Cuando Yevgueni Prigozhin tomó las calles de Rostov del Don entre vítores de la ciudadanía poco nos pensábamos que después querría entrar en el Ministerio de Defensa en Moscú, a 1.200 kilómetros. Y es que aquella noche, todos los que seguíamos la Marcha de la Justicia, organizada por el Grupo Wagner, entendíamos entre poco y nada lo que pasó. Estaba claro que no era un golpe de Estado porque no había elementos del Estado colaborando para subvertir el poder y el orden institucional, tampoco era una revuelta porque Wagner no forma parte del Estado ruso. Lo más parecido era un levantamiento paramilitar, un golpe al Estado, en lugar de un golpe de Estado. 

Después vino la retirada a 200 kilómetros de Moscú, cuya mediación había llevado a cabo unilateralmente Aleksaner Lukashenko, presidente de Bielorrusia, para que no se pelearan las fuerzas armadas rusas y el Grupo Wagner. Mientras Putin no se sabía donde estaba, el presidente bielorruso tomó la iniciativa e interfirió en los asuntos rusos, cuando normalmente pasa al revés, y solucionó una crisis de Estado al forzar negociar unos y otros. Todo según la prensa oficialista de Minsk y Moscú. Y mientras esto pasaba había una columna de blindados a las afueras de Rostov del Don formada por chechenos de Kadirov, y otra que iba a Moscú. Esta última llegó a la mañana siguiente que se había resuelto todo. 

Y aquí las cuestiones surgen, ahora que ha pasado una semana y Prigozhin se encuentra retirado en Bielorrusia, por no decir desterrado de Rusia. ¿Cómo es posible que una columna de vehículos cuya finalidad es tomar el ministerio de Defensa ruso puede avanzar 1.200 kilómetros por la autopista sin casi tener resistencia? ¿Cómo es posible que los gobernadores no movilizaran fuerza alguna para frenarlos? ¿Cómo es posible que el Ministerio de Defensa no ordenara responder con las fuerzas armadas ante tal desorden y subversión? Se ha filtrado que Estados Unidos estaban informados de este hecho, y por lo tanto también el FSB ruso. Y no era una cosa planeada, o acordada. No era un autogolpe, el ejército se desplegó en Moscú, cosa que no pasaba desde 1993. 

Si seguimos la actualidad de la invasión rusa de Ucrania, podemos ver que el Ministerio de Defensa ruso advirtió a PMC Wagner y Prigozhin diferentes veces que una vez tomada Bajmut, había intención de disolver y captar a los efectivos y recursos de la organización para el Ministerio de Defensa. Se filtraron mensajes que incluso el comandante de PMC Wagner quería intercambiar información con Ucrania sobre posiciones rusas a cambio de salvar a sus hombres de Bajmut, donde han sufrido muchas bajas. Y aquí es donde está lo más relevante, Prigozhin dijo que después de tomar Bajmut se retirarían de Ucrania y volverían a África, cosa que aun hace más incomprensible el levantamiento en Rostov del Don. Todo esto genera mucha incertidumbre.

Esta incertidumbre va acompañada de una creciente actividad partisana en Rusia y en el territorio ucraniano ocupado por Rusia, como también de que surjan nuevos actores en cuestiones de la política doméstica como Lukashenko. También la reacción internacional de diferentes países del CSTO (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) al afirmar que era una cuestión de orden interno, y que no intervendrían.

Si todo formaba parte de un plan, este era evidenciar que nadie sale a salvar a Putin en un momento de tensión,de la misma manera que no hubo resistencia civil a las fuerzas de Wagner en los 1200km que recorrieron. Y la posible detención del general Surovikin, héroe de la campaña rusa en Siria, quien fue nombrado comandante de las fuerzas rusas en Ucrania, quien la propaganda rusa situó como genio militar. Cuando pensábamos que más o menos conocíamos como funcionaba Rusia, de nuevo nos sorprende. 

Ahora se abren nuevas incógnitas sobre la presencia de Prigozhin en Belarus. Es conocida la amistad entre Lukashenko y el comandante de PMC Wagner, como también que el régimen bielorruso se siente más seguro con ellos dentro del país que fuera.

Si alguien intenta sublevarse contra las instituciones del Estado, la respuesta ciudadana será de pasividad"

No sabemos si será una garantía para el régimen de Minsk en el caso que haya una revolución social, como tampoco si serán usados para protegerse de los rusos. Lo que sabemos hasta el momento es que todos los llamados de Moscú a Minsk para sumarse a la invasión rusa de Ucrania han sido respondidos con neutralidad, pues nadie en el país quiere sumarse a una invasión que consideran frustrada, y que solamente agitaría más el avispero interno.

En conclusión, el pronunciamiento de Prigozhin ha abierto la puerta a la demostración que si alguien intenta sublevarse contra las instituciones del Estado, la respuesta ciudadana será de pasividad. Como también la de gobernadores y militares de esperar a lo que pueda suceder. Y esto no debería tranquilizar a Moscú, al contrario. Podemos conocer su historia, su cultura, su idioma, sus leyes, pero el comportamiento ruso seguimos sin entenderlo. Y diría que hasta cierto punto, cada vez el propio gobierno ruso entiende menos a su propio pueblo. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com