Podría decirse que Salamandra en general y Sigrid Kraus en particular han hecho más por la lectura en España que cualquier reforma educativa. Hace 25 años, Kraus (Gunzenhausen, Baviera, 59 años) fue la editora que importó a un todavía desconocido Harry Potter y se lo brindó a todos los niños españoles. Desde entonces, este fenómeno mundial ha conseguido que varias generaciones de nuevos lectores se hayan iniciado en la literatura gracias al joven mago británico.
La alemana, responsable de la edición en España de otros exitosos títulos como El niño con el pijama de rayas (John Boyne) o El cuento de la criada (Margaret Atwood), ha sido siempre una trotamundos en busca de historias que compartir. A principios de los 2000, junto a Pedro del Carril, refundaron en Salamandra la sección española de Emecé y, prácticamente en paralelo al éxito arrollador de Harry Potter, consiguieron crear una editorial independiente, con aspiración internacional y capaz de mantener un equilibrio entre lo comercial y lo literario.
Tras más de dos décadas dedicadas al proyecto de su vida, Kraus ha dado un paso a un lado, dejando en manos de Pilar Reyes la dirección de Salamandra. No se desvincula del todo, con un nuevo cargo de consultora editorial. Pero lo hace con la conciencia tranquila sabiendo que el futuro de Salamandra, que empezó a dibujarse en 2019 con su incorporación al gigante Penguin Random House, está donde debe estar.
En una conversación con El Independiente, Sigrid Kraus rememora cómo fue vivir desde dentro un fenómeno literario como Harry Potter y analiza el estado del mercado editorial.
Pregunta.- ¿Qué tal están siendo estos meses después de su retiro? ¿A qué está dedicando su tiempo?
Respuesta.- No me aburro nada, porque todavía trabajo como consultora para Salamandra y para la división literaria de Penguin en general. Ahora me dedico a la esencia de mi trabajo, busco libros, apoyo los que publica Salamandra con los libreros y la prensa, me dedico a acompañar a los autores que me han acompañado en el pasado. Estoy bastante entretenida. Pero me he quitado la parte de la gestión, no tengo el peso de la responsabilidad, que es muy duro y, sobre todo, me he librado de un montón de reuniones (ríe). Estoy muy feliz con ese arreglo que hemos encontrado.
P.- Usted fue quien trajo a Harry Potter a España hace 25 años. ¿Qué significó aquello?
R.- Estoy muy agradecida de haber formado parte de un fenómeno tan singular, especial y positivo en todos los sentidos. Me ha permitido tener una editorial independiente durante más de 20 años, pude adoptar a mis hijas, y vivir de una forma mucho más holgada. Es impresionante todo lo que me ha dado y estoy muy agradecida. Es un honor haber participado en que estos libros llegasen a tantos niños y a tantas vidas. En la pandemia se vio que mucha gente volvía a recurrir a Harry Potter en un momento de desconcierto e inseguridad. Formar parte de eso es impagable.
P.- Siempre se ha dicho que Harry Potter vino en un momento delicado para la editorial, ¿hasta qué punto es esto cierto?
R.- No fue así, financieramente estábamos perfectamente bien, lo que tuvimos fue mucha suerte. Porque la gran explosión de Harry Potter fue después de la venta de Emecé a Planeta. Si hubiese sido anterior, que era lo que queríamos en realidad, sin saber esto. Pero no terminó de arrancar al principio hasta el tercero. Si hubiese arrancado con el primero, no creo que Planeta hubiese permitido que en España Emecé se transformara en Salamandra y se mantuviese independiente. Fue muy bueno que Harry Potter no funcionara de entrada.
"Conozco casos de niños que les costaba mucho leer, pero se obligaban a leer 'Harry Potter' para no quedar mal delante de los demás"
P.- Hace unos meses declaró en una entrevista a El País que "los que ponen en marcha en España los fenómenos son los libreros". ¿Fue el caso de Harry Potter?
