Don Juan Carlos llega este miércoles a España en el jet privado de la empresa angoleña Bestfly prestado para la ocasión por su amigo, el jeque Mohamed bin Zayed, presidente de Emiratos Árabes Unidos.

Aterrizará en Vigo procedente de Londres, donde el emérito supuestamente mantuvo un almuerzo privado el martes con el rey Carlos III, y tras pasar, de eso sí hay constancia, por el palco del estadio de Stamford Bridge, donde presenció el partido del Chelsea contra el Real Madrid.

El padre del Rey permanecerá en España hasta el domingo, pero no tiene previsto ningún encuentro con Felipe VI; no sabemos si hablarán por teléfono, cosa que no suelen hacer.

Zarzuela ha remarcado de manera extraoficial dos aspectos de este viaje: en primer lugar, que se trata de una visita privada, que habría que enmarcar en la "normalidad", y, en segundo lugar, que, a diferencia del viaje a Sanxenxo que se produjo el año pasado, esta vez no habrá encuentro familiar en la residencia de los reyes... ni en ningún otro sitio. Lo que deja en evidencia que la relación entre Felipe VI y el emérito sigue rota y que no se ha producido ningún cambio sustancial desde que don Juan Carlos abandonara España en agosto de 2020.

El padre del Rey no tiene en estos momentos ninguna cuenta pendiente con la Justicia y ha regularizado su situación fiscal tras el pago de más de 5 millones de euros a Hacienda. No hay, por tanto, impedimento legal para que venga cuantas veces quiera, o incluso para que, si lo decidiera, se viniera a vivir a España, aunque eso acarrearía otros problemas logísticos y de seguridad.

Don Juan Carlos no se ha instalado en Abu Dabi porque Moncloa o Zarzuela le hayan pedido que no vuelva por aquí, aun siendo evidente que ni a Sánchez ni a Felipe VI les viene bien que se convierta en foco de atracción pública. No. La decisión de permanecer a 7.500 kilómetros de distancia de Madrid le corresponde sólo y exclusivamente a él.

En Abu Dabi don Juan Carlos vive a cuerpo de rey. Tiene una residencia de lujo donde recibe frecuentes visitas de sus hijas y nietos y en la que también ha sido visto uno de sus vecinos, el traficante de armas hispano libanes Abdul Rahman El Assir, en busca y captura por fraude fiscal a la Hacienda española por casi 15 millones de euros.

Allí no tiene que dar cuentas a nadie. Disfruta de su fortuna y no tiene por qué ocultarse. Es una situación que no se daría en España y probablemente en ningún país fuera del Golfo Pérsico. Es, por tanto, un autoexilio con el que todos ganan.

Don Juan Carlos vive en Abu Dabi porque quiere. Allí no tiene que dar cuentas a nadie de su elevado tren de vida. Lo relevante es que Felipe VI se ha hecho acreedor del respeto de la mayoría de los españoles porque le ha devuelto a la Corona la dignidad que había perdido

A diferencia de lo que ocurrió con su primera visita en mayo de 2022, que despertó una enorme expectación, esta vez habrá menos exposición pública, tal vez menos cobertura mediática. Y, sobre todo, como apuntaba antes, no habrá comida en Zarzuela, ni encuentro privado con Felipe VI. También ha perdido fuerza la leyenda de su sacrificio para no perjudicar a su hijo. Los que le siguen viendo como un rey desterrado son cada vez menos.

Podemos hará ruido, se agitarán banderas republicanas en algunas plazas. La izquierda radical quiere identificar el triste legado de un Monarca que fue el artífice de la Transición con la muerte política del régimen del 78. Pero lo que ha sucedido desde que se constataron sus andanzas hasta ahora es que la figura de su hijo se ha ideo acrecentando. Felipe VI es ahora acreedor del respeto de la mayoría de los españoles y no por haber heredado la Corona de su padre, sino porque ha sabido ejercer su función constitucional con dignidad y altura de miras.

Me imagino que Iñaki Gabilondo todavía se estará partiendo de risa tras escuchar que sería el candidato a presidente de la República de la que aparece como esperanza blanca de los partidos a la izquierda del PSOE, la vicepresidenta Yolanda Díaz. Si la Monarquía ha podido sobrevivir a los años de la vergüenza protagonizados por don Juan Carlos, es que tiene vida para rato. Por eso, ahora la visita del emérito no deja de ser un asunto irrelevante, más propio de las revistas del corazón que de los medios políticos. España ya ha pasado página.