El presidente del Gobierno, ahora en funciones, y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no ganó las elecciones generales de la semana pasada. Y aunque la aritmética no da para la derecha, tiene complicado conformar una mayoría de investidura "progresista" que al margen de renovarlo en el poder le permita pilotar cuatro años sin muchas complicaciones. Pero en Ferraz, lejos de ambos detalles, el cierre del escrutinio electoral ha conllevado un éxito sin miramientos. Principalmente porque el resultado de 122 escaños, dos por encima que el 10-N y uno por debajo en la convocatoria previa a la repetición del 28-A en 2019, han roto los esquemas marcados por múltiples actores sociales y políticos. Y ha reforzado, de nuevo, un liderazgo que parecía abocado al fracaso tras un serio desgaste por la pandemia, las alianzas y sus líos internos, y por las complicaciones o los errores en la gestión.

En primer lugar, el 23-J ha dejado tocado al sector demoscópico [así fallaron las encuestas del 23-J]. De media, éste, le otorgaba poco más de 110 escaños en la recta final de campaña, algo menos nada más anunciarse el adelanto de comicios. Solo 40dB, en su último sondeo privado previo a la votación y la encuesta de SigmaDos 'a pie de urna' para RTVE y FORTA se aproximaron en sus horquillas máximas de 120 y 118 respectivamente. Entidades como GAD3, en palabras de su director Narciso Michavila, se justifican indicando que el elector de izquierdas "que se quedó en casa" en las municipales y autonómicas, ha acudido a los colegios.

Vinculado con la primera, en segunda instancia el resultado ha dejado patente que el bloque de derecha no estaba despuntando de tal alto grado como se estimaba. Frente a números superiores a 150 escaños para el PP y un hundimiento de Vox, solo la segunda idea se ha consolidado. Juntos populares y ultraconservadores suman como Mariano Rajoy y Ciudadanos en 2016. El equilibrio es igual: 169 escaños conjuntamente. Y eso deja opciones de continuidad al bloque de izquierdas y los socios regionalistas, nacionalistas e independentistas.

Es necesario, pese a todo, hacer un inciso, como tercer puntualización, en el ascenso del PSOE, de casi un millón de votos, casi la mitad procedentes de Cataluña. Y no es otro que el siguiente: pese a que es Sánchez quien sale refrendado, lo que ha triunfado es la movilización vinculada al miedo y el temor de las capas sociales más de izquierdas a un gobierno de PP y Vox con una vicepresidencia de Santiago Abascal. Especialmente en lo que respecta a conquistas como el aborto, la ley de violencia de género, la eutanasia o los derechos LGTBI. De ahí que, además, la caída del espacio a la izquierda socialista no se haya derrumbado. En ello ha contribuido en gran medida el aglutinamiento en torno a Yolanda Díaz.

Independientemente del motivo que ha dado lugar al caso, los socialistas asumen la responsabilidad del logro. Uno que supone apunta para Sánchez el enésimo capítulo del manual de resistencia. Un itinerario y método personalista de hacer política que ya ha transcendido más allá de aquel libro que dio pie al estilo sanchista de la periodista y exdiputada Irene Lozano.

El último pálpito, "como en las primarias"

Es necesario destacar lo que, en privado, el propio líder del PSOE trasladó a su círculo más íntimo en la última semana de campaña, clausurada en Getafe: "Vamos a ganar las elecciones, hay remontada de verdad. No sé si es el instinto, pero hay algo que estoy viendo de fondo muy gordo. Algo que está ahí aflorando. No lo estoy diciendo porque sí. Soy objetivo y racional, y hay algo que ha hecho clic". Sánchez admitió entre los suyos estar "muy contento y emocionado" al ver el final del camino "de una manera muy clara". Tanto, "como en las primarias" donde se inició el mito.

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante el acto central de campaña del PSC, este 16 de julio de 2023 en el Palau de Congresos de Barcelona. EFE | EFE/ Andreu Dalmau

Ese último pálpito enlaza directamente con el primer capítulo del manual de resistencia del PSOE, producido tras su salida del partido en 2016 y su regreso nueve meses después. Son más que las vidas a las que coloquialmente aspira un gato. Y es que como él mismo se autodefine, y tras dar la vuelta a uno de los principales insultos de sus adversarios políticos, es "un 'perro Sanxe'".

