Es la historia de un fracaso. Mar Coll se estrena como directora de televisión con Matar al padre, una miniserie de cuatro capítulos sobre las relaciones paternofiliares. Se trata de un universo que ella conoce bien y en el que ya ha buceado en dos ocasiones. De hecho, Tres días con la familia, su ópera prima, se alzó con la Biznaga de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Cine de Málaga el 2009. “La familia es un espacio en donde los personajes se muestran tal y como son. Creo que es el marco ideal puesto que todos, en cierto modo, tenemos relaciones más o menos complejas. Es una fuente de emoción que conmueve al espectador”.

Movistar+ estrena este viernes 25 Matar al padre, una serie de encargo en la que por primera vez una mujer se pone detrás de las cámaras. Ya iba siendo hora. “La verdad que lo vivo como un dato preocupante. Que de 8 a 10 series encargadas haya sólo una dirigida por una mujer es el reflejo de la situación de la industria cinematográfica. Un 10 o un 15% de las películas que se estrenan están dirigidas por mujeres. Es importante que se evidencie y que los medios hagan hincapié, porque esa no es la foto que nos gustaría tener y deberían plantearse mecanismos para cambiar esta situación monocromática. La inercia es muy potente y si esperamos vamos a necesitar varias generaciones para revertir esta situación. En las escuelas de cine y de comunicación audiovisual  hay paridad, ¿por qué no se traduce en puestos de responsabilidad femeninos?” Mar Coll lo tiene claro estas cifras son un fracaso para la industria cinematográfica española.

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Gonzalo de Castro regresa a la televisión tras 10 años de ausencia.

Es la historia de un fracaso porque Matar al padre, que bien podría ser una película en cuatro entregas, presenta la historia Jacobo Vidal (Gonzalo de Castro), un abogado, un padre autoritario, castrador, absorbente  agobiante, déspota y autoritario, un personaje que asfixia lo que tiene a su alrededor gracias a su obsesión por controlar todos los aspectos de su existencia y la de sus hijos, Tomás y Valeria. Ahora bien, trastornos como estos nunca viene solos. En el caso del protagonista se sostienen por una figura paterna también bastante peculiar. Todos los personajes son víctimas de un exceso y mal entendido amor paternal. “No queríamos trabajar sobre la historia clásica del personaje que realiza un camino y al final de la historia aprende algo. Jacobo Vidal es un personaje impertérrito, un hombre rígido que vive instalado en el miedo. Para él no existe más que una verdad y por eso no hay posibilidad de cambio. Sus intenciones son buenas, pero la manera que tiene de concretar es nefasta”.

Todos los personajes son víctimas de un exceso y mal entendido amor paternal

Mar Coll aprovecha la historia de la familia Vidal, para retratar los últimos 16 años de la sociedad española, más concretamente la catalana, a través de cuatro capítulos que se centran en cuatro años diferentes 1996, 2004, 2008 y 2012. Matar al padre pulula por los fracasos y las victorias de la familia Vidal, pero es también un recorrido por la Barcelona postolímpica, el preludio de la crisis, sus circunstancias y los cambios vitales que han sufrido y todavía sufre el país.

Matar al padre es la historia de un fracaso porque a pesar de que los guionistas, Valentina Viso y Diego Vega, se pudieron permitir el lujo de trabajar sin presiones durante dos años (no en vano, Movistar tiene en su ADN cuidar de sus productos), lo que les ha permitido “profundizar en el guión y experimentar con el lenguaje”, la narración resulta desagradable. En un principio el espectador podría achacar ese rechazo a la aversión que provoca el protagonista de la historia, un padre disfuncional, cuya falta de empatía enerva desde el sofá por su absurda forma de gestionar la vida y, sobre todo, por la relación enfermiza que mantiene con sus hijos. En Matar al padre hay algo más que flojea. Pulula en clave de tragicomedia, tras un correcto primer capítulo de presentación, los dos siguientes resultan muy planos, hasta que el espectador aterriza en el cuarto y último, un capítulo que rezuma sorpresa y mucha más chispa que los anteriores.

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Una escena de 'Matar al padre', serie dirigida por Mar Coll.

Esta miniserie se convierte en el regreso de Gonzalo de Cast

ro a la televisión tras 10 años de ausencia. A pesar de que su calidad interpretativa es indiscutible, en Matar al padre De Castro recuerda demasiado al trastorno obsesivo compulsivo del Doctor Mateo. “Viajar con Jacobo apela a lo más cercano, lo más empático del ser humano, de manera que terminas entendiendo porque la gente actúa así. Además, estoy convencida de que la disfunción emocional está a la orden del día, lo que pasa es que choca verla en pantalla porque está muy poco representada”.

Esta miniserie se convierte en el regreso de Gonzalo de Castro a la televisión tras 10 años de ausencia

A pesar de que el lenguaje ha cambiado, Coll está convencida de que Matar al padre podría tener hueco en cualquier televisión generalista, al mismo tiempo es consciente de que se trata de una serie que “requiere concentración y un estado de ánimo específico” de manera que verla en una plataforma en la que eliges el momento adecuado siempre “tiene más ventajas que sentarte frente al televisor entretenido con otras pantallas o con anuncios”.

La familia Vidal se convierte, de la mano de Mar Coll, en el reflejo de un país inestable deformado por la mirada de un padre que ha tallado y tallará la vida de todos los componentes de su familia. En una tragicomedia esperpéntica, en la que el espejo del cabeza de familia deforma la realidad cual Max Estrella. Queda un dulce regusto final porque a pesar del derrumbe familiar las nuevas generaciones siempre transpiran un futuro optimista.

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Nuria González, en una escena de 'Matar al padre'.