Un hombre es la imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un hombre (Tiempo de silencio).
Tiempo de silencio marcó un punto de inflexión en la literatura española. La única novela de Luis Martín Santos supuso, tras años de oscuridad, la entrada en la modernidad del siglo XX. Su prosa laberíntica, la impecable utilización del monólogo interior y el descenso a los infierno urbanos del ingenuo Pedro Martín supuso un hito en la literatura española que emparentó al autor con maestros de la talla de Faulkner, Joyce o Proust.
Con una estructura de apariencia tradicional y sencilla, pero que destila complejidad desde su esencia, la adaptación de Tiempo de Silencio al teatro se antoja un reto harto complicado. Más, si reparamos en el fallido intento de Vicente Aranda de llevar el libro al cine en 1986 con Imanol Arias como protagonista. A pesar de los antecedentes, José Luis Gómez llevaba tiempo acariciando la idea de adaptar a las tablas la historia del investigador que se queda sin ratones para sus ensayos clínicos y cuando sale a buscarlos se topa con la sordidez de la época franquista. Estuvo a punto de hacerlo él mismo, pero al final le encargó la adaptación a Rafael Sánchez. Un director suizo-alemán de ascendencia española ha sido el elegido para levantar este proyecto que se representa hasta el 3 de junio en el Teatro de la Abadía de Madrid.
Sánchez presenta una exquisita versión en la que confiesa que se ha dejado "más del 80% de la obra en el camino"
Hace falta tener muchos arrestos para enfrentarse por primera vez ante el público español con un reto como éste. “Es la primera vez que trabajo en España. Cuando José Luis Gómez me ofreció la posibilidad de involucrarme en el proyecto confieso que me interesó porque me recordaba a las historias que me contaba mi abuela que vivió en Madrid en la época en la que está situada la obra de Martín Santos”, confiesa el director.
Con todo, la pregunta obligada es: ¿Merece la pena la adaptación? Sánchez presenta una exquisita versión en la que confiesa que inevitablemente se ha dejado "más del 80% de la obra en el camino". Con la humildad de un primer trabajo y la distancia que otorga la emigración, Sánchez es capaz de rescatar la tonalidad y los giros que inmortalizaron la obra, para ello se ha rodeado de siete actores que se han apropiado de unos textos complicadísimos que rezuman referencias culturales. La adaptación de Eberhard Petschinka mantiene a los actores entre la narración y la interpretación para poder dar rienda suelta al monólogo interior y así rescatar el alma de la novela. Seis narradores cogen a don Pedro de la mano y le van paseando de manera onírica por los barrios marginales de aquella España de silencios, opresión, injusticias y hambre.
Rafael Sánchez es capaz de rescatar la tonalidad y los giros que inmortalizaron la obra de Martín Santos
La puesta en escena es limpia y simple para que el espectador no pierda el hilo de las palabras. Los personajes giran de un lado a otro, sin rumbo fijo como si fueran de viaje turístico por el hampa de una gran urbe. Tiempo de silencio es teatro costumbrista sin artificios. Los actores no tienen absolutamente ningún elemento al que agarrarse más que su propia percepción y su palabra.
Tiempo de silencio es una obra a la que el óxido del tiempo no le ha robado actualidad. "Se trata de un texto totalmente vigente. Al pensar en memoria histórica no sólo se piensa en la posguerra, el Tiempo de silencio al que se refiere el autor es el tiempo en el que se daba por hecho que se había perdido la guerra y que aquella era la única vida posible". Como bien dice Rafael Sánchez, una obra en la que las víctimas son las mujeres, cuya primera edición fue parcialmente censurada y que desde el momento en la que la tuvo entre sus manos le acechó la misma idea: “Me pregunto cómo pasó la censura, si yo hubiera sido censor la habría quemado entera”.
- Tiempo de silencio se representa en el Teatro de la Abadía hasta el 3 de junio. Director: Rafael Sánchez. Versión: Eberhard Petschinka. Intérpretes: Sergio Adillo, Lola Casamayor, Julio Cortázar, Roberto Mori, Lidia Otón, Fernando Soto y Carmen Valverde.
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