Yolanda Díaz comiendo fresas, como un anuncio de leche condensada de la lechera de cuento de la lechera que es ella, frente a las aguas verdinegras de Doñana y el panorama aborrascado de la política, del planeta, del campo, de la izquierda… Yo creo que ahí está todo el manifiesto de Yolanda, o al menos la etiquetita de crema pastelera que es Yolanda, que hasta hay una marca de harinas o rebozados que se llama como ella, como si le hubieran robado el libro de recetas y el delantalito de Alicia en su País de las Maravillas. Yolanda, azúcar de la izquierda, copón de fresones de palabras, turista de las ideologías, labriega de pega como obrera de pega, se ha ido a Huelva, a la guerra de la fresa, un poco como la que se va a la tomatina, de turisteo caldoso. Allí hay ahora una guerra que tiene hasta potencias del Eje, con alemanes saboteando, ministros malmetiendo y Moreno Bonilla queriendo darle a la noria del voto más que a la del agua. Pero Yolanda comiendo fresas es como esa paz con botijo e higuera del campo. No tanto por lo de la fresa sino por lo de la izquierda, donde se están matando mientras ella canta por la campiña, sabiendo que es la única imprescindible en el cuento.
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