Fue uno de los eventos con mayor impacto de cuantos se han celebrado en Euskadi. La salida del Tour de Francia desde Bilbao y el desarrollo de sus tres primeras etapas por el País Vasco fue uno de los escaparates internacionales más relevantes y las autoridades vascas decidieron aprovecharlo. La marca que debía dibujar el sello vasco de la carrera gala era la ikurriña y así lo llevaron a cabo las autoridades vascas, volcadas con la presencia de ikurriñas a lo largo de todo el trazado de la carrera.

Unas enseñas que se produjeron por miles por distintas instituciones y organismos públicos y que lograron el efecto buscado, que las carreteras vascas se inundaran de ikurriñas al paso del pelotón e identificar con ellas a los numerosos aficionados que abarrotaron cada una de las tres etapas por Euskadi. El Gobierno vasco comenzó a preparar la escenificación a comienzos de mayo, dos meses antes de que la carrera arrancara el 1 de julio desde la explanada del estadio de San Mamés. Lo hizo licitando la producción de decena de miles de ikurriñas de 40x60 centímetros y con las que además de promocionar la propia enseña oficial de la CAV poder divulgar la marca 'Basque Country' con la que las autoridades vascas identifican su promoción internacional.

Para la producción de ikurriñas ‘Basque Country’ se presentaron cuatro ofertas, cuyo coste por unidad no podría rebasar, según la licitación del Ejecutivo, de los 2,6 euros (IVA incluido). La convocatoria llevada a cabo por la dirección de comunicación social de Lehendakaritza, la presidencia del Gobierno vasco, adjudicó finamente la producción a la empresa Master Touch Publicidad, que las fabricó a sólo 1,88 euros cada una de ellas. Una adjudicación que con el presupuesto de licitación máximo, 72.600 euros permitía costear alrededor de 38.000 ikurriñas 'Basque Country'.

La apuesta por convertir la Ikurriña en el símbolo de la Grand Depart 2023 del Tour de Francia estuvo presente en todos los actos de promoción llevados a cabo por las instituciones. "Allí donde hay ciclismo, hay una ikurriña, welcome to the Basque Country”, rezaba el lema de la campaña de promoción.

Soporte político

Además de la apuesta que hicieron las instituciones, la idea de sacar la ikurriña a la calle también se llevó a cabo con fines políticos. En particular fue el nacionalismo afín a la izquierda abertzale quien empleó la ikurriña a lo largo de los 577 kilómetros del recorrido por tierras vascas para reclamar el derecho a decidir de Euskal Herria ante los ojos del mundo. Una enseña a la que se le sumó lemas en favor del derecho a decidir o de la independencia.

La producción de ikurriñas se multiplicó sobremanera. Además de las fabricadas por encargo del Ejecutivo vasco, también un acuerdo de EiTB y Kutxabank permitió sacar a la calle otras 60.000 ikurriñas, a las que se sumaron las promovidas por la plataforma en favor del derecho a decidir, Gure Esku, que llegó a promover una campaña de recaudación de fondos para adquirir un millar de ikurriñas –se recaudaron más de 28.000 euros- que se exhibirían en cada una de las etapas, a la salida y llegada de los ciclistas. La apuesta incluyó la confección de la que se presentó como “la ikurriña más grande jamás confeccionada”.

En realidad, el gasto en ikurriñas fue un pequeño desembolso en la organización del Tour de Francia. La apuesta por acoger el Tour requirió un desembolso económico importante. Las instituciones vascas se repartieron el desembolso de 7,5 millones de euros que sólo en concepto de canon se tuvo que abonar a la organizadora de la carrera, la compañía Amaury Sport Organisation. A ello se suman otros 4,5 millones que se desembolsaron para costear el amplio operativo que conlleva la carrera, además de otras partidas del resto de actos que se llevaron a cabo.