Cuando hace siglo y medio Julio Verne imaginó en Ayer y Mañana el periodismo en el año 2889 vislumbró un futuro en el que la gente ya no leería el periódico. En este milenio no harían falta rotativas ni imprentas. Y en eso todo apunta que acertó. Imaginaba un futuro en el que los periodistas llamaríamos por una especie de "periodismo telefónico"en el que con un fonoteléfono los abonados conversan personalmente con los reporteros para contarles personalmente las noticias. En realidad, también en eso dio en clavo. Si en el siglo XIX y XX llegaban a través del papel, ahora las noticias las encontramos, fundamentalmente, en el teléfono. Aunque no de viva voz como imaginó Verne, sino digitalmente. Más del 70% de los lectores de El Independiente leen este medio a través de su móvil.
Lo que el visionario escritor no alcanzó a prever fue que en el futuro la información pudiera ser gratuita además de digital. A diferencia de los abonados de los "gabinetes fonográficos" que inaginaba Verne, la mayoría de los actuales consumidores de medios online, no suelen pagar por estos. Tan solo el 9% pagó por noticias digitales en 2016, según el informe DigitalNewsReport 2017. La publicidad, además, no remonta porque se va a las redes sociales como Facebook, que es donde más tiempo pasan los lectores. Y los anunciantes, esto no ha cambiado desde tiempos de Verne, siempre van donde está la gente. En 2017, los medios más utilizados por la audiencia fueron: la televisión (77%), las redes sociales (58%), los periódicos digitales (53%) y los diarios impresos (48%). Y este último es el único formato incompatible con el smartphone.
El periodismo está en una encrucijada de la que depende no solo el futuro de este negocio, sino de cómo va a informarse la sociedad del futuro. "El negocio del papel está en retirada y en el negocio digital aún no ve claro el modelo", resume Miquel Pellicer, profesor de Comunicación Corporativa en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autor del libro La Comunicación en la era Trump.
Los digitales lo tienen complicado, pero a los medios impresos los expertos ya los dan por insostenibles a medio plazo. "Los medios exclusivamente digitales sufren la incertidumbre de un modelo de negocio que aún no está claro, pero cuentan con la ventaja de no tener deudas ni la presión de un producto impreso en declive que dispara los costes fijos", explica firma Alfonso Vara, subdirector del Máster en Gestión de Empresas y Comunicación de la Universidad de Navarra. "Los medios tradicionales se encuentran ante la paradoja de que la mayor vía de ingresos es el papel, pero su distribución se está desplomando y paradójicamente son los que menos futuro tienen".
Los periódicos impresos han perdido más de 850.000 seguidores solo en 2017, según el EGM. Hay 9,6 millones de lectores diarios, según las cifras oficiales, la mitad que hace 10 años. "Lo que pierde el impreso no lo compensa lo que crece el principal y además los tres grandes grupos españoles que mayores inversiones podrían hacer para reinventarse, Vocento, Unidad Editorial y Prisa, arrastran una deuda enorme que cuestiona su viabilidad", añade Vara.
¿Pagaremos por leer noticias online?
En el fascinante relato que Julio Verne hace de la jornada de un periodista en el siglo XXIX, la información no solo viaja por teléfono, también existe la fotografía a color y fototelegramas que recuerdan a las redes sociales. Pero también retrata a un magnate de los medios, Francis Bennet, el dueño del Earth Herald que con su innovación del periodismo telefónico se enriquece hasta amasar la mayor fortuna de la Tierra. En el futuro que vivimos hoy, sin embargo, los medios digitales no son ningún negocio boyante. Ni lo serán mientras continúen siendo gratuitos.
"Es el momento para empezar a construir un modelo de pago", afirma Pepe Cerezo, consultor de medios en Evoca Media y autor del libro de próxima publicación Los medios líquidos. La transformación del modelo de negocio. "Hay poco tiempo más para pensárselo porque sin pago los medios digitales no van a ser viables. No podemos esperar a que la inversión publicitaria remonte porque no hay un trasvase directo ni va a remontar mucho más. Pronto veremos proliferar sistemas de pago a medios digitales porque el mercado lo necesita, aunque no va a ser fácil convencer al usuario", reconoce.
La clave para que el usuario esté dispuesto a pagar, según estos expertos, es que el contenido que se les ofrece marque la diferencia respecto a lo que encuentran gratis online. "Hasta ahora los digitales habían apostado por un modelo de negocio pensado para generar grandes audiencias, forzando titulares para aumentar la cantidad de clics, pero hay que volver a la calidad, a lo que la gente está dispuesta a pagar", insiste Cerezo. "Y en un mundo saturado de información gratuita hace falta invertir mucho en calidad para diferenciarse. Los medios anglosajones a los que les está funcionando el modelo de pago tienen equipos de 10 y 12 personas solo para vídeos".
