Rocío Medina, una traductora gaditana de 63 años, decide inscribirse en una web de citas británica llamada Silver Elites. Tiene la esperanza de encontrar a un hombre culto e inteligente que le devuelva la ilusión por el amor y de paso le permita satisfacer su anglofilia impenitente. El mismo día, a más de 1.800 kilómetros de distancia, Pip Fox, un cascado lord rural que acaba de cumplir los 68, hace lo propio animado por su ama de llaves, aunque con poca convicción de enderezar una existencia que discurre con más pena que gloria desde la muerte de su tercera mujer. El destino y la tecnología harán que Rocío y Pip se encuentren entre una espesura de perfiles anodinos e inicien una arrebatada relación epistolar.
Estos son los mimbres de Ultimate Love (Círculo de Tiza), el nuevo libro de Dolores Payás. Esta tardía pero brillante escritora proveniente del mundo del cine y la televisión ha publicado en menos de diez años un par de novelas –Adorables criaturas, Solo sombras– y una miscelánea de los años que vivió en Pekín –Desde una bicicleta china–, entre otros títulos. Payás se estrenó tardíamente como escritora con Drink Time! (2013) un ensayo literario dedicado al escritor británico Patrick Leigh Fermor, de quien tradujo varios libros y a quien conoció en su refugio griego de Kardamili.
"La vejez no es para cursis. Tienes que ponerle a la vida un poco de temple y sobre todo de humor"
«Siempre me ha gustado Grecia y venía mucho de vacaciones. Pero al empezar a traducir a Paddy le visité y me enamoré del lugar. Cuando él murió en 2011 yo estaba harta de muchas cosas. Coincidió con una crisis personal brutal. No tenía proyecto vital. Decidí vender la casa que tenía en el campo en Barcelona y me vine para aquí», nos cuenta por Zoom desde el pequeño pueblo en el sur del Peloponeso donde pasa largas temporadas. «No llega ni a pueblo, es una aldea con unas veinte familias, de las cuales la mitad son albanesas. Han repoblado el lugar. Es bonito que vuelva a haber niños en el pueblo. Las abuelas griegas están muy contentas porque la mayoría de gente joven de aquí se fue a Atenas o a Patras».
Pregunta.- Dices que hasta ahora no te habías atrevido a escribir del amor, pero ahora te has metido de lleno.
Respuesta.- Me gusta mucho cambiar de género, lo cual es un quebradero de cabeza para mis agentes literarios. Tenía ganas de echarle mano a la novela romántica, pero he querido hacerlo ahora de mayor, cuando te da igual todo y no te importa hacer el ridículo. Me encanta la ironía y el anticlímax, y por eso quería que fuera precisamente una historia romántica de senectud. Esa ha sido la gracia y la manera de deconstruir el género. La vejez no es para cursis. Tienes que ponerle a la vida un poco de temple y sobre todo de humor. Amar locamente a partir de los 60 tiene sus problemas, sobre todo hidráulicos. Todo eso hay que tocarlo, y hay que hacerlo con cariño, con humor y con naturalidad.
P.- Los inconvenientes físicos no son los únicos, ni siquiera los más importantes en los amores de madurez.
R.- Hay una dificultad de encaje casi ineludible. Cuando tienes 67 años, como tengo yo, tu mundo ya está construido. Si buscas a alguien más o menos de tu edad con la intención de enamorarte, esa persona tiene que ser alguien interesante. Y por tanto tendrá también su propio mundo construido. ¿Cómo encajas tu mundo con el del otro? No es como cuando te enamoras de joven, que puedes construir algo conjuntamente. Es muy difícil construir cosas nuevas a partir de cierta edad. Por eso, de alguna manera, el amor cuando eres mayor es casi una ecuación imposible de resolver. El compañerismo es otra cosa, pero un amor desatado es muy difícil. Yo quería trabajar con estos materiales, y sin que existiera un lamento por el hecho de que no pueda ser. Me parece importante aceptarlo con valentía. Y también reconocer que merece la pena probar, porque la vida es ir probando cosas, abordando proyectos, aunque sepas a priori que no va a funcionar.
P.- En el libro el humor funciona como un bálsamo, como una manera de asimilar ese posible fracaso, de aceptar la imposibilidad de encontrarse con el otro y de que no sea algo trágico.
"Vivir libremente, elegir y hacer cambios temerarios, exige cierto carácter. La libertad es un plato muy fuerte"
R.- Para mí el fracaso sería no intentarlo. No estamos para dar lecciones a nadie, porque cada uno tiene su carácter, pero vivir libremente, elegir y hacer cambios temerarios en la vida exige cierto carácter. La libertad es un plato muy fuerte. Es una palabra muy bonita pero hay que tener estómago. Para mí es muy importante. Y en mi caso se expresa también en la elección y la voluntad de no tener patria, por ejemplo, de no tener sentido de pertenencia. Para muchas personas esto es trágico, pero para mí es euforizante. Tengo ataques de alegría cuando me doy cuenta de que no tengo patria ni cierto tipo de raíces. Pero las raíces aéreas también son peligrosas. Cuando te caes, te caes de muy alto. No tienes red, ni nadie que te recoja, ni nada.
