Según datos de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS), 249 personas han muerto ahogadas en zonas acuáticas en España en los siete primeros meses de este año. Una cifra que supone un crecimiento del 12,7 % respecto al año anterior, y que consolida el 2023 como el tercer año con más muertes desde 2015 (cuando comenzaron los registros) y el peor del último lustro. Una tendencia que, parece, va a seguir por el mismo camino durante todo el verano, porque en los tres primeros días de agosto fallecieron cuatro personas más, elevando el total de víctimas a 253 (17 de ellas menores).
Por comunidades autónomas, Andalucía es la peor parada, con 38 muertes en lo que va de año. Le siguen, por orden, Cataluña (37 fallecidos), la Comunidad Valenciana (33) y las Islas Canarias (31). En el otro extremo, las regiones que menos muertos por ahogamiento han tenido han sido Aragón (5), Cantabria (6), Murcia y el País Vasco (ambas con 9).
Julio de 2023, fue el cuarto mes con más víctimas desde que se tienen registros. Y si se observan los datos globales, llama la atención ver que en los siete primeros meses del año la inmensa mayoría de los fallecidos fueron hombres (205 de 249). Lo que no sorprende tanto es el hecho de que más de la mitad de estos ahogamientos (en concreto 133 de 249) se produjeron en las playas españolas.
Pedro Perales, director técnico de la Escuela Nacional de Socorrismo (ENSSAP), explica a El Independiente que España tiene un problema con los ahogamientos. Los motivos, según dice, son varios. Pero este verano se ha juntado otra cosa que ha hecho que la situación se agrave. "Las altas temperaturas que están teniendo las aguas del Mediterráneo -cabe recordar que el pasado julio se registró el récord de mayor temperatura desde que hay registros- hacen que cambien los patrones del viento. Y esto está provocando que los bañistas se alejen de la orilla. Es un mar tranquilo pero muy traicionero", señala Perales.
Para el experto esto explica el aumento de la mortalidad. Pero se muestra convencido de que el principal problema es otro: "En el Mediterráneo mucha gente deja la prevención de lado. Hay mucho exceso de confianza por estar en un entorno natural que conocemos. Pero te diría que la falta de prevención es lo que mata al hombre en el 70% de los casos. Y en el otro 30% es la irresponsabilidad", asegura. Como muestra, nada mejor que un ejemplo que nos sonará a todos: "Es la típica situación que te conoces la zona y te quieres acercar a boya amarilla, que está a 200 metros de la orilla. Por el camino te da una parada o un síncope, o te cansas porque el mar esta muy picado y... Mucha gente no suele hacer caso de las señales de socorrismo".
A todo esto se le suma que gran parte de la población no está habituada a nadar ni tiene capacidad física para hacerlo de manera continuada. Y cuando se ve en una situación así de improviso la respuesta habitual es entrar en pánico. Algo que en el mar puede resultar mortal. Ante esto, el experto recomienda ser prácticos y asegurar la supervivencia. Y esto pasa por mantener la calma y no ir en contra del mar, porque "no le vamos a ganar". Así que hay que ponerse a favor de la corriente y tratar de pedir auxilio. Incluso si vemos que nos hemos alejado de la orilla mucho no hay que desesperarse, porque muchas playas cuentan ya con drones para sobrevolar el terreno.
Un "problema de Estado"
Isabel García Sanz, presidenta de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo, tuvo claro que los datos de ahogamientos que estamos registrando este año suponen que el Gobierno de España debe abordar la necesidad de poner en marcha una estrategia estatal de seguridad acuática.
"España es un país que vive inmerso en el caos entre administraciones en cuanto a la gestión de preservar la vida de las personas en espacios acuáticos", afirmó. "Estamos reviviendo situaciones tan surrealistas como que haya que poner bandera roja en algunas playas por ausencia de socorristas, o que algunos ayuntamientos no encuentren personal para cubrir sus servicios. Y todo es culpa de las comunidades autónomas que aprueban normativas de imposible cumplimiento", añadió.
García se encargó de señalar que llevan "más de una década" denunciando esta situación, que se muestra convencida que continuará a no ser que las instituciones públicas aborden esto como "un problema de Estado, igual que en su día hicieron con los accidentes de tráfico".
"En el mes de julio hubo 28 muertes en espacios acuáticos en 4 días, 17 de ellas en un mismo fin de semana. Son datos dramáticos y contundentes, que obligan a los poderes públicos a prestar una atención prioritaria a una realidad que en los últimos ocho años ha provocado la muerte de más de 3.000 personas. Y muchos de estos ahogamientos podrían haberse evitado", reiteró la presidenta de la RFESS.
Falta de socorristas
En 29 de los 79 ahogamientos que se registraron en España en el mes julio no había servicio de vigilancia en la zona. En otros 29 casos no procedía que lo hubiera, pero en 21 de ellos estaba activo el servicio de socorrista. ¿Qué pudo fallar en esos casos? Nadie mejor para responder a esa pregunta que Perales. Y es que la Escuela Nacional de Socorrismo en la que trabaja tiene 65 delegaciones a nivel nacional para formar a los socorristas.
"Cuando acaban la formación salen preparados para el servicio. El problema es la fatiga. Se ponen en una sombrilla en la piscina o en la playa todo un verano y se relajan. Es lo que realmente hace que el socorrista baje la guardia. Por eso es tan importante crear un convenio nacional para que tengan relevos y cobren un sueldo en función de ese convenio. Porque ya desde antes de la pandemia faltan socorristas. Al final nadie quiere cobrar cinco o seis euros por hora teniendo una responsabilidad tan grande", detalla.
Esa precariedad hace que muchos se echen atrás en su idea de ser socorrista. Algo lógico, teniendo en cuenta que se trata de un trabajo que abarca sólo unos meses al año y que muchos jóvenes eligen simplemente para sacarse algo de dinero mientras estudian. Sin embargo, Perales asegura que "por suerte" hay cada vez más perfiles de socorristas experimentados, que son también los más demandados.
Los peligros del Atlántico y del Cantábrico
El director técnico de la ENSSAP explica que la población de mayor riesgo por ahogamientos son los niños y los ancianos. Pero afirma que no hay que quitar el ojo de los jóvenes entre 16 y 35 años, que quizás sean los que más riesgos corren en el agua. Además, se muestra convencido de que las playas son mucho más peligrosas que las piscinas, porque hay que controlar "miles de factores más", aunque reitera que no hay que descuidar la prevención en ningún lugar.
En esas, también se anima a valorar cómo de peligrosos son el resto de mares que bañan las costas españolas: "Si te vas al Atlántico las aguas son más bravas y frías. Y el Cantábrico es muy abierto y tiene temperaturas muy frías, además de unas corriente de resaca tremendas. Esas secuencias de olas y esa bravura hace que muchos surfistas se ahoguen allí. Se producen ahogamientos en todos lados, pero el Cantábrico quizás es el mar más peligroso".
Además, en los últimos años los socorristas también están viendo como tienen que intervenir más por la popularidad que han ganado deportes acuáticos como el paddle surf. Aunque ya llevan años acostumbrados a salvar a los surfistas. "En las actividades acuáticas falta seguridad y prevención. Yo trabajé en Tarifa y no sé cuántos rescates al día hacíamos de surfistas. Llegábamos y nos encontrábamos con una tabla suelta que no sabíamos si se había volado desde la playa o es que había una persona ahogándose en algún lado. Era un caos", concluye Perales.
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