Cuenta Barack Obama que hasta que no contó con el apoyo de Michelle, no presentó su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos. Él no hizo lo mismo. Llegó un día a casa y proclamó: “Soy el presidente”.

Ahora no le ha hecho falta recabar apoyos entre belgas, holandeses o catalanes de varios puntos del mapa. Tiene mayoría absoluta, ha logrado la reelección. Todo el mundo quiere que repita. “Es el mejor presidente de la comunidad”, aseguran fuentes consultadas por esta periodista. Allí no fue necesario el pactómetro, el recuento apenas duró unos minutos, no hubo nervios, había poca alternativa, también es cierto. 

En un año de mandato se ha deshecho de la gestión de la administradora de fincas que llevaba 40 años haciendo y deshaciendo a su antojo. Solo le faltó decirle aquello que ya dijo Maragall a Mas en el Parlament y que solo unos pocos entendieron a la primera: “vostès tenen un problema i aquest problema es diu 3%”.

Les ha subido los impuestos a los vecinos, “porque si se quieren hacer cosas, hay que poner dinero”, asegura. Y sí, los que más tienen, más pagan. Porque no es lo mismo tener tres habitaciones que dos, ni tener dos terrazas o una y eso, a pequeña escala, parece entenderlo todo el mundo.

Ha resuelto verdaderas crisis geopolíticas. Y es que resulta que los franceses ocupan las cuerdas de tender más tiempo del que los holandeses consideran apropiado. Y allí estaba él, dispuesto a mediar, con su mano izquierda y su labia habitual. No sólo resolvió el conflicto, sino que logró un pacto del abrazo entre ambas ciudadanas europeas.

Y allí estaba él, dispuesto a mediar, con su mano izquierda y su labia habitual"

La cuestión lingüística no ha sido ajena a su congreso, reunido en un grupo de WhatsApp. Tuvo que pedir que los mensajes se enviaran en español y no en catalán, porque llevarán veraneando en la Costa Brava 25 años, pero algunos europeos se resisten a aprender la lengua de Pompeu Fabra

Helen Lovejoy puede estar tranquila. Él sí ha pensado en los niños. Después de chorrocientos años y de unas cuantas broncas de más, ha eliminado de las normas la prohibición de jugar a pelota en el recinto. 

Ahora lo de hablar con los vecinos forma parte de sus tareas como presidente, así que por ahí se ahorra alguna bronca de las que nos pasamos esperándole media hora. Saluda a todos al llegar, se despide de todos al irse. 

Hoy me ha dicho la primera dama que está tendiendo lazos con Bélgica. Ha decidido acompañar a dos mayores al ayuntamiento a hacer unas gestiones. De momento, le va mejor que a Sánchez. También pide presupuestos para las reformas de los vecinos franceses y me pide consejo para usar el traductor de Google al enviárselos. ¿Idiomas? Los mismos que Feijóo. ¿Herramientas? Las que quieras.

Se ha ganado a los vecinos porque gestiona la comunidad con mimo, modernizando la fachada pero sin pasarse. Ahora le gustaría poner un límite de velocidad en el parking: “este entra muy rápido y llena las terrazas de polvo”. También querría cambiar la tierra por césped artificial, pero ya saben, primero hay que recaudar.

No necesita Falcon. Con un Ibiza rojo desterrado de la M30 ha rejuvenecido 10 años y si no, siempre hay un vecino dispuesto a llevarle a donde sea necesario. El otro día fue un Maserati con un conductor de 87 años al volante, otras veces hay menos glamour y menos experiencia pero siempre llega al destino.

Llámenle presidente, llámenle gestor, copiloto, secretario, jardinero, aparcacoches, relaciones públicas o mi padre. Papá presidente.