Feijóo, como el señor de tinterito, secante y escritorio de médico particular que es, le ha enviado una carta en redondilla a Sánchez como al señor cura. Feijóo está un poco jugando a despachar correspondencia e invitaciones a merendar desde despachos napoleónicos con globo terráqueo y pisapapeles de cañón, cuando sólo está tirando avioncitos de papel desde el torreón de Génova, torreón de lúgubres naufragios y glorias vanas. Feijóo manda su carta con gran sello de cera y firma renacentista, con toda una gorguera de nombres y cargos abajo, como un rey de muchos Flandes, Nápoles y Sicilias. Yo no sé si la carta con frunces dumasianos le habrá llegado a Sánchez de manos de un emisario a caballo, con embozo, capa y espadín. Feijóo podría haberlo hecho, puesto a aparentar autoridad, feudos, yeguadas y caligrafías ferruginosas que no tiene. Feijóo lo que está haciendo es enviarle recado a Sánchez (¡a Sánchez!) de que le deje gobernar por el honor, por la decencia, por el bien de España y pardiez. Es como irle con un soneto de Cyrano al tiburón reguetonero que te acaba de birlar a tu crush.

Feijóo escribe cartas de soldado, de preso o de hidalgo tieso, con mucha dignidad de pan, agua, cebolla y pasamanería deslucida

Feijóo escribe cartas de soldado, de preso o de hidalgo tieso, con mucha dignidad de pan, agua, cebolla y pasamanería deslucida. A mí me parece que eso sólo genera una cadena de lástima en esa otra cadena de guardianes, secretarios, mandaderos y mayordomos por la que va pasando la cartita, lánguida y temblorosa como una tacita de té. El poder no se solicita, sólo se tiene o no se tiene, y Feijóo ahora no lo tiene. Existe algo que se llama “farol de poder”, pero para eso necesitas una posición, un decorado que te dé ventaja o señorío aparentes. Sánchez usaba la Moncloa, donde, aun débil, recibía a sus posibles socios Frankenstein como a invitados de Drácula o de alguna marquesona putrefacta, impresionándolos con un lujo vicioso, con una malicia ambigua y con arte, vajilla y empleados requemados por los picos. Pero Feijóo no tiene nada, su autoridad sólo le da para pedir recado de escribir, que esta expresión ya ni se utiliza, o sólo la utiliza él desde el torreón de Génova, que parece un torreón con rueca.

El poder no se solicita por carta, con fórmulas que remiten a juramentos de tuno o a instancia al señor cura de una viuda antigua, llena de vuestra gracia, años que Dios os guarde y besos en la mano fofa y enjoyonada. Menos, a alguien que se sabe que desprecia todo ese material de costurerito que se refiere a la honra, al deber, al bien común y otras cosas de ajuar de solterona, que es lo que parece Feijóo ahora, una solterona mandando cartas desde la soledad de su cuarto lleno de loros, misales, madejas y arpas de luz que le deja el sol de la tarde para hacerla triste desde el mismo cielo, como una santidad de la tristeza. Yo creo que a Sánchez hay que dirigírsele ya como presidente del Segundo Gobierno Frankenstein, reprochándole ya lo que va a hacer, porque lo hará, y lo que nos va a costar, porque nos costará. Creer que Sánchez va a pactar una abstención patriótica, o una Gran Coalición conmovedora, no es sólo una ingenuidad sino una torpeza. Igual que intentar hablar con Junts, cosa que legitima a Sánchez para eso mismo.

En Génova parece que están en cama, escribiendo cartitas encima de miasmas de enfermo y miguitas de galleta. Feijóo no es que no tenga poder, es que no tiene nada. No puede hacer una promesa, no puede hacer un intercambio, no puede tirarse un farol, no tiene nada con lo que negociar ni con lo que asustar, sólo puede pedir clemencia, favores, gracia, grandeza incluso: apelar a la grandeza de Sánchez, que parece más una última humillación que una última esperanza. Quienes tienen poder ahora son Puigdemont, Otegi, Junqueras y hasta la mantecosa Yolanda, que a pesar de las divisiones internas y las pullas de Belarra sabe que tiene atada a la izquierda bulliciosa en ese hatillo de las subvenciones. Ellos tienen el poder y Sánchez una oportunidad aún más clara y barata que la vez anterior, porque ahora sabe que la ciudadanía no le hace pagar sus cambios de opinión, de humor o de interés a los que tan dócilmente se acomodan las necesidades del país. El escaño trasvasado aún lo hará más evidente y sencillo: el sí de Puigdemont será la confirmación de que Sánchez ya no se preocupa de nada salvo de la aritmética egoísta, mientras Feijóo anda todavía con patriotismos de soldado muerto y sentimentalismos de señora pachucha.

Sánchez no tiene límites y Feijóo aún le escribe cartas de amor, ridículas como todas las cartas de amor, decía Pessoa

El poder no se pide por carta, menos cuando Feijóo está tan lejos de ese poder como de ser capitán pirata, mandando correspondencia entre galante y amenazadora. Si Feijóo, con esta carta o invitación a merendar con algo de invitación a una cena con crimen de Agatha Christie; si Feijóo, con esta carta como un mensajito en una botella, quería retratar a Sánchez como un político egoísta, un gobernante que no piensa en el bien común ni en las necesidades, la tranquilidad y la estabilidad del país, llega muy tarde. Sí, Feijóo llega tarde como eso de escribir cartas para mandarlas en pony express o para clavarlas con puñal en una puerta. Llega tarde porque España acaba de decirnos que todo eso ya lo sabe y le da igual. 

Sánchez no tiene límites y Feijóo aún le escribe cartas de amor, ridículas como todas las cartas de amor, decía Pessoa. Feijóo no tiene que convencer a Sánchez de que le entregue el poder ni de que le regale un beso, que eso es imposible, grotesco y penoso. Feijóo a quien tiene que convencer es al ciudadano que al final lo abandonó por un tiburón de hamaca. Claro que es tarde. Ya no sería para este verano de cartas de amor, ni para este invierno de cartas de morriña, pero quizá para más pronto de lo que Sánchez piensa. Mientras, podría ir ordenando otras cosas en su cabeza, en su equipo y en su despachón con higrómetro de fraile. Podría ir pensando qué hacer con Vox, lo primero. Podría pedir de nuevo recado de escribir y empezar otras cartas de soldado o de viuda, esta vez a su partido y a los votantes. A lo mejor a Feijóo le inspiran la población de las humedades y las tristezas de cebolla, como al poeta.