El próximo 30 de septiembre es una fecha marcada en rojo en el itinerario del Banco Central Europeo (BCE). Ese es el día fijado, a priori, para dar carpetazo al programa de compras de deuda (QE) de la institución. Es cierto que existen altas probabilidades de que la medida se prolongue aún por unos meses, pero pocos dudan de que 2018 será el año del fin del (QE) y el inicio de la normalización monetaria.
"Esperamos que, en los próximos trimestres, el BCE dé pasos más firmes hacia la retirada del estímulo, con el final de las compras netas de activos a finales de 2018 y las primeras subidas de tipos a mediados de 2019", apunta Adrià Morrón, analista de CaixaBank Research.
Aunque esperado, el paso el paso representa un cambio de notable calado en los mercados. Después de casi cuatro años de estímulos extraordinarios y con casi 2,5 billones de euros de inversión, el BCE se ha convertido en un actor imprescindible de los mercados europeos.
España ha sido, sin duda, uno de los grandes beneficiados del QE. El país, que hace menos de seis años se asomó al precipicio del rescate financiero, muestra actualmente unos costes de financiación en los niveles más bajos de su historia, que no serían explicables sin tener en cuenta la actuación del banco central y que han supuesto un notable ahorro a las arcas públicas en los últimos años.
El BCE ha comprado 238.498 millones de euros de deuda española desde el inicio del 'QE'
El organismo que preside Mario Draghi ha adquirido desde el inicio del programa 238.498 millones de euros de deuda pública española, unas cifras que le hacen poseedor de casi un 25% de la deuda del Tesoro español, que contabilizaba 985.169 millones de euros, a cierre del mes de marzo. Uno de cada cuatro euros en bonos españoles está en manos del BCE.
¿Pero qué pasará cuando el BCE inicie su retirada de los mercados? ¿Existe el riesgo de que la estabilidad de la deuda española pueda verse comprometida?
Lo primero que recalcan los expertos, a este respecto, es que el adiós del BCE a los mercados no será brusco sino muy progresivo. Cuando deje de comprar deuda neta, seguirá reinvirtiendo lo destinado en bonos que lleguen a su vencimiento, manteniendo estable durante un tiempo la deuda en su balance, antes de iniciar su reducción, una fase en la que se haya inmersa desde el pasado septiembre la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).
Del mismo modo, el inicio de las subidas de tipos de interés en la región está previsto que sea un proceso prolongado y gradual para evitar desestabilizar la situación actual. "La autoridad monetaria no quiere dañar la actual fase de expansión cíclica y por este motivo será muy cautelosa a la hora de retirar los estímulos", explica Rosa Duce, economista jefe de Deustche Bank en España, quien augura por ello que "el impacto previsto no sólo para los títulos españoles, sino en general para todos los títulos europeos, es una previsible subida de las rentabilidades, aunque progresiva".
Esta situación, en un entorno de crecimiento económico como el que viene experimentando Europa en los últimos tiempos debería resultar manejable para las finanzas públicas de la región, incluidas las de España.
"Con la suma de un escenario macroeconómico positivo y la gradualidad de la retirada del BCE, desde CaixaBank Research esperamos que las primas de riesgo se mantengan contenidas y que las condiciones financieras de la eurozona y, en particular, de los países de la periferia sigan siendo acomodaticias pese a la retirada del estímulo monetario", sugiere Morrón, quien resalta que en los últimos meses, pese a las señales que ha ido dando Draghi de un próximo fin de los estímulos no se ha producido un repunte reseñable de las primas de riesgos.
El papel del BCE
¿Pero si fallara alguno de estos elementos? ¿Un deterioro de las condiciones económicas o una situación que obligara a los bancos centrales a acelerar las subidas de tipos podría dar al traste con este escenario favorable? Lo cierto es que el mercado ya ha dado varias muestras de su inquietud ante un hipotético repunte de la inflación que obligue a los bancos a endurecer las condiciones monetarias a un ritmo mayor al previsto. De hecho, esa fue la principal justificación del descalabro que sufrieron las bolsas a inicios de febrero.
"Ciertamente, ese sería uno de los principales riesgos, pero actualmente no hay nada que indique que se pueda producir. La inflación sigue sin dar señales de reactivarse y el BCE cuenta con margen para gestionar la situación", observa Víctor Echevarría, analista senior de macroeconomía y mercados financieros en Analistas Financieros Internacionales (AFI).
