En unas elecciones cada cual tiene sus razones para votar lo que vota y esas razones personales son inescrutables. No obstante, cuando se agregan millones de votos se pueden percibir unos mensajes implícitos, unas veces susurros otras veces clamores, que en cierta medida informan de por qué la sociedad en su conjunto ha votado lo que ha votado. Las elecciones del 23J, por sus resultados y por lo sorpresivo de los mismos, han sido muy abundantes en cuanto a mensajes.
En efecto, el primer mensaje detectable es el que se ha transmitido al PP. Retrotraigámonos un poco. Tras la crisis económica los partidos tradicionales sufrieron un zarandeo en sus bases. En España el apoyo al PP se desinfló por el centro, y surgió Ciudadanos, y el apoyo al PSOE por la izquierda, surgiendo Podemos. Tras la foto de Colón, Ciudadanos se fue evaporando y el PP comenzó a desinflarse por la derecha vía Vox. Vox es un partido de ultraderecha que se presenta como un partido ultranacionalista y tradicionalista, que nutre sus apoyos de aquellos grupos sociales que están viéndose afectados en su vida cotidiana por una evolución social que se caracteriza por la igualdad de la mujer, por grandes flujos migratorios y por la protección medioambiental. Probablemente Vox sería un partido de extrema derecha más de no ser porque se declara manifiestamente defensor del franquismo, guerra civil incluida, y por tanto defensor de la continuidad histórica.
Ese es el mensaje que la ciudadanía ha lanzado al PP con los resultados electorales: “Así no. El PP solo sí, con Vox no”
El franquismo no se evaporó de este país, fue reciclado democráticamente por Fraga a través del PP y el problema para el PP es que los votantes con reminiscencias franquistas ahora han migrado a Vox. Para frenar la fuga de votos el PP se ha escorado a la derecha y ha aceptado pactar con Vox para conseguir gobiernos de Comunidades y Ayuntamientos, y eso ha alimentado la creencia de que es posible una reversión de los avances sociales, generando miedo en el electorado de izquierda, que se ha vuelto a movilizar. Ciertamente PP y Vox han conseguido una cantidad inmensa de votos, pero no serán suficientes si la izquierda, siempre mayoritaria por mera estructura económica y social, decide acudir a las urnas. Ese es el mensaje que la ciudadanía ha lanzado al PP con los resultados electorales: “Así no. El PP solo sí, con Vox no”.
La violencia machista existe, los no iguales deben tener derechos iguales, hay que luchar contra el cambio climático, necesitamos una inmigración integrada para que nuestras empresas dispongan de mano de obra y para que nuestros mayores tengan atención, la guerra civil y el franquismo fueron un paréntesis histórico, etc. En esos consensos estaba instalado de facto el PP hasta que se infló Vox y sí ha entendido el mensaje, para intentar ganar las próximas elecciones, el PP debería asumir el cordón sanitario a la ultraderecha, como lo hace la democracia cristiana alemana. Y los votantes insuflados de franquismo deberían volver al PP y no sacar pecho por situaciones pretéritas que ya han sido descartadas por la historia y la realidad. Gritar a los cuatro vientos no da la razón, asusta y moviliza a la contra.
Vendieron humo a la sociedad catalana y ahora tienen que ir desembarazándose de un ideal tan imposible como en el otro ámbito lo es la resurrección franquista
Pero no sólo la derecha ha recibido mensajes, también los han recibido los nacionalismos periféricos. El independentismo catalán aprovechó la crisis económica para plantear un reto independentista que fue un fracaso. Vendieron humo a la sociedad catalana y ahora tienen que ir desembarazándose de un ideal tan imposible como en el otro ámbito lo es la resurrección franquista. El mensaje que ha lanzado el electorado para ellos es que el “seny català ha de tornar”, porque de lo contrario, siempre que haga falta en España, su voto se diluirá como un azucarillo. Imagínense que sería del PSOE si su única bandera fuera la República, ¿quedaría muy residual verdad? Pues eso.
Por su parte, en el País Vasco los votantes han mandado dos mensajes, uno al nacionalismo vasco tradicional, el PNV, similar a lanzado al independentismo catalán, cuando España lo necesite el voto útil será para el PSOE. Y segundo, un mensaje para el españolismo “no quieres café, pues dos tazas”, EH Bildu reforzada. Esto no debe interpretarse como un apoyo filoterrorista, como le gustará hacer a muchos, sino en positivo, como un mensaje de que los ciudadanos vascos están a favor de la normalización democrática del País Vasco y del camino recorrido desde hace más de 10 años por los partidos de la izquierda aberzale. Están cansados de odio, lo han vivido durante mucho tiempo y les da miedo.
