Llovía aquella tarde. En los años 90 los micrófonos estaban enchufados físicamente mediante cables a equipos alimentados a todo voltaje, y las normas indicaban no tocarlos. Javier Ojeda, en aquel Gran Musical bajo la lluvia, se las saltó a pesar de las advertencias para cantar ante miles de personas que esperaban que le diera “sabor de amor” a la fiesta.
Así conocí a esta alma inquieta del pop rock español. El líder de Danza Invisible saca ahora, más de 40 años después de la fundación de uno de los grupos más influyentes de nuestra historia, su trabajo más variado. Un álbum que lleva un nombre que sabe a música en directo: Más de 2000 noches sin dormir.
Pregunta.- Nos lo podemos imaginar, pero tengo que preguntarlo. ¿Cómo surgió el nombre de tu álbum Más de 2000 noches sin dormir?
Respuesta.- Cada concierto es una noche sin dormir, una noche llena de energía, emociones y música. Entre que recoges, saludas, te vas, llegas al hotel, te dan las tantas de la madrugada… Al final no se duerme. El nombre del álbum es un homenaje a mi camino y a la pasión que me mantiene despierto. Sin esa pasión no hubieran sido tantas noches.
P.- ¿Llevas la cuenta?
R.- Ahora sí. Pero en mis principios no, y tuve que buscar papeles, recuerdos, y al final pude hacer un balance bastante aproximado. Dos mil conciertos me parecen pocos, quiero más. Ahí seguimos.
P.- Hay mucho grabado en directo en tus trabajos. ¿Qué significa para ti la música en directo y la presencia de músicos reales en el escenario?
R.- Para mí, los conciertos en vivo son como tener una conversación cara a cara con el público. Cada nota es una palabra, cada canción es una historia y cada aplauso es una respuesta. Así lo entiendo yo. Y cuando hay un diálogo bonito, es lo más grande que puede haber.
"Rosalía, que es magnífica, sale sin músicos en sus conciertos. Mi generación tiene la ventaja de usar instrumentos reales"
P.- Te habrá pasado de todo en estas cuatro décadas de música en directo…
R.- He tenido momentos de pánico y risas descontroladas, tú sabes que hay de todo. Lo que sí recuerdo es algún accidente y caer literalmente del escenario. Afortunadamente, no me hice daño, pero eso me recordó que siempre hay que mantener los pies en la tierra, incluso cuando te elevas con la música.
P.- Toda tu vida ha estado marcada por ella. Si tuvieras que describir la música como una amiga de toda la vida, ¿cómo sería?
R.- Pues es leal, y nunca te juzga. Siempre está contigo en los buenos y malos momentos y te ayuda a expresar tus emociones de la manera más pura que existe.
P.- ¿Eres de los que, como muchos, cree que como la música de los 80 no ha habido nada?
R.- Cada época tiene lo suyo, pero mi generación tiene una ventaja: usamos instrumentos reales. El componente electrónico es necesario en la música actual, pero nosotros tenemos la pequeña ventaja de que te puedes poner con unas guitarras y un bongo a hacer música. Rosalía, que es magnífica, sale sin músicos en sus conciertos. Hay gente que echa de menos ver músicos en los festivales. A mí me gusta tener muchos, y disfruté con la Orquesta Sinfónica de Málaga. Solamente ellos ya son más de 30.
P.- A más de uno le puede sorprender que te marques una versión de “Ring my Bell”, uno de los himnos de la música disco de 1979, pero luego incluyas boleros en tu trabajo. ¿Cómo influyen en tu música y qué papel juegan en la conexión entre España y América Latina?
R.- Si los escuchas bien, los boleros son como cartas de amor de un continente a otro. En mis canciones, intento plasmar ese sentimiento de añoranza, esa conexión íntima entre dos mundos que, aunque diferentes, comparten la misma pasión por la vida y el amor. En el fondo no somos tan dispares.
P.- Aunque es el más variado, te faltan algunos géneros musicales en tu último disco. ¿Qué opinas sobre los nuevos, como el trap y el reguetón?
R.- A casi todos los artistas de esa línea les respeto mucho. Algunos me parecen fascinantes, otros extraños, pero todos aportan su esencia a este cosmos musical y hacen que sea más diverso y emocionante. Yo no me veo haciéndolo porque creo que no hay nada más patético que una persona que esté casi en los 60 años de edad y se ponga a intentar hacer un trap o un reguetón.
P.- En la diversidad está la riqueza. ¿Cómo logras combinar la música disco y el flamenco en tu obra?
R.- Tienen mucho en común. Ambos tienen un ritmo y una energía que invitan a moverse, a sentir. En la música que yo hago, trato de fusionar estos dos mundos que parecen lejanos pero que en realidad se entrelazan perfectamente en la danza. Cada cultura aporta su propio color a mi música y juntas forman una obra de arte vibrante y llena de vida.
P.- Estamos en pleno Orgullo. ¿Cómo ha influido Torremolinos y su enfoque hacia la comunidad LGTB en tu música y tu perspectiva?
R.- Torremolinos es un lugar hedonista. Siempre ha sido un espacio de libertad y aceptación y da un ejemplo brillante de tolerancia. Y todo esto se hizo grande con la explosión turística de las décadas de los 50 y los 60. Desde los tiempos de Gala y Dalí, gente de todo el mundo vino para expresar su sexualidad de manera auténtica y sin restricciones. Aquí vemos la vida de otra manera. Puedes ver tomando cañas a gente de diferentes partidos políticos lanzándose puyas entre ellos, pero juntos. En los medios parece que el mundo se acaba, pero aquí te das cuenta de que no es así. Descubrí tesoros musicales que hubo antes de que apareciera Danza Invisible. Todo eso se refleja en mi música, en mi visión del mundo y en mis canciones.
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