Imagínese que en la primera potencia global, la democracia representativa más antigua del mundo, un presidente se niega a reconocer la victoria de su rival al que acusa de cometer un fraude. Y no se queda ahí: trata de crear confusión sobre el resultado hasta tal punto de que muchos ciudadanos no sepan diferenciar lo verdadero de lo falso. Presiona al fiscal general, a los funcionarios de Justicia y hasta a su propio vicepresidente para que certifiquen el supuesto fraude. Por último, atiza a sus seguidores para que asalten el Congreso y así impidan que se confirme el traspaso de poder. En el mejor de los mundos sería distopía. Pero no. Sucedió entre el 3 de noviembre de 2020 y el 6 de enero de 2021 y su protagonista fue Donald J. Trump, 45º presidente de Estados Unidos. Trump plantea un continuo test de estrés a la democracia estadounidense.
En 2018, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt ya se planteaban en la introducción de su ensayo Cómo mueren las democracias si estaba en peligro este sistema politico en Estados Unidos. Lo hacían a raíz de la llegada al poder de Donald Trump en 2016, a quien describen como "un hombre sin experiencia alguna en la función pública, con escaso compromiso apreciable con los derechos constitucionales y tendencias autoritarias evidentes".
Explican cómo las democracias ya no mueren a manos de hombres armados, sino de líderes elegidos en las urnas, que "mantienen una apariencia de democracia, a la que van destripando hasta despojarla de contenido". Y subrayan cómo "los asesinos de la democracia utilizan las propias instituciones de la democracia de manera gradual, sutil, e incluso legal, para liquidarla".
El 'trumpismo' va devaluando las instituciones, limitando las políticas públicas... No es un golpe de hoy para mañana pero deja la democracia muy tocada en sus fundamentos"
juan luis manfredi, georgetown univeersity
En esta línea, Juan Luis Manfredi, catedrático Príncipe de Asturias en Georgetown University, explica cómo las democracias no se desmantelan de golpe. "Para que funcione hay que encajar muchas piezas, que están encadenadas: el sistema judicial, la libertad de expresión, el poder de la sociedad civil, los partidos politicos… Es lo que hace el trumpismo: va devaluando las instituciones, limitando las políticas públicas, deteriorando la calidad de los medios de comunicación… No es un golpe de Estado de hoy para mañana, pero deja la democracia muy tocada en sus fundamentos". El sistema, de momento, sigue funcionando, gracias a que a Trump le pararon los pies y a que no está en el poder. Pero en este 2023 el adjetivo "histórico" se ha desgastado con Trump, que ha batido todos los récords con tres procesos judiciales abiertos en cuatro meses: dos de ellos por delitos federales. Sexo, documentos clasificados y votos inventados. Todo ello salpimentado de mentiras envueltas en estridentes mayúsculas, las que usa en sus mensajes en Truth Social.
Un informe demoledor
De todos las imputaciones que afronta de momento, y habrá más, destaca la última por conspiración para revertir el resultado electoral de 2020 y alentar el asalto al Capitolio. Son tres cargos de conspiración (conspiración para defraudar al gobierno de Estados Unidos; conspiración contra los derechos; conspiración para obstruir un procedimiento judicial) y uno de obstrucción al procedimiento judicial. Si le condenaran por todos los cargos, la pena sería de más de tres décadas.
El fiscal especial Jack Smith presentó el martes el informe de acusación. Es una síntesis del plan orquestado por Trump y seis colaboradores, entre ellos el ex alcalde de Nueva York y abogado de Trump, Rudy Giuliani, según los medios estadounidenses.
El documento, que el fiscal Jack Smith recomienda que lean todos los ciudadanos estadounidenses, es contundente: "A pesar de haber perdido estaba decidido a permanecer en el poder. Durante más de 12 meses, después el día de las elecciones del 3 de noviembre de 2020, el acusado difundió mentiras de que hubo un fraude que determinó el resultado de las elecciones y que en realidad ganó. Estas afirmaciones eran falsas y el acusado sabía que eran falsas". Y añade: “El objetivo de la conspiración fue revertir los resultados legítimos de las elecciones de 2020 utilizando a conciencia consignas falsas de un fraude para obstruir la función del Gobierno federal de recolectar, contar y certificar los resultados".
Trump sabía que había perdido: así se lo habían confirmado desde legisladores estatales y jueces de su propio partido hasta el director nacional de Inteligencia o el vicepresidente. Pero estaba empeñado en aferrarse al poder. Para lograrlo la estrategia consistió en presentar objeciones legales en siete estados clave (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Nuevo México, Pensilvania y Wisconsin).
