Algunos ya intuíamos que no sería fácil. A pesar del triunfalismo de muchos analistas, y de las evidencias demoscópicas presentadas por algunos expertos, que daban a Pedro Sánchez por muerto políticamente y alumbraban un camino, el de Alberto Núñez Feijóo hacia La Moncloa, muy semejante al de un mero paseo militar, el resultado arrojado por las urnas tras el 23 de julio ha sido notablemente diferente. La aritmética parlamentaria nunca había sido de tal complejidad. ¿Les parece tópica esta afirmación? En absoluto. Salvado el trámite del famoso escrutinio CERA (Censo de Residentes Ausentes) con el que los populares han arañado un escaño más, el número 137 en detrimento del PSOE que queda con 121, el paralelismo entre bloques es tal que parece casi irresoluble. Sólo lo parece, eso sí. Créanme que no lo es.

A pesar de que la he repetido en varias ocasiones, no por ello voy a renunciar a recurrir a la vieja -y conocida- máxima de uno de los políticos más brillantes que han conocido los últimos siglos: Giulio Andreotti. Aquel viejo zorro de la política italiana dejó escrito para el mármol que, ‘el poder desgasta, sobre todo a quien no lo tiene’. Si a esta aseveración unimos otra, no menos conocida de que ‘la política es el arte de lo posible’, frase atribuida a muchos, como al ‘viejo profesor’ e histórico alcalde de Madrid, don Enrique Tierno Galván, aunque fuera Leibnitz quien primero la esbozara siglos antes, tenemos ya dos herramientas importantísimas para comenzar a trabajar en el actual escenario que se alumbra a partir de la constitución de las Cámaras Legislativas a partir del próximo 17 de agosto.

El grave problema que existe en España es que existe una cierta incapacidad y un enorme rechazo a entender bien en que consiste el concepto ‘negociación’

Creo necesario, respecto al último aserto, ir algo más lejos y reformularlo tal y como hizo años después un notable político y pensador francés: ‘La política es el arte de hacer posible lo necesario’. En este punto, necesariamente, surge el debate en torno a ambos conceptos: qué es lo que unos y otros consideran ‘necesario’ y en qué forma llegamos a un acuerdo sobre lo que es posible y lo que no lo es. Esto último tiene interés, porque buena parte de los actores implicados en el proceso mezclarán lo ‘necesario’ con lo ‘aceptable’, aunque esto ya sea harina de un costal diferente.

Me he permitido este largo, aunque en mi opinión imprescindible introito, para abordar la situación actual, con un partido, el PP, indiscutible vencedor de estos comicios, pero cuya notable subida en votos -tres millones más de los que tenía- y en escaños, 48 diputados más, resulta completamente insuficiente para articular una mayoría, no ya de gobierno sino simplemente, para investir a Alberto Núñez Feijóo como presidente. El PSOE, ha sido el segundo partido más votado, sí, pero ha conseguido cerrar la boca a una legión de profetas de la catástrofe que le auguraban una caída…¡por debajo de los 100 diputados! Nada más lejos de la realidad; de 120 a 121.

Si prefieren que lo exprese de otra manera, ni la gestión de la terrible pandemia, que a muchos nos pareció la mejor -o la menos mala- de las posibles, ni escándalos puntuales de presunta corrupción como el bautizado por medios de la derecha como el ‘caso del Tito Berni’, ni menos aún sus pactos con fuerzas que, guste o no, están dentro del marco constitucional y tienen representación parlamentaria como Bildu, ERC, Junts o el BNG, han pasado factura electoral alguna a Pedro Sánchez.

Con estos mimbres, si excluimos a los siete diputados de Junts, formación cuyo máximo referente es el fugado de la justicia española Carles Puigdemont, cada uno de los dos bloques suman 171 escaños. Eludo incluir a la representante de Coalición Canaria, a la que muchos medios sitúan alegremente en el bloque de Feijóo para presentar así un 172 vs 171 porque no tengo nada claro, tras escucharla en los últimos días, que su voto vaya a ser favorable a la investidura del candidato de la derecha, aunque su decisión siga sin estar del todo clarificada. Por simplificar todo este galimatías, aunque Sánchez no ha ganado las elecciones, claro está, pero parece evidente que es el quien tiene la iniciativa, quien la conserva, quien nunca la ha perdido… también que, a pesar de haber resultado vencedor, Núñez Feijóo se encuentra a rebufo del actual presidente en funciones, y eso llena de plomo las alas de sus expectativas de gobierno. Paso por alto la estéril polémica de si debe permitirse gobernar, sin más, a la lista más votada aunque no tenga los apoyos suficientes porque sobre esto, en función de como va soplando el viento, los partidos dicen, se desdicen y vuelven a decir, con escaso pudor democrático. Resulta llamativo que el líder del PP se dirija por carta a Sánchez para pedirle que se eche a un lado cuando su formación, en Extremadura, a pesar de haber obtenido menos votos que la candidatura socialista de Guillermo Fernández Vara, gobernará los próximos cuatro años merced a un pacto con la formación de ultraderecha que lidera Santiago Abascal.