R.- Sí, siempre ha sido así, en aquella época los niños no entraban en las librerías y cuando lo hacían era de la mano de sus padres y ellos escogían. Entonces el más importante era el librero. Y sí, fueron ellos quienes lo recomendaron y después los niños, entre ellos, que son impresionantes como suscriptores. Había niños que no leían nada, pero cuando veían que toda su clase leía Harry Potter, tenían que intentarlo. Conozco casos de niños que les costaba mucho leer, pero se obligaban a hacerlo para no quedar mal delante de los demás. De pronto era cool y eso es muy raro que pase con un libro.
P.- Una cosa que llama la atención de este fenómeno es que parece haber resistido muy bien al paso generacional, lo cual es complicado en un mundo donde las modas cambian cada vez más rápido.
R.- A mí eso me sorprende muchísimo, nosotros teníamos el otro gran fenómeno que es El Principito, que siempre ha sido un éxito, pero nunca me imaginé cómo se podía hacer algo así. Pensé que con Harry Potter iba a ser mucho más difícil conseguir eso, porque hay tanto producto, subproducto, merchandising, películas..., así que pensé que llegaría el momento en que la gente se hartaría y diría: "Mira, yo no quiero saber nada más de Harry Potter en mi vida". Han querido sacarle el jugo hasta la última gota y eso siempre me ha dado miedo. Pero me he equivocado. Ahora, por ejemplo, con el videojuego que han sacado, ha vuelto a ayudar a vender libros. Se ha visto que todo esto hace que el niño vuelva al libro y cuando llega a él, le gusta porque es un clásico, de eso no tengo dudas. Puede perdurar generaciones, porque los grandes libros hacen eso. Pero me sorprendió que pudiera sobrevivir en un mundo como el de hoy. El otro día me contó un amigo que sus hijas de ocho años estaban leyendo a Harry Potter es maravilloso. Se ha convertido en un clásico contra viento y marea, pueden sacar todos los productos que quieran pero la gente va a seguir leyendo el libro.
P.- ¿Cómo fue ese paso de Emecé a Salamandra?
R.- Éramos jóvenes y optimistas, nos había ido bien con Emecé y queríamos tener más control sobre el plan editorial. Pedro y yo siempre apostamos mucho por la honestidad y la calidad, estos dos pilares nos convirtieron en lo que fuimos y con una libertad muy grande, que es lo que distingue al independiente, que no está sometido a exigencias de ganancias y crecimiento, que no pretende hacer copias de lo que ya está funcionando en el mercado. En una editorial independientemente te permites adelantarte y buscar por tu cuenta, y si a ti te gusta, lo haces y ves qué pasa. Todo eso fue Salamandra y fue muy bonito.
P.- ¿Cómo valora ahora la experiencia de integración en Penguin?
R.- Al principio fue duro para mí, como un gran duelo, pero nos recibieron con muchísimo cariño y brazos abiertos. Dejas algo que tan ligado a tu vida, a tu persona y a tu identidad, que es muy difícil pasarlo a otros y compartir. Pero también es verdad que ahora puedo descansar también. Cuando vino la pandemia me ayudó mucho porque enseguida pensé a la antigua, con lo que sería para una empresa independiente, que estás obligado a despedir gente. Me acuerdo que Nuria Cabutí me dijo al día siguiente: "Sigrid somos grandes, podemos aguantar, no vamos a hacer nada ahora mismo. Vamos a esperar, observar y nos vamos a ir adaptando, pero no hay ninguna urgencia de nada". Ahí pensé que era un gran alivio. Luego cuando subió el papel, con las sucesivas crisis del año pasado también fueron momentos en los que me di cuenta tenía muchas ventajas estar aquí.
P.- ¿Qué fue lo que más le llamó la atención al llegar?
