Si hubiera salido ahora… no, no hubiera podido publicarse “Je t’aime… moi non plus” en estos días de histeria colectiva. Tampoco existe en el lado creador la sutileza suficiente como para insinuar con gemidos lo que ahora se dice tan claro. Tanto, que le quita el encanto. La voz femenina y sensual que desafió al mundo con una grabación en la que aparece disfrutando de un explosivo cúlmen amatorio nos ha dejado para siempre, y ese hecho es todo un símbolo.
Eran los 70 cuando empezó a circular de tapadillo el microsurco. Fue imposible escucharlo en las radios de Reino Unido, Yugoslavia, Suecia, Portugal, Polonia, Italia, Islandia, España, Brasil y Argentina. Y, por supuesto, el Vaticano lanzó una denuncia contra la canción y L'Osservatore Romano, optó por censurarla. Normal. Bastante esfuerzo se estaba haciendo ya para bajar la altura de las minifaldas como para permitir que una señora andase propagando su goce y disfrute íntimo tan públicamente, por muy simulado que fuese.
Comenzaré por decir que ese tema, que lanzó a nuestra diva prohibida al recuerdo eterno, en realidad es una versión. Agárrense los que no lo sabían, pero el asunto es que aquí el galán ya había grabado antes la versión original con el icono sensual de toda una época: BB.
William Flageollet, el técnico de sonido, aseguró que aquello no había sido teatro, y se desató el escándalo. Brigitte Bardot estaba entonces casada y no era con el cantante, con el que mantenía un romance. Eso, y que no terminó de convencerle semejante exposición pública, metieron en un cajón la cinta hasta décadas después. Sin duda se trataba de una explosión sensual que quería ir más allá de un auténtico hito de la época, A Whiter Shade of Pale, del grupo Procol Harum (que en España se conoció como Con su blanca palidez)
Jane se enamoró del caballero en el set de rodaje de Slogan, una película de 1969 de las que había quien cruzaba la frontera después de horas de coche solamente para verla.
Quiero imaginar la escena de Birkin aceptando cantar y mejorar la versión de la Bardot. Ellas dos, por cierto, compartieron más de una escena, al menos en el cine.
Despejó nuestro mito las dudas sobre hasta qué punto esta grabación era ficción asegurando que si se hubiera tratado de un acto real “tendría que ser un disco de larga duración”. Se confirma: se grabaron las pistas por separado en un estudio de Marble Arch.
La Birkin, por supuesto, va mucho más allá de esta canción por la que para la mayoría es recordada. Tuvo en su repertorio algunos éxitos más que no llegaron a España por razones obvias, pero tampoco hablamos de una artista número uno. Ni falta que hizo. Hablamos de una actriz y cantante que se convirtió en el rostro de la revolución sexual. Por algo Hermés lanzó la Birkin Bag, como símbolo de los tiempos. Se trata del enigma envuelto en las melodías de la chanson francesa de una inglesa que cruzó el Canal de la Mancha en 1968 sin saber una sola palabra de la lengua de Molière. Nunca abandonó un cierto acento inglés que resultaba todavía más provocador. Fue en la tristemente famosa sala Bataclan en la que dio su primer concierto, que no tuvo lugar hasta 1986.
En cuanto al cine, más de 30 películas dan fe de su sensualidad sutil, de la provocación sin exuberancia. Pocos saben, además, que fue precursora en el mundo de las grabaciones de audiolibros, prestando su voz a clásicos literarios como Alicia en el país de las maravillas.
Más allá de la música, el cine y los audiolibros, Birkin también fue un modelo de solidaridad y activismo. Puso todo su “sex appeal” al servicio de organizaciones de derechos humanos y se dedicó con ahínco a las causas de las víctimas del VIH/SIDA. Hasta sus últimos años, utilizó su fama para abogar por la justicia y la igualdad.
Fue por eso por lo que en su patria fue condecorada como Oficial de la Orden del Imperio Británico. En lo musical, fue galardonada en los Victoires de la Musique en Francia, logrando el premio a la Artista Femenina del Año, ya en 1992. Su labor también fue reconocida por el gobierno francés en 2015, cuando fue nombrada Oficial de la Orden Nacional del Mérito. Yendo aún más lejos, Birkin fue honrada en Japón con la Orden del Sol Naciente, Rayos Dorados con Roseta en 2018, un símbolo de su impacto en la cultura global. Incluso hace poco, en 2022, Birkin fue nombrada Comendadora de las Artes y las Letras, un reconocimiento a su contribución al mundo del arte y la música. Fue portavoz de Amnistía Internacional, y todo un símbolo que ahora, ley de vida, nos deja de repente.
Queda para siempre su voz sutil y etérea y aquel glamour salvajemente modosito que hizo que millones de jóvenes fantaseáramos hace medio siglo con lo que era aquel presunto paraíso desconocido, reservado a los más mayores: el amor carnal.
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