibralfaro, durante la conquista de Granada. Tras aquella desgracia su madre y su hermana mayor fueron enviadas a la Corte para trabajar al servicio de la reina Isabel la Católica, porque eran una familia noble, protegida y con no pocos privilegios. Esos mismos privilegios son los que llevarían a Luisa a alcanzar las aulas de Salamanca.
Eran una familia noble, protegida y con no pocos privilegios, como el que le llevó a alcanzar las aulas de Salamanca
Podríamos preguntarnos si el silencio que ha borrado a la primera catedrática de la memoria de los tiempos puede llegar a ensordecernos o si es posible seguir conviviendo con él. Hasta ahora nada ha sucedido pero es el momento de alzar la voz, por ella y por todas las que fueron y se olvidaron. ¿De dónde surge ese silencio? ¿Quién ha callado el recuerdo de Luisa Medrano para siempre?
Considerar la figura de Luisa como un primer vestigio de protofeminismo es quizás atrevido aunque puede intentarse. Ella llegó a un lugar reservado para hombres, jugó las mismas cartas que ellos y se hizo valer. Sin embargo, por mucho que queramos, desde el siglo XXI no vemos las cosas como se veían en el siglo XVI: los conflictos de Luisa probablemente fueran de índole mucho más mundana y menos consciente de su individualidad como mujer de lo que nos gustaría pensar en la época del empoderamiento femenino. Ellas entonces se dedicaban a la familia o se dedicaban a Dios y si esta segunda era la opción que tomaban, entonces podrían acercarse a los estudios, porque para otra cosa no iban a servir.
La Reina Isabel la Católica fue su protectora pero murió dos años antes de que De Medrano sentara cátedra
Luisa no fue religiosa, no hay registros de su permanencia ni vinculación a ningún convento como sin embargo sí que los hay de tres de sus nueve hermanos. Ella se benefició de los privilegios de pertenecer a una familia protegida por la realeza, los cuales favorecieron el desarrollo de sus capacidades intelectuales: estudió y apuntó hacia la universidad, llegó allí donde ninguna mujer había llegado y justo dos años antes de alcanzar esa cota académica y sentar cátedra, su protectora Isabel la Católica falleció.
Quedaba por tanto a expensas del tratamiento que iban a darle los hombres que por entonces tomaban las decisiones, sin respaldo, sin el amparo de una reina que tanto hizo por las mujeres que la rodearon (cuentan que además de insistir en la formación intelectual de las nobles a su servicio, Isabel se esforzaba por encontrarles marido a todas y casarlas con nobles de su entorno; una seguridad garantizada en el siglo XVI que esperemos, sea del todo absurdo trasladar a nuestros días).
Recrear la vida de Luisa de Medrano supone un reto a la memoria e implica ganarle la batalla a todos los que se esforzaron por borrarla con su silencio. Luisa existió e igual que otras muchas, fue capaz; Luisa llegó allí, a ocupar esa cátedra gracias a un apoyo fundamental que hizo posible quebrar normas y tradiciones, leyes y prejuicios en contra de las mujeres. Pero no fue la única y como ella, tantas otras hubieran podido ser, estamos seguros.
Que nunca más se escuche ese silencio, por Luisa y por todas.
María López Villarquide es doctora en Documentación y Análisis Cinematográfico y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado La catedrática en Planeta de Libros.
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