El objetivo era crear dudas y que así una comisión favorable a Trump certificara otros resultados. La clave fue que en el departamento de Justicia no le obedecieron, y en última instancia el vicepresidente Mike Pence no se sumó al plan. Cuando a Trump le dijeron que iba a provocar revueltas en las calles, comentó sin inmutarse que invocaría la ley de insurrección, es decir, sacaría los tanques a la calle. Trump le acusó de ser “demasiado honesto”. La campaña de Pence, que aspira también a la nominación republicana, ha convertido esas palabras en la marca del candidato.
"En este caso es diferente. La acusación estructura su argumentación en las palabras y acciones de Donald Trump y de Mike Pence. Es una cuestión muy importante", apunta Juan Antonio Gurpegui, director del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá de Henares.
Mentiras del hiperlíder
Para Juan Luis Manfredi la más reciente imputación sobre el fraude electoral y el asalto al Capitolio desvela tres problemas que plantea el trumpismo. "El primer problema es que Trump vive gestionando las mentiras y de eso le acusa el fiscal. Provoca que la opinión pública tenga problemas a la hora de saber qué es verdad y qué no es verdad. El segundo problema es que Trump conspira desde el derecho y desde las instituciones para quedarse en el poder. Es algo nunca visto porque la transición pacífica es lo que caracteriza el sistema constitucional. Y el tercero se refiere a su hiperliderazgo sin contrapesos, lo que hace que la democracia no funcione correctamente".
En esa circunstancia concreta Mike Pence como vicepresidente actuó como contrapeso. La historia se habría escrito de forma diferente si Pence no hubiera sido "tan" honesto. Es el republicano que más contundentemente ha sentenciado a Trump por sus maniobras conspirativas.
Aún así es difícil que Pence, o cualquier otro aspirante republicano, tenga posibilidades, si bien queda demasiado tiempo en términos políticos para la nominación. Trump aspira a ser el candidato republicano para llevar a cabo su venganza y en los sondeos está a 30 puntos de su más próximo rival, el gobernador de Florida, Ron de Santis.
El Partido Republicano sigue rendido al trumpismo hasta tal punto de que son minoría quienes van a aprovechar las imputaciones, ni siquiera la última que le describe como un enemigo de la democracia, para tratar de quitarle apoyos. "El trumpismo es un movimiento social activo, conexionado y movilizado. Son el 25% de los electores republicanos, así que es muy difícil enfrentarse a él", señala Juan Luis Manfredi.
En la comparecencia del jueves, el ex presidente se declaró "no culpable". Y a la salida, en su línea, se presentó como víctima. Va a ser su leitmotiv en la campaña electoral que va a coincidir con su agenda judicial. Dijo: "Es una persecución de un opositor político. Esto no debería suceder en América".
La defensa de Trump, como ya anticipa el informe del fiscal especial, va a basarse en que el ex presidente ejercía su derecho a la libertad de expresión, es decir, va a invocar la Primera Enmienda. Pero como señala Margaret Sullivan en The Guardian, el informe detalla cómo se perpetraron "conspiraciones para descartar votos legítimos y subvertir los resultados electorales. En resumen, hacer esfuerzos concertados para impedir la transferencia pacífica del poder, el corazón mismo de la democracia estadounidense.Lo siento, pero la Primera Enmienda no está de acuerdo con eso".
Las grietas del sistema
Realmente nada de lo que está pasando debería estar pasando. En eso Trump tiene razón. Pero es Trump quien durante su mandato aprovechó todas las grietas del sistema y sigue haciéndolo. Mariano Aguirre, analista de cuestiones internacionales y autor de Guerra Fría 2.0 (Icaria, 2023), apunta que "el sistema democrático estadounidense se encuentra afectado por una serie de disfunciones estructurales: en primer lugar, el peso desmedido, sin posibilidad de rendir cuentas a nadie, de la Corte Suprema, ahora dominada por una mayoría hiperconservadora; en segundo lugar, un sistema electoral arcaico con representación desmedida de los estados rurales de la Unión; en tercer lugar, una interpretación arcaica sobre el derecho a tener y portar armas públicamente". Todo ello, según Aguirre, lo aprovecha Trump, el Partido Republicano, y una serie de juristas, líderes de opinión y movimientos ultraderechistas de la sociedad civil para defender su visión de una democracia autoritaria.
Según Aguirre, la situación es "explosiva" porque estas disfunciones estructurales de la democracia estadounidense se combinan con "el abandono que sienten millones de personas, las profundas raíces racistas de la cultura del país y la movilización de Trump contra la agenda liberal (feminismo, ecologismo, derechos humanos)".
