Sun Tzu dice: el arte de la guerra es de vital importancia para el Estado. […] lo que arrasa al enemigo es la imprudencia, y la motivación de los tuyos en asumir los beneficios de los adversarios.

¿Cómo es posible que Pedro Sánchez no llevara memorizado 'El Arte de la Guerra' al debate del lunes? De haberlo aprendido hubiera sabido que toda guerra se basa en el engaño y, de alguna manera, se habría dado cuenta que lo que él creía que iba a ser algo trivial en el enfrentamiento, acabó siendo la variable más importante del sistema: conocer terreno.

A lo mejor Pedro Sánchez confundió tener tiempo ilimitado en el Senado con una debilidad de Alberto Núñez Feijóo, no lo sé. Lo que sí sé es lo que vimos todos y es que subestimó al rival.

Hoy veo en Pedro Sánchez a un jugador de baloncesto que dejó los campeonatos por un tiempo y se dedicó a tirar a canasta en la trasera de su casa. Tiro tras tiro, encestaba. Si no encestaba, tranquilamente iba a buscar la pelota. Seguro que hasta tenía una de estas redes que se ponen debajo del aro y que están para que la bola rebote y te vuelva a ti.

Tranquilamente todos los días se enchufaba 500 tiros y, de vez en cuando, algún vecino se le acercaba y le pedía un uno contra uno. Alguno es más correoso, otro más dócil, alguno más leñero y otro que pasaba por ahí para poder tranquilizar su conciencia y decir que hace deporte.

Un día, aburrido de tirar a canasta, decide salir a mercado y le ficha un equipo importante. A fin de cuentas es alto, ágil, salta bien y tiene buen tiro exterior. A veces hasta machaca.

Llega a un equipo, le hacen la prueba, le ven fuerte, con tiro… ya saben. Le ponen a jugar y, en el primero partido descubre que hay un jugador que le está marcando y que no le deja moverse: le bloquea, le defiende, es capaz de ver hacia dónde va a moverse con sólo seguir el gesto de su mano al botar. No le deja acercarse a zona, si tira, le tapona y, si no le tapona, le coge el rebote.

El Pedro Sánchez del ejemplo ha aprendido, de la manera más dura posible: ha estado demasiado tiempo solo, tirando a canasta y pensando que, como enchufaba la mayoría de los lanzamientos, era un grandísimo jugador. Pero no. Tan sólo tenía un aceptable porcentaje de tiro y sus vecinos, mucho nivel, pues no tenían.

Así vi a Pedro Sánchez en el debate. Perdido en un juego del que cree que sabe algo y, resulta, que sólo sabe una parte y que ésta es la última de toda la jugada. No supo construir, no supo contrastar y sólo supo ir a buscar el manotazo, pero en lo que él levantaba la mano para intentar parar la acción, Feijóo ya estaba entrando a canasta.

Volviendo a la obra de Sun Tzu, Pedro Sánchez no sólo había despreciado al rival, sino que desconocía el terreno.

Porque le vimos salir agresivo, como si fuera a aleccionar, pero encontró un muro de contención y, entonces, vino lo destacable: no supo corregir. No supo cambiar la orientación de su táctica y estuvo enfrentándose de forma permanente contra un contendiente que le ofreció algo más que resistencia. Le dio respuesta y tomó la iniciativa.

Lo que le quedó a partir de ahí a Pedro Sánchez fue salvar el pundonor. No abandonar ni desmayarse, porque, a nivel de enfrentamiento, siguió insistiendo en lo que ya llevaba muchos minutos comprobando: fuera lo que fuera lo que pensaba que le iba a funcionar, no funcionaba. Íbamos a hablar de la NBA y le vimos nivel de baloncesto de calle.

Pero es que un debate no es una entrevista y, si en una entrevista, el reclamo de audiencia es el invitado, en un debate, el reclamo es el propio debate y las expectativas que se han creado alrededor de ambos contendientes.

Entiendo que el aislacionismo ha hecho que, de tanto tirar a canasta solo y con todo el tiempo de posesión del mundo… uno piensa que los fallos son porque el balón no está bien hinchado.

Por lo demás… pues si en las últimas ocho semanas ha estado justificando los últimos cuatro años, en los últimos dos días ha estado justificando la noche del lunes.