Hubo un tiempo en el que los diputados, concejales y parlamentarios llegaban en furgón policial hasta el salón de plenos. Ocurrió durante años en Euskadi en los tiempos en los que la izquierda abertzale jaleaba a ETA y utilizaba a sus presos como propaganda electoral. Las instituciones para la antigua Herri Batasuna eran más un altavoz que un ámbito de gestión y defensa de derechos básicos. Ese mundo, como hoy, los utilizó para movilizar a sus bases. Decenas de presos de la banda terrorista ocuparon un lugar en las listas electorales y muchos de ellos llegaron a lograr escaños, cargos e incluso aspiraron a ser lehendakaris o presidentes de comunidad autónoma en penos de investidura.
El 28-M la izquierda abertzale lo volverá a hacer, ahora sin ETA y bajo nuevas siglas: EH Bildu. Esta vez serán 44, siete de ellos con condenas por asesinato. En caso de salir elegidos, ninguno de ellos acudirá escoltado desde la prisión y en furgón policial. Todos ellos están libres tras haber cumplido sus condenas, en algunos casos muy severas. Ayer desde EH Bildu se recordaba que todos ellos tienen intactos sus derechos para concurrir a las elecciones. Incluso desde el PSOE se recordó que años atrás fue el propios presidente José María Aznar quien defendía que "tomar posesión de un escaños siempre es preferible a empuñar las armas".
Durante años HB y sus siglas sucesoras recurrieron a miembros de ETA presos. Internos recién arrestados, en prisión preventiva y con sus derechos aún sin alterar al no haber sido sentenciados. La mayor parte de ellos terminarían siendo condenados y obligados a renunciar a sus escaños y actas, los menos, tras ser absueltos, mantuvieron el sillón. En la larga historia de ETA y su entorno existen episodios en los que se recurrió a miembros que llegarían a ocupar la cúpula de la organización terrorista. Sin duda, el caso más sorprendente es el de Josu Urrutikoetxea, alias ‘Josu Ternera’.
El histórico miembro de ETA ocupó primero una concejalía en su municipio, Ugao Miraballes, y más tarde dio el salto al parlamento autonómico. En la lista de parlamentarios de la legislatura 1998-2001 ‘Ternera’ aparece justo debajo de Iñigo Urkullu en la lista alfabética de representantes parlamentarios. En 1999 fue elegido para presidir la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara. Repitió como candidato la siguiente legislatura. En 2003 huyó tras ser imputado como responsable del atentado contra la casa cuartel de Zaragoza en 1987. No fue detenido hasta 16 años después y aún mantiene causas abiertas.
Candidatos a lehendakari
En ese mismo parlamento se vivió uno de los episodios más sorprendentes de la nutrida lista de candidatos de presos de ETA en los que históricamente se ha apoyado la izquierda abertzale. Ocurrió el 27 de febrero de 1987 durante el pleno de investidura. El preso preventivo de ETA, Juan Carlos Yoldi, fue elegido como candidato de HB para disputar la candidatura a lehendakari de José Antonio Ardanza (PNV). La víspera, la formación radical le había entregado en prisión el discurso que debería leer. Lo hizo en la prisión de Nanclares de Oca, a la que fue trasladado. Antes de aprobar su traslado, la Justicia debió pronunciarse sobre su derecho a moverse con libertad o no dentro de las instalaciones parlamentarias. El visto bueno, al tratarse de un preso preventivo, le permitió mantener encuentros con su familia dentro del Parlamento. Finalmente, Yoldi fue condenado a 25 años por pertenencia a ETA. En 1988, un año después de haber recogido su acta de parlamentario, el preso de la banda tuvo que renunciar a ella.
Seis meses más tarde, en Navarra, otro preso acusado de pertenencia a ETA protagonizó un episodio similar. HB propuso a Guillermo Arbeloa como su candidato a optar a la presidencia del Ejecutivo foral. En el pleno de investidura, al que también optaba el socialista Gabriel Urralburu, Arbeloa llegó a solicitar una negociación política entre el Gobierno y la banda terrorista. La coalición abertzale logró siete asientos y en la lista electoral Arbeloa ocupó el sexto puesto. En un juicio ‘expres’ celebrado esos días por la Audiencia Nacional fue absuelto. Sin embargo, años después terminaría condenado a 23 años de cárcel por depósito de armas. Arbeloa se desmarcó de ETA y HB tras el asesinato del concejal del PP en San Sebastián, Gregorio Ordóñez en 1996.
Josu Urrutikoetxea no es el único jefe de ETA que llegó a ejercer como político. José Ignacio Zabaleta, alias ‘Baldo’, fue otro veterano de la banda que llegó a la cúpula de la organización, como responsable ‘militar’ de la misma en uno de los periodos más duros de la violencia etarra. En 1990 fue detenido en Biarritz. Casi una década después ocuparía un puesto de concejal de Euskal Herritarrok (EH) en Hernani. ‘Baldo’ pasó 29 años en prisión condenado por crímenes como el atentado de Zarauz de 1980 en el que fallecieron cinco personas, cuatro de ellas guardias civiles. A su salida de la cárcel en julio de 2019 fue recibido con un ‘Ongi Etorri’ en su municipio.
Jefes de ETA con escaño
En aquella cita local la izquierda abertzale había incluido a 28 presos de ETA en sus listas, entre las que se encontraban ‘Josu Ternera’ y ‘Baldo’. Las tomas de posesión de sus actas se desarrollaron en un clima de tensión e incidentes en muchos casos. Las elecciones municipales anteriores, las del año 1995, fueron un claro ejemplo de la utilización que de los presos ha hecho históricamente la izquierda abertzale. En aquella convocatoria HB incluyó en sus planchas electorales hasta 23 presos de ETA que resultarían elegidos como concejales. En Bizkaia ocho internos de la organización obtuvieron acta –en Basauri, Getxo, Urduliz, Igorre, Santurtzi, Portugalete, Elorrio y Barakaldo-, en Gipuzkoa la lograron nueve presos de ETA –Andoain, Azkoitia, Basauri, San Sebastián, Oiartzun, Ordizia, Oñate, Pasaia y Soraluze) y otros cuatro en Navarra (Vera de Bidasoa, Barañain, Pamplona y Burlada).
La presencia de presos también fue una realidad en las listas electorales de 1992. En localidades como Rentería, el preso José Manuel Ugartemendia tomó posesión de su acta como concejal escoltado por la Ertzaintza el 7 de mayo. Apenas un año después, el 11 de mayo de 1993, fue puesto en libertad y huyó. Volvió a ser detenido en 2005, tras lo cual le fue impuesta una condena de seis años. Obtuvo la libertad en 2011.
La larga historia de presencia en instituciones públicas de presos de ETA ha provocado incluso situaciones como la vivida por Pilar Elías, miembro del PP, quien cerraba la lista de los populares por Gipuzkoa en las autonómicas de 2016. Aquel año, la miembro de ETA, Elena Beloki también concurría a los comicios tras haber abandonado la prisión hacía sólo dos semanas. Elías, viuda de Ramón Baglietto, concejal de UCD asesinado por ETA en 1980, sabe bien lo que es convivir con el entorno de la banda. No en vano, en los bajos de su casa, Kandido Azpiazu, condenado por el asesinato de su marido, no dudó en instalar un negocio de cristalería.
Ahora, en 2023 la historia se repite. La coalición EH Bildu ha vuelto a fijarse en exmiembros de ETA, esta vez en libertad, para engrosar sus candidaturas en las elecciones municipales y forales del 28-M.
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