Que las ideas o el discurso de Vox generan tensión, incomodidad o discrepancia entre simpatizantes y detractores, especialmente en lo que se refiere a inmigración, los derechos sociales o el ámbito que rodea a la libertad de la mujer, es un hecho. Se ve en las tertulias políticas, en las reacciones públicas del resto de partidos -unos más notables que otros, especialmente la izquierda- o en las redes sociales. Siendo este último ámbito donde más polémica se genera gracias al factor del anonimato. Mientras que a nivel político el rechazo a la formación de Santiago Abascal se deja patente día tras día, caso del señalamiento del "retroceso" al que abocarían sus políticas, que menciona el PSOE, o de la incomodidad que tendría Alberto Núñez Feijóo condicionado por Vox, el partido se posiciona como la única candidatura que ha sufrido agresiones o boicots en esta campaña.

El último fin de semana de esta ruta, con broche final el 23-J, ha estado marcado por dos sucesos de boicot contra Vox. El primero se ha producido en el distrito madrileño de Puente de Vallecas y ha estado protagonizado por los gritos, los insultos y las amenazas de muertes de un grupo de personas contra los simpatizantes de Vox que se encontraban instalados con una caseta del partido en plenas fiestas del distrito pidiendo el voto para Abascal. Ello prosiguió con el lanzamiento de objetos y sillas, que provocó que también cinco miembros del partido resultasen heridos. Las edades de los afectados son variadas, desde la veintena, con tres jóvenes de 20, 22 y 29 años, así como otros dos adultos de 46 y 53 años. No necesitaron hospitalización, pese a todo, aunque sí atención del Samur. Los hechos se saldaron con la intervención de la Policía Municipal y Nacional, y la detención de cinco de los atacantes, mientras que otros pudieron huir.

Horas más tarde, ese mismo domingo, y ya por la tarde en Cataluña, concretamente en la ciudad de Badalona, un mitin de Vox era interrumpido por una pequeña protesta de personas que enarbolaban alguna bandera LGTBI y estelada. En este caso actitud violenta por su parte, aunque en su turno de palabra, el secretario general de Vox y diputado catalán Ignacio Garriga sí reaccionó de manera bronca. Paró su discurso, guardó los papeles, y abandonó el atril con intención de encararse con la docena de manifestantes. Los propios miembros de Vox le cortaron el paso, mientras que los Mossos, con un cordón humano alejaban el posible contacto entre facciones frustrando que la anécdota pasase a enfrentamiento. Una contestación que lejos de ayudar a calmar los ánimos abona más la tensión en un contexto ya muy polarizado. De hecho, el propio partido avaló la actuación de Garriga posteriormente en redes.

Ante ello, y hasta que la situación no se controló, Garriga renunció a retomar la palabra. "Hasta que los cuerpos y fuerzas de seguridad no controlen esta manifestación ilegal, el mitin no va a continuar. ¡Aquí no hay libertad política! Lamentó el líder de Vox en Cataluña. "Esta es la falta de libertad política que hay en Cataluña. Había que contar los metros que teníamos con estos totalitarios. Es absolutamente intolerable que no se disuelva una manifestación ilegal a tan solo cinco metros de un mitin político", añadió.

Una polarización de la que se nutre Vox

El propio partido, posteriormente a lo sucedido, se ha hecho eco de que es intolerable que la consellería de Interior no respete la libertad de libre presencia en las vías públicas para hacer campaña. Y ha denunciado que en cada mitin que se celebra en la comunidad han recibido reacciones violentas. "No vamos a parar hasta recuperar la libertad en Cataluña y hasta que podamos disentir y celebrar actos como estos. Ni un paso atrás", advertían desde el partido pese ha poder haber proseguido con el mitin con normalidad.

La polarización beneficia a los extremos, más cuando esta contienda electoral se está jugando por el centro"

Partiendo de que cualquier obstrucción a la presencia en un lugar público reivindicando una candidatura política como otra cualquiera, o protagonizando un acto electoral como el resto de partidos están haciendo, es antidemocrático y debe penalizarse. Más si se busca actuar sin permiso legal o a través de la violencia, no hay que dejar de apelar a las actitudes de la formación ultraconservadora. Que lejos de moderarse, buscan alimentar más esa polarización y una visión única de la convivencia que les beneficia frente a la llamada a la convivencia o al voto útil. Eso con más valor si como ocurre de cara a este 23-J la campaña se juega por el centro y no por los extremos políticos que prácticamente están pasando desapercibidos.

La última prueba de agitación social la ha protagonizado la aspirante a repetir como diputada por Madrid, y dos en las listas de Abascal, María de la Cabeza Ruiz. En un debate sobre igualdad organizado por la Agencia EFE, la secretaria de Organización de Vox valoraba de enfermedad crónica la transexualidad: "Hay un aumento enorme de niños muy pequeños con procesos de transición que nos preocupan porque estamos convirtiendo personas en enfermos crónicos". Una opinión vertida al lado de la portavoz de Feminismos de Sumar Elisaveth Duval, trans y quien se ha sentido agravada. "¿Usted me considera una enferma crónica?", le preguntaba. "Probablemente sí", respondía Ruiz. Unas consideraciones que sobrepasan a las propuestas de Vox en ese ámbito, como que la hormonación o el cambio de sexo se limite a las personas mayores de edad como ocurre con el voto, por ejemplo, que tienen justificación y pueden ser aceptables, aunque también democráticamente rebatidas. Ahí están las contrapropuestas de Sumar o el PSOE.

Antecedentes de agresiones a Vox

Las agresiones a representantes de Vox han sido cotidianas en cada contienda electoral desde 2019, y regularmente en zonas donde el apoyo a la formación es mínimo: Vallecas en Madrid, enclaves de Cataluña donde el apoyo predominante es independentista o de izquierdas, o territorios del País Vasco. Es recurrente la escena de lanzamiento de piedras a integrantes del partido en un mitin de las autonómicas vascas en Sestao (Vizcaya) y el impacto de una de ellas en la diputada Rocío de Meer. Otro conflicto a destacar es el producido durante el mitin de Abascal y Rocío Monasterio en Vallecas de cara al adelanto de las madrileñas de 2021, y donde Vox quería evitar ser arroyado por una mayoría de Ayuso. Los hechos transcurrieron en el parque anexo a la Plaza de la Constitución del distrito de Vallecas, cuando radicales de izquierdas iniciaron lanzamientos de objetos, piedras e incluso botellas. Todo por entenderse una provocación que Vox acudiera a realizar un mitin a la conocida como Plaza Roja de la zona.

En esta campaña lo más parecido que ha acontecido a los escraches de Madrid y el intento de Barcelona del domingo es en el inicio de la carrera electoral, en Cádiz y contra Yolanda Díaz. Una veintena de empleados de Navantia arengaron que "ni un paso más en la lucha del metal" en el estreno de campaña de Díaz. Ello provocó que una intervención estimada para casi media hora se redujese a cinco minutos. Los manifestantes se justificaron posteriormente, indicando que no querían "reventar nada". En las municipales, por su giro respecto al Sáhara y Marruecos, Pedro Sánchez recibió críticas en Vitoria durante un mitin en de un grupo de saharauis.