¡Miren de una vez a Italia o a Alemania!

¿Qué sería lo ideal para España? Evidentemente que nuestro país ‘se hiciera mayor’ políticamente y reprodujera el ejemplo alemán, donde una ‘Gran Coalición’ entre democristianos y socialdemócratas, CDU y SPD o SPD y CDU, ora los unos ora los otros, ha posibilitado numerosos gobiernos en las últimas décadas sin mayores fricciones fuera de las normales en la gestión diaria de los asuntos públicos. Si me lo permiten,  arrimaré el ascua a mi sardina’ para ir un paso más allá: en mi Italia natal en la que, como siempre digo, nacemos con un manual de instrucciones para la negociación bajo el pañal, hemos visto con relativa normalidad distintos gobiernos en los últimos años entre la izquierda y la ultraderecha, Renzi-Salvini, por ejemplo, u otros… ¡y no se hundido el mundo!

El grave problema que existe en España es que existe una cierta incapacidad y un enorme rechazo a entender bien en que consiste el concepto ‘negociación’. Desde mi experiencia, no sólo política sino empresarial, como mediador incluso en algunos procesos laborales, siempre he comprobado, primero con sorpresa y luego con resignación, como la mayoría de los actores sentados a la mesa entendían que ‘negociar’ era que la contraparte asumiera el 90 por ciento -no exagero un ápice- de sus planteamientos. Y no sólo esto; la mera apertura de un debate o una discusión no lo era tanto para tratar de convencer al contrincante sino para llegar casi a ‘triturarle’, política o laboralmente. Adoro España porque me lo ha dado casi todo y quiero a los españoles a rabiar, pero entre sus grandes virtudes, este es uno de los defectos que -es mi humilde opinión- a veces les lastran y les impiden terminar de despegar como el gran pueblo y el gran país que son desde hace siglos.

¡Claro que Sánchez formará gobierno! Conserva la iniciativa, ¿les parece poco?

Si quieren que me ‘moje’, lo haré; Pedro Sánchez acabará por formar gobierno y evitará una repetición electoral, que estoy convencido que sería mala para España por un montón de razones. Me veo en la obligación de tranquilizar -y recomendar tila e infusiones (perdonen la ironía)- a cuantos remarcan estos días, con voz engolada, que lo logrará (Sánchez) a costa de ‘vender’ o de ‘trocear’ España y otorgar a los nacionalistas cualquier cosa que pidan, por disparata que pueda parecer. Relájense… no lo hará. No lo hará por responsabilidad, por sentido de Estado y porque tampoco es necesario en absoluto. ¿Es razonable que se normalice en las cámaras legislativas el uso de las lenguas cooficiales del Estado? A mí me parece que sí, evidentemente. Recurro a este ejemplo por ir a la última polémica, de momento, de estos días. ¿Consentirá o aceptará Pedro Sánchez, como presidente del Gobierno, la autodeterminación de Cataluña o del País Vasco del resto de España? Naturalmente que no, porque es anticonstitucional, porque rebasa el marco legal, y porque la inmensa mayoría de los españoles, en los que reside la soberanía nacional, son contrarios a ello. ¿Habrá una consulta? Si se encuentra una fórmula legal que permita su encaje en el ordenamiento jurídico, tal vez.

 Lo que está claro es que a todos los actores políticos, potenciales aliados del presidente en funciones, interesa llegar a un acuerdo. Comenzando por el propio Carles Puigdemont, líder de la formación que, con 7 escaños en el Congreso, tiene la llave para despejar una situación que yo me niego a calificar como ‘bloqueada’. Por ello escojo el verbo ‘despejar’ y no el do ‘desbloquear’.

Es el momento de hacer política, con mayúsculas, de que los líderes estén a la altura y de que, en el menor plazo de tiempo posible, España tenga un gobierno, fuerte y que encare los desafíos del futuro inmediato, que no son pocos y requieren el mayor esfuerzo. Los españoles, que ya hemos hablado, no mecemos menos. Nosotros ya hemos votado. Ahora, les toca a ellos.