La visión de los trumpistas está muy extendida, mucho más de lo que podríamos imaginar. Su base de votantes ronda los 70 millones, aunque es cierto que no ganó en voto popular en 2016 ni en 2020, tampoco en las elecciones de medio mandato en 2018, y sus partidarios se dieron un buen traspiés en 2022. Su talón de Aquiles son las mujeres y el votante independiente. "Pero la sociedad está muy polarizada con brechas internas de índole económico, social y político", explica Manfredi.
Y Trump explota estas rupturas. Quienes apoyan a Trump ven la esencia de América en peligro. Quienes lo deploran lo consideran la esencia de la anti América. Solo hay que ver cómo apoyan desde el Kremlin el mensaje victimista del ex presidente estadounidense.
La tensión entre los principios democráticos y la tendencia autoritaria es fuerte y grave, y no solo afecta a EEUU"
mariano aguirre, analista internacional
En esa sociedad polarizada la candidatura de Trump convertiría a cada votante en una especie de juez que tendría que decidir si merece la cárcel o la Casa Blanca. Sería más que un plebiscito, un macrojuicio, paralelo al que tenga lugar en los tribunales, que puede que no haya concluido en noviembre de 2024 si tienen éxito las maniobras dilatorias de la defensa del ex presidente. Y esa vía de trasladar al ciudadano decisiones que corresponden al poder judicial derivan en autoritarismo.
"La tensión entre los principios democráticos y la tendencia autoritaria antidemocrática es fuerte y grave, y no solo afecta a Estados Unidos. Pero en la medida en que políticos y ciudadanos en general han creído durante más de 300 años que son la encarnación de la democracia y la influencia que tiene en el mundo, esa lucha será clave", añade Aguirre.
Hoy por hoy aún nos quedan algunas razones para albergar esperanza en el sistema democrático. Hubo quienes frenaron a Trump como el vicepresidente Pence. La Justicia está cumpliendo su misión y ha presentado un informe, a pesar de los riesgos que conlleva porque el ex presidente puede resultar absuelto. Habría sido peor, sin duda, no actuar porque nadie está por encima de la ley. Y el documento desvela detalles reveladores sobre el comportamiento de Trump.
La amenaza a la integridad de la República procede, como a menudo ha ocurrido, del interior de la casa"
jamelle bouie, 'the new york times'
A Jamelle Bouie de The New York Times, le llama la atención con qué tranquilidad Trump estaba dispuesto a sacar los tanques a la calle contra quienes se opusieran a sus pretensiones. "Si realmente esperamos evitar otro 6 de enero, o algo peor, tenemos que hacer frente a nuestro sistema antidemocrático tanto como a los autores de ese incidente en particular. Sean cuales sean los beneficios que se supone que tienen nuestras inusuales normas y procedimientos, en este momento de nuestra historia, se ven superados con creces por el peligro que suponen para todo el experimento americano. La amenaza a la integridad de la República procede, como a menudo ha ocurrido, del interior de la casa", señala Bouie.
Como escribe Donald Ayer, vicefiscal general con George HW Bush, en el Financial Times, "el informe del fiscal es un punto de inflexión para la democracia estadounidense y la comunidad global de democracias… Hay razones para el optimismo porque Donald Trump tendrá que responder por lo peor que ha hecho".
Hay alguna sombra en el horizonte, sin embargo. Según Manfredi, "el temor del establishment es que, al contrario de lo que pasó en el primer mandato, ahora Trump sabe lo que quiere y cómo ejecutarlo. A ello se suma que tiene espíritu de venganza contra muchos funcionarios y el gobierno federal. Quiere terminar lo que empezó en 2016. Sería empobrecedor para la democracia estadounidense".
Levitsky y Ziblatt citan dos normas básicas en democracia que refuerzan los mecanismos de control: "La tolerancia mutua, o el acuerdo de partidos rivales de aceptarse como adversarios legítimos, y la contención, o la idea de que los polacos deben moderarse a la hora de desplegar sus prerrogativas institucionales". De forma poética lo expresaba en plena Segunda Guerra Mundial el escritor E.B. White: "La democracia es el no en ‘no empujes’. Es la sensación de privacidad en las cabinas de votación, la sensación de comunión en las bibliotecas la sensación de vitalidad en todas partes. La democracia es una carta al editor. Es una idea que aún no se ha refutado…"
El sueño es que el trumpismo acabe con Trump. O mejor aún que los ciudadanos estadounidenses, sobre todo los que han confiado en Trump, tomen conciencia del retroceso al que estaría abocada América si vuelve a estar al mando. Será el fin de la tolerancia mutua y de la contención. De las cartas al editor y de las ideas no refutadas.
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