"Poner muros de pago con el mismo tipo de contenido que te puedes encontrar en abierto no es la solución", advierte Pellicer ante los rumores de que las grandes cabeceras del panorama nacional podrían estar preparando cerrar parte de sus contenidos en los próximos meses. "Hay que diversificar contenidos y servicios, con platós de televisión y estudios de radio. Hay que diversificar también la relación con la audiencia, porque un medio es mucho más que un proveedor de noticias, y favorecer la idea de los micropagos".
Nos habíamos acostumbrado a que la información fuera gratis online, sin darnos cuenta de que lo que era gratis también era la desinformación. En el último año, el auge de las noticias falsas y los bulos virales, cuyo escándalo ha llegado incluso a cuestionar en el Congreso de EEUU hasta qué punto pudieron determinar la victoria de Donald Trump, se ha consolidado como una de las grandes amenazas del periodismo. Pero tal vez sea su gran oportunidad.
Ante la abundante desinformación y la saturación de noticias, el servicio al que muchos expertos en medios ven más futuro es el de aquellas cabeceras que no solo tengan la credibilidad que la red está perdiendo, sino que además les seleccionen lo relevante entre tanto ruido. "Una selección de buenos temas de calidad entre todo el marasmo que certifique tener buenas fuentes será cada vez más valorado", afirma Vara.
El porcentaje de españoles dispuestos pagar por noticias digitales está estancado en el 9%. Y los que tienen intención de pagar en el futuro cayeron el año pasado del 18% al 11%. Pero esto no es necesariamente una mala noticia si se pone en contexto. os que compran sólo diarios impresos cayeron en 2017 del 48,3% al 35,2%, pero según Diginews se mantiene el porcentaje de internautas duales (7%), que pagan por noticias impresas y digitales. "La gente que está dispuesta a pagar por la información está estimado en torno al 10% de la población, pero es un porcentaje similar a la gente que pagaba por leer en papel", afirma Vara. "El periódico en el quiosco también lo compraba habitualmente una minoría de la población y al resto le bastaba con el telediario. Tampoco hemos cambiado tanto".
"Ahora que el mercado de información es hiperabundante, la gente no va a pagar por lo que puede encontrar gratis en Google", sentencia Pellicer. "No es que no valoren el coste de hacer periodismo, pero hay que ofrecerles algo diferente para que estén dispuestos a pagar. Los sistemas de suscripción no tienen por qué ser a todo el contenido. Varias plataformas seleccionan contenidos de varios medios y pagas por artículos, como Bendle, un proyecto holandés que es como un Spotify de los medios".
"Si tienes aspiraciones de que alguien te pague por leerte, tienes que conocer muy bien a tus lectores", añade Pellicer. "A los suscriptores digitales hay que mimarlos mucho y resolverles necesidades concretas. No solo es cuestión de darles noticias, también sabérselas seleccionar. Ahorrarles tiempo y hacerlos sentir especiales".
Spotify de los medios
"El ecosistema digital a nivel mundial no puede vivir solo de la publicidad", dice Cerezo. "Los años en que esto ha sido gratis eran un espejismo. Alguna vez le diremos a nuestros hijos que conocimos un internet que era gratis. El ecosistema digital está buscando nuevos sistemas de pago, pero no se le pueden aplicar las mismas normas del mundo offline", añade Cerezo. "La dicotomía no puede ser o pago o publicidad. Tienen que convivir ambas y combinarlo con el valor del dato de la suscripción para enriquecer la publicidad".
La cuestión está en cuánto cobrar y, sobre todo, por qué servicios. The New York Times y Financial Times y Wall Street Journal tienen múltiples vías de ingresos, además de las fuentes tradicionales como la publicidad. The New York Times empezó teniendo un muro de pago que dejaba 20 noticias en abierto para todos y a partir de ese número de clics invitaba a suscribirse para seguir leyendo, pero rectificó. "Ahora el varía y depende del perfil de cada lector", explica Cerezo. "Utiliza modos de agregación que van variando según qué noticias le interesen. No a todo el mundo se le tiene por qué cobrar lo mismo".
Wall Street Journal y Financial Times cobran a sus usuarios en función a lo que utiliza cada uno. Perfilan a sus usuarios y les ofrecen promociones dependiendo de coóo navegan. A los menores de 25 años y a los interesados en la información bursátil no les pregunta lo mismo. The Guardian tiene diferentes tipos de filiación: diferencia entre fans, socios, miembros y suscriptores. No todo el mundo está dispuesto a pagar lo mismo así que da un modelo flexible que deja libertad para que los lectores elijan su nivel.
