ETA ha hecho su penúltima campaña de imagen: anunciar que anunciará que se disuelve. El comunicado de lo que queda de la banda añade un insulto a las víctimas: pide perdón sólo a las que ETA considera como daños colaterales de su actividad criminal. Es decir, que deja fuera de su magnanimidad a los miembros de la Policía, Guardia Civil, Fuerzas Armadas, jueces y fiscales, a los que considera parte del conflicto.
Lo que hay que preguntarle a los que firman ese panfleto es sencillo: ¿cambiaría algo en la vida de los ciudadanos si ETA no se disolviera? No. El último atentado etarra se produjo en 2009. ETA no ha dejado de cometer asesinatos, secuestros y extorsiones porque lo haya decidido, sino, sencillamente, porque ha sido derrotada.
ETA no tiene ya armas ni explosivos. Por no tener, no tiene ni militantes. Las fuerzas de seguridad creen que los autores del comunicado son refugiados y ex dirigentes de la organización que ahora viven en libertad. El último dirigente de ETA en activo era Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, alias Ata, fue detenido en Bayona el 20 de mayo de 2010. Tras él, la nada.
Lo que pretende ese rescoldo etarra es hacer creer que la organización ha puesto final a su historia después de 59 años por decisión propia. "Nos disolvemos, porque hemos llegado a la conclusión de que la lucha armada ya no tiene sentido", viene a decir el manifiesto.
Si ETA no se disolviera no pasaría nada, porque ya ha sido derrotada. Otegi y los suyos no tendrán ningún crédito hasta que no condenen agresiones como las de Alsasua
Es el punto y final idóneo para una falsa historia de heroísmo y sacrificio de los modernos gudaris por la independencia del pueblo vasco. Hábiles en la construcción de relatos imaginarios, nadie podía arrebatarles el honor de la auto disolución. Lo cual evita introducir el concepto más terrible para sangrienta historia: la derrota.
Presto a poner en valor el gesto de sus ex camaradas, Arnaldo Otegi ha sentenciado: "Contribuye a la paz, a la convivencia y a la reconciliación". En fin, que hay que agradecérselo.
Sin embargo, lo que está en manos de Otegi y de lo que queda de ETA, que es acabar con el clima de terror en algunos pueblos y ciudades del País Vasco, de eso ni hace mención. ¿O es que Alsasua no tiene nada que ver con la convivencia y la reconciliación?
ETA desapareció hace años pero no la semilla de odio que sembró en la sociedad vasca. Creeremos en su voluntad de paz cuando Bildu condene las agresiones a los guardia civiles de la taberna Koxka, cuando se pueda circular sin miedo por las calles de todas las villas del Goyerri, cuando nadie tenga que ocultar su profesión o su ideología en ninguna ciudad de Euskadi.
Mientras tanto, ETA puede anunciar a los cuatro vientos que ya no existe. Su terrible legado es lo que todavía tardará muchos años en desaparecer.
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