Y así resulta que Puigdemont, prófugo quejumbroso, revolucionario de maletero, sedicioso de teterita, mártir con martirio de achaques, padrastros, antiácidos y piedra pómez, Napoleoncillo acobardado con mocho sentimental en la cabeza y un exilio de termas y confiterías, va a ser el que decida el Gobierno de España. De momento, al Fénix de la Política, al insumergible Sánchez, Puigdemont ya le ha pedido amnistía y autodeterminación, y también dos huevos duros que resuenan con tintineo de hueverita de plata desde su castillo con pajes y su calvario de Mesías de buen paño, como esos Jesusitos de almanaque o de balcón. No parece un precio muy alto para que este país siga siendo progresista, para que no vuelvan la escolta mora, los curas que hacía Agustín González y hasta Gento con calzón ancho de Fraga o al revés, que así lo ha decidido la ciudadanía. Y yo creo que Sánchez se lo concedería, que ahora se siente un poco como Trump, que podría ir por el Retiro disparando a los mimos y la gente lo seguiría votando con tal de alejar a Abascal, el telonero macabro de las lonas.

Yo, la verdad, no veo lo del bloqueo, el Santo Bloqueo habría que decir, que parece que, si viene, vendría como una segunda oportunidad otorgada al PP por un ángel navideño. El Santo Bloqueo nos ayude, que a ver si esta vez van los ventiladores, los trenes y los carteros; si va Feijóo mejor con su lumbago o cojera de inseguridad, con su hormigueo de Trancas y Barrancas, ese Feijóo que no lo hizo mal pero llegó a las elecciones sin tener programa, ni equipo, y sobre todo sin saber qué hacer con Vox, como no sabía qué hacer con su pulgar. La noche electoral Feijóo seguía con ese pulgar entablillado, ni para arriba ni para abajo, ni ganador ni perdedor, ni vivo ni muerto, que es justo lo que le ha pasado a él. Ese pulgar parecía el miembro con vida propia de una maldición o una visión, y yo creo que nunca pudo levantarlo como no se puede levantar un miembro amputado ni una capacidad de decisión amputada. 

A mí esto me parece una plegaria de solterón o de ciego de iglesia, aunque aún hay más milagro y ceguera en pensar que Feijóo puede gobernar solo con la bendición del PSOE

El Santo Bloqueo tenga piedad, que a ver si el votante de Vox, en vez de montar otra conspiración como el que monta una maqueta de un galeón, u otro museo que llegue hasta Trafalgar, se da cuenta de que sólo financia a una secta que piensa más en ir pillando sillones de fraile que en librarnos de la saga de Frankenstein. El Santo Bloqueo nos libre, que el PP ha visto en el cielo o sobre una encina que Puigdemont le dice no a Sánchez, con gran y satisfecha venganza, y se vuelve a su castillo de Waterloo o a su calabozo de la Plaza de Castilla, para que Feijóo tenga su reválida y se cure el dedo engatillado. A mí esto me parece una plegaria de solterón o de ciego de iglesia, aunque aún hay más milagro y ceguera en pensar que Feijóo puede gobernar solo con la bendición del PSOE, o con el PNV y la bendición de Vox, que son todas bendiciones antinaturales, como si un obispo con todos sus pertrechos bendijera un cañón del enemigo sarraceno.

Será Feijóo o será el Gran Bloqueo (que yo llamaría así al Santo Bloqueo antes de las campanas de plegaria). Esto ha venido a advertir Bendodo con ojos en blanco de oráculo o sólo del ciego de iglesia que decía yo. Feijóo solo, como el farero que es, Feijóo con ministros del PNV como con cardenales en un Gobierno entrecarlistón, Feijóo incluso con Sánchez, que hay por ahí almas cándidas que aún se plantean la Gran Coalición, a la alemana o a lo Rocky Balboa. Olvidan que Sánchez ya hizo su elección hace mucho, que eso del “gobierno de progreso”, aunque en el progreso estén Junqueras, Puigdemont, Otegi, Iglesias, Montero, Belarra y hasta Pam electrocutada por el feminismo a pilas, eso es lo que le ha llevado a sobrevivir cuando su traje berenjena estaba ya como un colador. No, Sánchez, al que miran otra vez los dioses o el Diablo, no se va a volver ahora del trifachito, de la España en blanco y negro con esquela hojaldrada del ABC, ni de la “derecha política, económica y mediática” que se inventó eso del sanchismo cuando él sólo estaba por ahí cambiando de parecer y haciendo avanzar a España.

Resulta que Puigdemont, el más ínclito de nuestros mesías mocosos, la más peluda y castañera semilla de ese aciago nacionalismo europeo que ha estado en todas las guerras y totalitarismos, es el que va a decidir el Gobierno de España. Vamos, que creo que ya está decidido. Sánchez gobernará porque él no concibe otra cosa y la lógica no deja otra salida. Puigdemont deshará el extático Santo Bloqueo y logrará un referéndum, seguramente no vinculante, pero que le dará legitimidad para sus causas internacionales (él sigue creyendo que la Europa que no ha dejado de sangrar y morir por los nacionalismos apoyará lo suyo como verdadera democracia, la democracia purísima de la sangre). O puede iniciarse un proceso constituyente, ahora que Sánchez se siente refrendado en su política de apaciguamiento y de desmantelamiento del imperio de la ley y del Estado. O puede que no haga falta tanto, que Puigdemont siempre va a preferir que gobierne Sánchez, a cambio de un indulto, de la vista gorda, de la redención simbólica o de la simple esperanza, antes que darle al PP su segunda oportunidad navideña allá por Navidad.

Sánchez gobernará porque ha nacido para eso, porque ahora se ve invencible y antibalas, porque el ciudadano acaba de decirle que puede hacer cualquier cosa mientras no permita que nos gobiernen toreros. Sánchez podría ser no ya presidente del segundo Gobierno Frankenstein, más poderoso todavía, hinchado y completo de pura y nueva electricidad como Pam con sus cosas, sino que podría ser incluso presidente de la República de las profecías y las camisetas. Tengan por seguro que Sánchez volverá a ser presidente. Pero pueden seguir rezando si eso les consuela, a ver si llega el Santo Bloqueo, a ver si llega el pulgar de Feijóo o a ver si llega Ayuso.