R.- Al principio fue complicado porque, de pronto, lo que antes era una persona ahora son todo departamentos. Hay mucho más trabajo de convencimiento interno que antes, porque tienes que conseguir que todo mundo entienda tu mensaje y que tu mensaje llegue hasta el final. Pero esto es lo que creo que ahora funciona. Tenemos suerte de que Salamandra ya entró con un sello muy establecido y fuerte. Este año ya tengo la sensación de que nos hemos establecido y que realmente estamos consiguiendo mantener nuestra propia personalidad dentro de una organización mucho más grande.
¿Y cómo se lo tomaron los autores?
Se lo han tomado muy bien porque Penguin es una marca internacional. Además, como casi todos nuestros autores son internacionales lo han entendido muy bien y los pocos que teníamos aquí no han notado diferencia. De hecho, a la hora de hacer un viaje de autor, Penguin tiene muchísimos puntos establecidos en toda España que nosotros todavía no teníamos. Se que Al principio solo se nos fue un autor, Paolo Giordano que no se adaptó, decía que echaba mucho de menos lo de antes. Pero también en la misma época se separó de su mujer, cambió de ciudad, hizo como un rewind en su vida.
¿Hay alguna relación autor-editor que guarde con especial cariño?
Me llevo muy bien con Jonathan Franzen, con Zadie Smith, con John Boyne a Hisam Matar lo considero un verdadero amigo. Soy afortunada en ese sentido, cuando trabajas con autores extranjeros es perfecto, porque para ellos es otro país, no es donde meten toda su neurótica. En cambio, cuando vienen aquí es como: "guau, qué chulo es publicar también en España y en toda América Latina". Están muy agradecidos de ir a festivales en Chile, en Cartagena de Indias o donde sea.
P.- Se valora mucho el mercado español?
R.- Sí, les gusta mucho la idea. Cada vez creo que hay más conciencia de la importancia del idioma español, también por lo presente que está en Estados Unidos. Les fascina el mercado tan enorme que hay en América Latina. Algunos al principio creen que van a venir 100.000 ejemplares. Después hay que explicarles que no esto no es así, que cada país tiene su historia, que es muy complejo vender libros en América Latina en general.
Hay una guerra entre los grandes grupos de quién da más, quién es más potente y eso perjudica al sector.
P.- Hablando con pequeños editores por los problemas que hubo en la Feria del Libro de Madrid, todos acusaban que el problema de fondo es la saturación del mercado, ¿coincide con este diagnóstico?
R.- No estoy nada a favor de publicar tanto, pero creo que hay una guerra entre los grandes grupos de quién da más, quién es más potente y eso perjudica al sector. También hay editoriales que no son grandes grupos, pero que, cuando las cosas van mal, para mantener la facturación lo que hacen es publicar más títulos y eso genera una rueda que le hace mal al mercado. Otro problema que tuvo la Feria para mí es la publicación institucional y la cantidad de casetas que tenían. Esto tiene de acabarse. En todo caso, que cojan que hagan una especie de concurso, que participan editores que quieren hacerlo y que se encarguen ellos de publicar los libros. Pero que cada comunidad publique con dinero público sus libros y compita con todos los demás me parece que está muy mal planteado. Imagínate qué bien sería para una editorial pequeña editar esos libros para su comunidad, con una entrada fija, que luego pueda hacer otros libros en los que se arriesgue.
P.- A título personal, si pudiera elegir, ¿qué libro le hubiese gustado editar?
Uno que me perseguirá hasta el final de mis días es El dios de las pequeñas cosas de Arundhati Roy, un que es una novela que me leí dos veces y no conseguí porque lo consiguió Anagrama.
R.- ¿Y hay alguno, quitando a Harry Potter, que le haya sorprendido especialmente?
Yo creo que El niño con el pijama de rayas fue una sorpresa porque fue un momento que el libro sobre el Holocausto no funcionaba nada, que como ha cambiado el mundo, era un no clarísimo para todos los editores y era un libro juvenil para mí y bueno, fue impresionante. Vendimos 2 millones o más, fue una locura.
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