Decidió conquistar Estados Unidos. Ya tenía en el bolsillo a España, América Latina e incluso Japón o Filipinas pero el cantante quería ser el número 1 y para lograrlo tenía que hacerse con los americanos. Para ello, fichó por CBS a finales de los setenta y durante los primeros años ochenta, junto con las agencias de relaciones públicas Rogers & Cowan y Willian Morris, comenzó una campaña que le acabaría convirtiendo en el "amante de América" y de la que este año se cumplen 40 años.
La historia, documentadísima, la cuenta Hans Laguna en Hey! Julio Iglesias y la conquista de América (Contra), libro en el que dedica un capítulo a ese tejemaneje de los primeros años que le convirtió en una estrella internacional y que compara en numerosas ocasiones con la estrategia de Rosalía, que hoy se presenta como "la mayor exportación del pop español desde Julio Iglesias".
"Hace que le caiga bien a todo el mundo", aseguró Kirk Douglas tras conocerle
El primer paso fue generar cierta expectación. Julio era conocido por las mujeres latinas que vivían en Estados Unidos pero no por las estadounidenses. Su equipo decidió que necesitaba una madrina, alguien que le abriese el camino así que cuando la mujer de Kirk Douglas, que tenía contratada a la misma agencia que Iglesias, buscó a un cantante para amenizar la fiesta del Premio Albert Einstein que se iba a celebrar el 8 de enero de 1983, no dudaron en ofrecerle al español, y él no dudó en dar uno de sus mejores conciertos. Y funcionó. "Hace que le caiga bien a todo el mundo", aseguraría Kirk Douglas, que desde entonces se convirtió en un gran amigo de Iglesias.
De allí pasaron a preguntar quién era, "Julio Who?", para generar curiosidad en el público. "¿Quién es este cantante que había conquistado el resto del mundo y que usted no conoce?" Y tras varios artículos, uno de ellos en la revista Time, el eslogan funcionó mejor que otros como El Sinatra español o El Napoleón del amor, que también empezaron a circular.
Nombres criticadísimos por Francisco Umbral, que tal y como recoge el libro de Laguna aseguró: "Se nos presenta como la prolongación de aquel chico de barrio, en provincias, que iba de Frank Sinatra por la vida. Julio iglesias es un Sinatra sin maldad, sin verdad, o sea, sin mentira, y aunque su voz no sea mala, que uno de eso no entiende, le falta detrás Ava Gardner (no, Isabelita no vale), la mafia, Dean Martin y ese algo de vaquero asténico o redactor de sucesos del New York Times que ha emborrachado de divorcio y canta para sus compañeros de redacción".
Que Iglesias saliera en el 'Tonight Show' "era una forma especialmente efectiva de que el estadounidense medio le considerara uno de los suyos"
HANS LAGUNA
Pero aunque a Umbral le pareció que se le daba demasiada importancia no ocurrió igual en Estados Unidos. Tras esta campaña consiguieron que Iglesias fuera el invitado del talent show más famoso de América y a finales de febrero de ese año apareció por primera vez en The Tonight Show, que entonces presentaba Johnny Carson, cuya mujer hizo de nuevo una labor crucial ya que a esas alturas también era fan del cantante. "Que Iglesias saliera en el Tonight Show no solo era importante por su grandes índices de audiencia, sino porque era una forma especialmente efectiva de que el estadounidense medio le considerara uno de los suyos", explica Laguna en su libro.
También cuenta que su asistente personal, Toncho Navas, casi infarta minutos antes de que empezará el programa ya que Julio Iglesias tenía la costumbre de actuar con calcetines negros y a él se le habían olvidado. Tuvo que coger los de Alfredo Fraile, mánager del cantante, lavarlos, secarlos rápidamente y fingir que eran los de Iglesias. Al español, además, le estaban temblando las piernas y pasó unos momentos de mucho nerviosismo antes de salir y conquistar el programa. Habló con naturalidad, pese a su inglés entonces paupérrimo, y con amabilidad se lanzó a cantar una versión de la canción de Lo que el viento se llevó con la que conquistó a medio país.
Pero, como comentó Fraile, para "ser un ídolo hay que jugar a ser un ídolo" y Julio no tenía muchos amigos dentro de la élite americana así que decidieron montar una fiesta, un Wecolme to L.A., donde reunieron a estrellas históricas. "R&C utilizó su agenda de contactos para invitar a grandes nombres de Hollywood como Charlton Heston, Tony Curtis, Ursula Andress, Gina Lollobrigida o Angie Dickinson, además de a diversos productores, guionistas y otras viejas glorias. También invitó a miembros de la jet set que conocían previamente a Iglesias de sus viajes a Europa (...). Y se encargó de asegurar la presencia de numerosos periodistas, en especial de televisión, de forma que al día siguiente circularon más de cien noticias relacionadas con el sarao", explica Laguna.
Una de ellas fue la de Variety, en la que aseguraron que "pese a su dificultades con el inglés, gracias a su encanto podría cantar en un dialecto del Chad que las mujeres gritarían". Para lanzar el disco recopilatorio con el que quería conquistar el país, bajo el título de Julio, lo presentaron como "America's next lover" con campañas publicitarias en el que las mujeres no dejaban de mirar y cotillear sobre el cantante. En Estados Unidos la portada era más recatada, con la camisa abrochada, para no caer en el típico latin lover, pero en Brasil le desabrocharon algunos botones.
"No es andrógino como Michael Jackson, pero tampoco es agresivamente masculino como Tom Jones. Es en cambio un hombre elegante, bien vestido y sofisticado, con una sonrisa juvenil y zalamera y unos dientes tan deslumbrantes que, por razones de seguridad, tienen que ser mirados con cristales ahumados, como un eclipse solar", escribió la revista Time.
De allí, con Estados Unidos en el bolsillo, y después de grabar sus duetos con Willie Nelson y Diana Ross, Julio Iglesias comenzó su gira en España, Portugal y acabó en París, antes de volver a Nueva York y cerrar por fin su despegue. Quiso celebrar por cuarta vez su 40 cumpleaños y lo hizo en una discoteca en la Gran Manzana que pertenecía a su amiga Régine. Charles Aznavour, Cornelia Guest o Andy Warhol fueron algunos de los invitados. "Julio Iglesias es diferente a como se le ve en las fotos. Mide 1,90 metros y es muy guapo, con un bronceado muy oscuro y unos dientes prácticamente fluorescentes. Fue muy amable, como si de verdad me conociera", escribió Warhol, exagerando, en su diario. Era el mismo sentimiento que ya reinaba en todo Estados Unidos.
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