Obviamente, también el PSOE ha recibido algún mensaje, en principio más positivo: “en tanto la derecha navegue por aguas turbulentas os apoyaremos”. Pero ojo, el apoyo no ha sido ni contundente ni territorialmente homogéneo. No ha sido contundente porque siguen faltándole un cuarto de sus votos tradicionales, que siguen en opciones más a la izquierda, ahora en Sumar, y que no muestran la más mínima intención de volver al PSOE, no confían en él. Pero lo más preocupante para el PSOE es que los ciudadanos le han hablado de forma no homogénea.
El PSOE ha conseguido mantener sus escaños básicamente por el empuje cuatro territorios: Cataluña (+7), País Vasco (+1) y Navarra (+1) y Comunidad Valenciana (+1); pero perdiendo diputados en Aragón (-2), Extremadura (-1), Castilla-La Mancha (-1) y sobre todo Andalucía (-4). En los primeros, el electorado ha premiado al PSOE su esfuerzo de pacificación política y en Valencia los votantes han reaccionado al gobierno del PP-Vox, pero en el segundo grupo hay una información subyacente altamente preocupante para el PSOE: “ya no hay feudos, si queréis el voto os lo tenéis que ganar”.
El PSOE andaluz lleva sin timón, navegando a la deriva, desde hace un lustro. Sus dirigentes se han instalado en el “no pasa nada, que siga la fiesta” y nadie trabaja por su reconstrucción
Es ahí donde aparece como hecho relevante la debacle sucesiva del PSOE de Andalucía. En Aragón, Extremadura el PSOE ha tenido gobiernos autonómicos hasta hace apenas un mes y es ahora cuando toca actuar internamente, pero en Andalucía es distinto. El PSOE-A lleva sin timón, navegando a la deriva, desde hace un lustro. Sus dirigentes se han instalado en el “no pasa nada, que siga la fiesta” y nadie trabaja por su reconstrucción.
En 2018, Susana Díaz perdió el gobierno, pero, como no pasa nada, no asumió responsabilidades y mando tres años al PSOE-A al dique seco. En 2021 la ejecutiva federal del PSOE diseñó desde Madrid una operación de relevo, porque el problema era Susana Díaz, y promovió a Juan Espadas, llegaron las elecciones en 2022, el PP arrasó y el PSOE-A sacó el peor resultado de la historia. Pero como no pasa nada, ahí continuó el PSOE-A en dique seco, con una ejecutiva inane e incapaz. Llegaron las municipales y el PSOE-A perdió todas las capitales de provincia, incluida Sevilla, y solo mantuvo la diputación de Jaén y la de Sevilla en minoría, pero como se convocaron elecciones generales, no pasa nada.
Y llegó el 23J y el PSOE-A perdió 4 diputados, los necesarios para que el nuevo gobierno de Pedro Sánchez no hubiese necesitado la abstención de Junts, o sea un desastre. Pero como el PSC había arrollado en Cataluña y se frenaba a la derecha, la ejecutiva del PSOE de Andalucía se lo tomó como un triunfo propio y ahí los vimos bailando desenfrenadamente como si les hubiera tocado la lotería. ¡Party, party!, que diría Boris Jonhson, ¡que siga la fiesta! Pues bien, con el antecedente de décadas de sequía en la Comunidad de Madrid y con los resultados del 23J, el PSOE tendría que pensarse acabar de una vez por todas con el aquí no pasa nada porque como se instale también en el resto de feudos, como en Andalucía, lo vamos a pasar muy mal en las próximas elecciones, se produzcan cuando se produzcan.
Lo dicho, creo que los/as ciudadanos/as han mandado muchos mensajes el 23J y con ellos se abre una nueva competición política, el partido que más rápido y más acertadamente capte el feedback que le ha mandado el resultado electoral más probabilidad tendrá de ser “mano” en la siguiente partida.
Luis Ángel Hierro es ex diputado del PSOE-A y catedrático de universidad. En 2021 disputó las primarias del PSOE-A a Juan Espadas y Susana Díaz
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