A Feijóo yo creo que se le ha quedado el pulgar fracturado, entumecido, pulsátil, apulgarado, blandengue o muerto, como un pulgar machacado del tebeo, precisamente de hacer las listas, de nombrar santos y tachar herejes con el sello papal de su pulgar. Lo habrán visto, esas fotos de la gente del PP con el pulgar arriba, menos Feijóo, al que se le ha quedado el pulgar horizontal, a media asta, morcillón, engatillado, un pulgar quiero y no puedo, imposible de levantar como el martillo de Thor o la cebolleta del abuelo Cebolleta. Tiene que ser duro eso de las listas, eso de la campaña o eso del vértigo del poder, para que alguien sea incapaz de levantar el pulgar, para que el pulgar de uno parezca de repente una rueda de camión, un piano de cola, un yunque, una bala de cañón; un campeonato, un apretón, una cremallera o un polvo en el que uno se ha quedado triste e irremediablemente a medias. Yo no sé, la verdad, si quedaba aún tanto casadista por purgar, tanta vieja gloria por revivir o tantos ciudadaners con ojos de cachorro por rescatar para que Feijóo tenga el pulgar destrozado como un ascensorista o un matahormigas de la política.

Feijóo, haciendo flexiones con el pulgar, haciendo kungfú sólo con el pulgar, haciendo pulsos con el pulgar con la gente de Vox (a lo mejor sus pactos se deciden así) o con su propia gente, no sé si ha terminado cansado, dubitativo, enfermo, pasota, imperial o todo a la vez, como los emperadores apócrifos de péplum con pulgar anillado (no hay constancia de que en los anfiteatros se usara jamás el pulgar para decretar la vida o la muerte). Feijóo lleva de número dos por Madrid, tras su liderazgo ariete, tras su candidatura sacacorchos del sanchismo, a Marta Rivera de la Cruz, ciudadaner rescatada, y eso supongo que ha requerido un gran golpe de pulgar como un gran golpe de pecho. Todos, empezando por Sánchez, que está muy preocupado por quiénes estarán en los ministerios económicos de Feijóo, por si se descubre que María Jesús Montero sólo contabilizaba solecismos y Nadia Calviño siempre fue más del ala política que del ala técnica; todos, decía, esperaban en ese número dos al cerebro económico o al menos al cerebro orgánico. Pero Feijóo pone un cerebro cultureta con visado exprés y guiño al votante de esa tercera España que aún está más triste y aplastada que su pulgar.

Feijóo, haciendo autostop con el pulgar, rescata a ex de Cs para sus listas en Madrid o Cataluña, recupera a Rafael Hernando, que uno creía ya que sólo era un meme, y vuelve a traer a Manuel Cobo, especie de alfil de Gallardón, que es como volver a traer al Cobi del 92 (Gallardón siempre me pareció la gran mascota olímpica del PP, siempre esperando con su Madrid olímpico y su frac olímpico, y por supuesto se quedó en mascota olímpica). No es que sean malos fichajes, aunque tampoco nada extraordinario, nada para torcerse el pulgar por ellos, para dejarse el pulgar chato como una nariz de boxeador. Pero uno diría que a Feijóo se le nota cierta desconfianza en el partido tal y como está. O sea, que aunque ya no queden casadistas, o se hayan convertido o reseteado, como Antonio González Terol, el PP es un partido que Feijóo todavía no ve suyo, como no ve suyo todavía el Telediario. 

Feijóo está montando el partido como un sofá cama, de ahí el pulgar con martillazo o con calambre

Feijóo aún se está haciendo el partido, está montando el partido como un sofá cama, de ahí el pulgar con martillazo o con calambre. Por eso, entre fichajes sorpresivos o de fondo de armario, entre arrecogidos de Cs o de UPN, entre segundas vidas, segundas oportunidades y segundas filas, no falta la seguridad de los guardaespaldas o guionistas personales, como Marta Varela y Mar Sánchez. Como remate simbólico, como giraldillo simpático, como amorcillo de la paz entre facciones y entre épocas, incluso aparece Almeida cerrando la lista. Feijóo también le da importancia a lo simbólico, aunque no se dé cuenta de lo mal que queda un líder con pereza de levantar el pulgar como de quitarse la gorra o de ponerse los pantalones. Al menos, conserva a Cayetana, aunque algo me dice que tampoco sabrá aprovecharla. Cayetana nunca ha sido de dejar el pulgar ni el verbo a medio camino o a medio golpe, que es lo que parece que hace Feijóo sacando ese pulgar como para medir el viento o la perspectiva y acomodarse.

Feijóo ha estado haciendo sus listas o quizá todo el partido, que aunque ya lo decían las matemáticas y los oráculos a él eso de la posibilidad de gobernar le ha cogido por sorpresa, un poco en calzoncillo y un poco con el pulgar dormido como una pierna dormida. El caso es que Feijóo ha estado usando mucho ese pulgar de pasar páginas, de pegar sellos, de clavar alfileres, de santiguarse de meigas, de wasapear en el baño, de abrir o no abrir el champán, de chuparse el dedo o de pillarse el dedo, y así se le ha quedado, achurrado de churro o de churrita. Más que las listas, que son en todos los partidos lo mismo, a mí me seduce ese misterio del pulgar, el líder manco o triste de pulgar como manco o triste de decisiones. A lo mejor toda la vida política de Feijóo es ese pulgar blandengue, ni para arriba ni para abajo, ni sí ni no ni todo lo contrario. A Feijóo se le ha quedado el pulgar tibio, se le ha quedado el pulgar moderado, se le ha quedado el pulgar indiferente, se le ha quedado el pulgar rajoyesco, y seguramente eso dice más que todo el cirílico de sus listas.