Del "no es no" al PP a la victoria en nuevas primarias

Ya consolidado al frente del PSOE en 2016, pero con el peor resultado de la historia del partido, la única vía para poder gobernar que vislumbra Sánchez, quien ya había intentado tras los comicios de 2015 una investidura sin éxito con el apoyo de Ciudadanos y el veto de Podemos, es abrirse a los nacionalistas junto a Pablo Iglesias, pero esa tesis no fructifica en la Ejecutiva. La facción más moderada del PSOE apuesta por abstenerse para que Rajoy continúe y evitar un bloqueo permanente que derivara en terceras elecciones. Y ésta es mayoritaria orgánicamente.

Pedro Sánchez el día de su dimisión como secretario general del PSOE, en 2016. EFE | EFE

Contraria a su voluntad la decisión, Sánchez dimite el 1 de octubre tras 17 salidas previas de miembros de la Ejecutiva. Sin legitimidad ya ésta internamente, el partido queda en manos de una gestora liderada por Javier Fernández, el barón asturiano. Rajoy es investido el día 30, y el partido se parte en dos. Apoyan al PP 68 miembros junto a los 32 de Ciudadanos y dos de Coalición Canaria. Y es previamente, de cara a la celebración de un nuevo congreso que elija en primarias al nuevo dirigente y el organigrama, cuando Sánchez anuncia que se presentará tras la salida abrupta. "El lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar", se comprometió Sánchez, quien llegó a las primarias como líder outsider. Es sonada la entrevista en Salvados en la que criticó las presiones empresariales y mediáticas para evitar un pacto con Podemos por parte de grupos como Prisa y Telefónica.

Pese al apoyo de la vieja guardia socialista a Susana Díaz, y la candidatura de Patxi López como alternativa, Sánchez se impuso a ambos con el 50,2% y regresó a la secretaría general el 21 de mayo de 2017. Con él, se incorporaron figuras que le han acompañado en estos años como Santos Cerdán, Adriana Lastra o José Luis Ábalos.

Pedro Sánchez celebra su victoria en las primarias socialistas de 2017. EFE

Moción de censura y primer gobierno

El sentimiento de oportunidad perdida para gobernar por la cerrazón del sector crítico socialista acompañó a Sánchez antes y tras su regreso. En las memorias de Carles Puigdemont, en manos de quien está la nueva investidura del líder del PSOE, éste indica que Sánchez le trasladó en un encuentro en verano de 2017 de presentar una moción de censura. Tenía que trabajarla, asegura el presidente de Junts.

El presidente del Gobierno censurado, Mariano Rajoy, felicita a Pedro Sánchez tras ganar la moción, en 2018. EFE | EFE

Y esta se dio el 1 de junio de 2018, una semana después de que la Audiencia Nacional, a raíz de las conclusiones de la investigación por el 'caso Gürtel' determinara la existencia de una contabilidad y financiación en B dentro del PP. Igualmente, consideró que Rajoy, en su testimonio en calidad de testigo, no había sido "veraz". Ello sirvió de excusa a Sánchez para conseguir unos apoyos que se le resistían: los del PNV, quienes acababan de negociar inversiones de 580 millones para País Vasco en los nuevos Presupuestos. La sentencia cambio todo para Sánchez, que de la noche a la mañana pasó a presidir el Ejecutivo y a volver a aplicar el manual. Esta vez, de insistencia y de estrategia al esperar al momento oportuno para no desgastarse.

La 'foto de Colón', determinante para el 28-A

Diez meses después de mandato, y con el plazo de fin de legislatura marcado en el verano de 2020, la incapacidad de sacar adelante unos presupuestos propios dejan al presidente a principios de febrero de 2019 ante el dilema de convocar elecciones. Por entonces, el reciente ascenso de Vox daba posibilidades al PP y a Ciudadanos de complementarse para llegar al Gobierno frente a un PSOE que con Podemos difícilmente superaba los 160 escaños de media. Pero la 'foto de Colón' apenas unos días después, el 10 de febrero, lo cambió todo, dando en una nueva ocasión oxígeno a Sánchez y oficializando unas relaciones políticas que iban más allá de Andalucía.