P.- En un momento dado Rocío, la protagonista de Ultimate Love, también habla de raíces aéreas. En este punto es inevitable formular la pregunta un poco banal de cuánto hay de ti en ella.
R.- Hay bastante. Pero no solo de mí, sino de muchas mujeres que conozco, tres o cuatro de mis hermanas, muchas de mis amigas. Es un personaje reconocible, muy pasional, una mujer con un temperamento muy latino. Es de Cádiz, muy española, pero también muy italiana, y muy griega. Muy mediterránea, en definitiva. Hay bastante de mí, entre otras cosas el amor por las palabras. Algo que me convenía mucho, porque la historia necesitaba que ambos fueran amantes de las palabras para construir esa ficción literaria que les lleva a volverse locos el uno por el otro en la distancia. Construyen su amor no con hormonas sino con literatura.
P.- Rocío y Pip se conocen a través de una página de contactos. Describes muy bien la relación de las personas de tu generación con las nuevas tecnologías. ¿Cómo ve alguien que se ha criado y que ha madurado en el siglo XX el mundo de las relaciones del XXI, filtrado por las redes y sometido a esa dinámica binaria y despiadada de likes y dislikes?
R.- Yo soy muy pragmática. Para mí internet es maravilloso. Hace años, el trabajo de traducción de Dickens que acabo de terminar no hubiera podido hacerlo sin instalarme en Inglaterra. Pero internet sin criterio es algo realmente nocivo. Para mi generación ha sido una bendición porque tenemos una formación humanística que nos permite discernir lo bueno de lo malo. Pero está siendo muy dañino para los jóvenes porque no conocen otra cosa. Dicho esto, a mí las redes sociales no me gustan nada. Me parecen un coñazo, una forma de fast food. El anonimato es detestable. Por eso no las uso ni me interesan. Las webs de citas pueden ser más interesantes, y muy prácticas para alguien como yo. A la edad que tengo no voy a ir a patrullar por los bares. A mí lo que me gusta es irme a la cama a las diez con un libro. Además, paso largas temporadas aquí, donde no ves a nadie, salvo a los machos cabríos y a un pope desgreñado que corre por el pueblo de aquí para allá. No tenemos nada más. Yo no podría encontrar a un novio aquí. Internet para eso es muy cómodo. Aunque tiene esa parte descarnada y desagradable. Rechazas a alguien solo porque lleva barba o porque dice dos tonterías. Es la parte terrible y cruel de las páginas de citas.
P.- El día de la presentación de tu libro en Madrid, Pedro García Cuartango señalaba una conclusión del libro que compartía contigo: que la muerte y el tiempo acaban con el amor pero que la vida sin amor no tiene sentido.
R.- Yo creo que los de mi generación nos educamos en la fusión, en la entrega total al otro, en la mística del matrimonio. Todo eso estaba muy presente. Como la idea del amor romántico, el amor cortes… El amor pasional es occidental. Los chinos no aman así. Se reproducen igual que nosotros, claro, pero no aman de ese modo. El amor pasional es una construcción cultural y literaria. Pero es que además en España los católicos, y creo que aún más mi generación, fuimos educados de una determinada manera. Y después está el carácter, claro. Hay gente más o menos fría. Pero el amor pasional es totalmente adictivo. Yo lo vivo como una droga total. El temperamento influye seguro. Las hormonas también, aunque yo ya no tengo hormonas y sigo siendo igual que antes. Cuando no lo tienes se echa mucho de menos. Y los que somos adictos al amor pasional nos convertimos en monógamos en serie. Es decir, cuando con los padres de mis hijas o con los amantes que he tenido el amor pasional se acababa, no me he resignado al compañerismo, el afecto, la fraternidad. Yo necesito lo pasional. Entonces lo he dejado y he buscado otro.
P.- ¿Crees que vivir al margen de los círculos literarios te ha penalizado a la hora de ser reconocida?
R.- Es un problema esto, lo sé. Yo soy muy solitaria. A mí la cosa social me agota. Creo que tiene que ver con que soy sorda y eso ha configurado mi carácter. Me cuesta mucho. Mi nueva agente literaria, Lucía Hernández, dice que se va a encargar de darme más a conocer. Yo puedo hacer entrevistas, y cuando presento un libro sé que lo hago correctamente. Lo puedo hacer esporádicamente, pero después necesito replegarme. Soy eso que se llama una falsa extrovertida.
P.- ¿Y cómo es tu día cuando estás en Grecia?
R.- Me levanto a las seis de la mañana para ver amanecer y desayuno como una troglodita, porque por las noches no ceno. Salgo al jardín, veo sus novedades, miro los periódicos, y después me pongo a escribir. Después de comer leo un rato antes de ponerme de nuevo a trabajar. Más tarde salgo a dar un paseo, trabajo en el jardín, leo, escribo y escucho música. Y a veces me reúno con una pequeña comunidad de artistas, gente de todo el mundo, muy discreta, que viven aquí retirados.
Además, cada día baja a nadar al mar. «Enfrente de la pequeña playa del pueblo está Pefnos, el islote donde según Pausanias nació Helena de Troya. Nado cada día hasta allí y le doy la vuelta. A ver si se me pega algo».
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