Más peligroso podría resultar un cambio de sesgo en el seno del banco central. El actual presidente, Mario Draghi, ha mostrado casi desde el inicio de su mandato, en octubre de 2011, ha sido el principal artífice de la política de estímulos, pieza clave en la recuperación de la economía europea.
El BCE debe ser cuidadoso con la retirada de los estímulos para no desestabilizar el sistema
Pero su mandato llega a su fin en octubre de 2019 y para sustituirle suena con fuerza el nombre del alemán Jens Weidmann, considerado uno de los hombres más críticos con las posturas de Draghi y mucho más partidario de normalizar cuanto antes la política monetaria en Europa. El próximo mandatario tendrá como segundo de a bordo al exministro español Luis de Guindos, que asumirá la vicepresidencia del banco central el próximo 1 de junio.
En cualquier caso, "para el BCE deshacer esto es muy complicado. No se puede hacer a lo bruto porque podría desestabilizar el sistema. Además de España hay otros muchos países que tienen un nivel de dependencia muy alto, por eso el proceso de normalización durará muchos años", considera Jorge Ceballos, responsable de distribución de renta fija de Beka Finance.
Lo que parece indiscutible es que el futuro de las rentabilidades de los bonos en España y en Europa en general apunta al alza. Para un país con casi un 100% de deuda pública sobre el PIB, cualquier alza de los costes de la deuda resulta un obstáculo considerable. Y es que si a los niveles de deuda actuales se le aplicara el coste medio de 2014, antes del inicio del QE, el gasto del Estado en intereses de la deuda se elevaría en casi 10.000 millones de euros al año.
Aún así, Echevarría ve difícil fijar un nivel de tipos a partir del cual la situación pudiera volverse peligrosa para la estabilidad de la deuda española. "La solvencia del país depende de más factores que el coste de la deuda, como es el crecimiento de la economía, el déficit público...y estos factores ahora mismo son bastante positivos", explica.
En la misma línea, Duce descarta el riesgo de que la deuda española vuelva a situarse en el foco de las dudas de los inversores. "La clave para que la deuda sea sostenible a medio plazo es que no se convierta en explosiva. Para que esto ocurra, tiene que producirse una subida descontrolada del déficit público año tras año, a la vez que un fuerte incremento de los intereses exigidos a la deuda. No creemos que ninguno de estos factores se vayan a producir en España", observa.
Atraer nuevos inversores
Para minimizar los riesgos, no obstante, España se enfrenta a una tarea clave: encontrar inversores que sustituyan al BCE a la hora de comprar sus bonos. En esta línea se enmarcan, por ejemplo, las sucesivas colocaciones sindicadas que ha ido realizando el Tesoro en los últimos tiempos, que permiten ampliar la base de inversores, con un fuerte peso internacional. Y en esta misión, las recientes subidas de rating que ha ido encadenando el país le sitúan en una buena posición para atraer a los inversores internacionales.
"La subida del rating de nuestro país es la respuesta a la confianza en nuestra economía, y en especial, a un modelo de crecimiento que nada se parece al existente antes de la crisis financiera. Las reformas estructurales han dado su fruto y esto es lo que perciben los inversores. De ahí las subidas en el rating y la rebaja en la prima de riesgo española. Los inversores extranjeros confían además en España, y ello se percibe en el hecho de que actualmente un 45% de nuestra deuda está en manos de no residentes", observa Duce.
Las últimas subidas de rating facilitan el interés de inversores internacionales en bonos españoles
Como explica Ceballos, además, las últimas alzas sitúan ya la calificación crediticia de España en niveles de A, los reservados a la deuda más solvente. "Con estas notas se nos abren las puertas de grandes carteras de inversión, especialmente de Oriente Medio y Asia, que tienen unos criterios de inversión más restrictivos y sólo invierten en bonos con altas calificaciones. Esto va a generar más demanda", observa.
Además, el experto de Beka Finance sugiere que la banca española podría ser el inversor que tome el relevo del BCE, cuando éste empiece a desprenderse de la deuda española. Y es que el sector financiero nacional, que llegó a atesorar casi un tercio de la deuda pública, ha ido reduciendo en los últimos años su participación, hasta situarla por debajo del 19%, actualmente.
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