La fragmentación de la derecha al alza con la entrada de Abascal al tablero político y el mantra recientemente explorado de confrontación contra la ultraderecha pujante de Vox fueron determinantes. La fecha elegida para los comicios fue el 28 de abril. Entonces, de una media de 108-112 escaños de media, a superar los 124. Consiguió uno menos y la primera posición nacional.

Del 'no' de Ciudadanos, a la repetición electoral

Con los resultados en la mano, Sánchez tenía despejada la continuidad de pactar con Ciudadanos una investidura que debería incorporar a Albert Rivera en la vicepresidencia para sumar 180 diputados. El modelo de bisagra era el que ofrecía el partido liberal, pero no prosperó la propuesta por la negativa de Ventas: el incremento de 32 a 57 escaños, a 9 del PP, fue clave para querer aspirar a suplir a Pablo Casado como alternativa moderada. Por ello, se instauró un cordón sanitario respecto al PSOE, quien venía aliándose con Unidas Podemos desde las municipales y autonómicas de 2015.

Dado el caso, Sánchez se veía obligado a solo mirar a su izquierda, lo que obligadamente le abocaba a un acuerdo con morados y nacionalistas que le ubicaba nuevamente en el escenario de 2016. Ahora, tras moldear la estructura socialista a su gusto, Sánchez estaba en disposición de hacerlo. El problema fueron las peticiones de los morados. El PSOE, en la sesión fallida de investidura del presidente en funciones, denunció que Unidas Podemos rechazaba los ofrecimientos de una vicepresidencia social, Sanidad y Consumo, Vivienda e Igualdad, en aras de controlar un porcentaje de competencias mayor al correspondido "siendo la cuarta fuera política". Así lo denunció el propio Sánchez.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan tras firmar su preacuerdo de Gobierno. | EFE

Los problemas entre socios desmovilizaron a la izquierda, de media ambos cayeron en los sondeos entre 2 y 3 puntos en comparación con abril. Y de una mayoría conjunta de 168 escaños se pasó a una de 155. Frente a este descenso, que dejaba un escenario de bloqueo similar al anterior, Sánchez decidió aplicar el manual nuevamente para evitar dar a la derecha posibilidades en una nueva convocatoria. Más con Ciudadanos prácticamente absorbido por el PP y Vox como tercera fuerza. Fue la sexta 'vida' gastada por el socialista.

La gestión de la pandemia y el desgaste

La crisis sanitaria a causa del coronavirus hizo que el Gobierno se estrenara en una arena hostil e inexperta hasta la fecha. La media de encuestas empezó a acuciar el desgaste [por medidas impopulares como el confinamiento, a lo que se puede añadir los indultos a los líderes del procés] de la izquierda con un PSOE ya por debajo de los 115 y de Unidas Podemos de los 30. Ese desgaste, que acompañó al impulso del PP de Casado a ser estimado primer partido por encima de los 120, fue determinante para intentar frenar el descenso y dar una imagen renovada provocando un cambio de ministros. Hasta siete salieron, pero la progresión del PP siguió al alza, y ni siquiera el escudo social impulsado primero con el ingreso mínimo vital

Desde entonces, esa tendencia se ha ido agravado por la entrada de Alberto Núñez Feijóo al tablero electoral, la dependencia de los socios exacerbada que ha hecho negociar cada asunto a varias bandas contrarias entre sí, y los errores legislativos como el de la ley del 'solo sí es sí' ya subsanado, entre otros. A ello hay que añadir los roces entre el PSOE e Igualdad y Yolanda Díaz y Podemos.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, celebra los resultados de las generales, este domingo. EFE | EFE

La materialización de ese desgaste fueron los resultados del 28-M: con 400.000 votos menos para el PSOE, a la par que Podemos se hundía. El octavo giro de Sánchez con su manual bajo el brazo fue, ante la posibilidad de naufragar desde junio a diciembre y perder la confianza interna, Sánchez cogió las riendas, convocó elecciones generales anticipadas y asumió personalmente la estrategia de campaña. El resultado, exitoso, pese a obtener la segunda plaza, ha conllevado casi un millón de votos más, dos escaños nuevos y dejar al PSC como partido hegemónico de Cataluña superando a todo el independentismo. Incluso después de un cara a cara con Feijóo en el que no supo destacar.

Lograr la gobernabilidad lidiando con Junts o afrontar un nuevo escenario electoral incierto tras un bloqueo pueden ser los nuevos capítulos de un manual que pide ya a un nuevo tomo.