Ningún estudio de mercado confía en que el usuario medio acceda a estar suscrito a 10 medios diferentes, por eso en la industria se está prestando mucha atención a modelos como el de Scroll. Esta plataforma, que se promociona con la frase "El periodismo no debería depender de los clics", está tejiendo alianzas con medios internacionales como The Atlantic y Business Insider, para que la gente seleccione las noticias de cada medio que más le interesan.
"¿A qué medios digitales les va mejor? A los que ofrecen un producto muy diferenciado", afirma Alfonso Vara. Y pone como ejemplo el veterano ElConfidencial.com, fundado en el año 2001, que nació como un medio especializado en noticias económicas, y eldiario.es, que desde su creación en 2012 ha logrado 30.000 suscriptores de pago. "No solo se financia con publicidad, también por sus socios. Esos suscriptores no pagan por leer noticias, sino por apoyar un periodismo que perciben como una causa. No basta tener solo socios ni solo la publicidad. Para que un medio online alcance la rentabilidad es fundamental la variedad de la fuente de ingresos".
"No hay que aspirar a competir con la información general", opina Vara. "Un nuevo medio digital que apuesta por política y economía, sin perder tiempo ni espacio en deportes, sucesos ni celebrities, renuncia a muchos clics, pero cuando tienes recursos limitados es mejor destacar en algún aspecto concreto porque para lo demás existen otros medios".
La paradoja de las 'fake news'
Las fake news y la posverdad está haciendo crecer la crisis de credibilidad de los medios en un contexto político muy polarizado. "Hemos salido de una crisis donde la gente está muy predispuesta a creerse las falsas noticias"”, explica Miquel Pellicer. "Es un fenómeno global que vemos en la Inglaterra del Brexit, en España con el procés, en EEUU con Trump, en Francia con la extrema derecha, en general con el fenómeno migratorio. La gente tiene una actitud más predispuesta a creerse sus propias mentiras”.
Sin embargo, aunque las fake news estamos acostumbrados a verla como la gran amenaza del periodismo, pueden paradójicamente convertirse en su salvación. "Siempre ha habido noticias falsas y manipuladas por intereses espúreos", explica Bárbara Yuste, experta en comunicación digital y profesora de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid. “La diferencia hoy es que se puede llegar a más gente y hacer más daño por la rapidez que permiten las redes sociales. Además, a un coste mucho más bajo. Para que alguien pudiera colar una noticia falsa en un medio tenía que invertir muchos recursos. Ahora no hay quien pare una noticia falsa en internet y quienes puedan garantizar que están a prueba de bulos tendrán más valor que nunca para el lector".
Si las fake news empiezan a ser percibidas por la población como la amenaza que realmente son, podrían ser un elemento crucial que revalorice la función del periodismo más clásico. ¿Puede ser la lucha contra las noticias falsas el detonante del cambio de chip para que los lectores más interesados en vivir bien informados vuelvan a pagar por informarse? "Sí, pero solo para ese 10% que ya pagaba antes, porque al resto le seguirá sirviendo lo que encuentra en el telediario", afirma Vara.
Las fake news están además jugando una doble labor de concienciación no solo a los usuarios, entre los que tardará más en generalizarse la preocupación, sino entre las grandes plataformas tecnológicas que han acaparado la inversión publicitaria online en los últimos años: "Las fake news han hecho reaccionar a las grandes plataformas porque ven que los usuarios premium necesitan contenido de calidad y lo que se viraliza necesariamente no lo es", afirma Cerezo. "Los usuarios de más calidad van a informarse a las marcas de referencia, que siguen marcando agenda. Y a las plataformas tecnológicas también les interesa ayudarles a salir adelante porque quieren su credibilidad".
¿Pero estamos o no dispuestos a pagar los usuarios? Ahí los expertos difieren. Cerezo cree que no hay más remedio. Pellicer insiste en que depende del valor añadido, más allá de las noticias, que se dé a los usuarios. Vara recomienda centrar los esfuerzos en un producto diferenciado. Y Ayuso vuelve a las fake news: "Yo no sé si ha madurado el mercado español ha madurado lo suficiente para pagar por la información", reconoce esta profesora experta en medios digitales. "Pero hasta que la sociedad no perciba el peligro de vivir desinformada seguiremos en un bucle difícil de resolver, hace falta mucha pedagogía para entender que la buena información se tiene que pagar".
Cosas más difíciles que parecían imposibles acabaron haciéndose realidad. No hay más que leer a Julio Verne para recordarlo.
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