Radiante y confiado, Diego 'El Cigala' (Madrid, 1968) está especialmente sonriente esta mañana. En la expresión tostada de su rostro parece haberse instalado una genuina mueca de satisfacción, como quien tiene la seguridad de que solo cosas buenas pueden pasarle. Está sentado en un sillón blanco, a juego con su fresca ropa de lino, que combina a las mil maravillas con el dorado de sus joyas y el bronceado de su piel. El sol ilumina, a través de un gran ventanal, la pequeña sala del Eurostars Madrid Tower con vistas a La Castellana, donde el Cigala atiende a El Independiente para hablar de su último disco, 'Obras Maestras'.
"¿Te ha gustado?", es lo primero que pregunta. Le contesto que sí, que me ha recordado mucho a "Lágrimas Negras", el álbum que grabó con Bebo Valdés hace veinte años e hizo del Cigala lo que es hoy el Cigala. "Gracias a 'Lágrimas Negras' estamos acá, porque yo venía del mundo del flamenco y fue Bebo quien me introdujo en el son cubano y en la música latina. Yo jamás me hubiese puesto para eso si no fuera porque él me enseñó a todos estos grandes".
Habla con cierto deje caribeño, dando cuenta de lo integrado que está en una cultura que ha acabado adoptando como propia. Por sus venas corre sangre flamenca, pero lo hace latiendo al son de los ritmos latinos. "De niño mi padre compraba discos de Antonio Machín, de Lucho Gatica, pero jamás pensé que el destino me iba a llevar a conocer la música latina, a vivir allí y tener esta conexión con el mundo latino. Lo siento así cuando escucho un guaguancó, un danzón, un chachachá, una salsa o un bolero. Lo siento como cuando escucho a alguien cantar por soleá".
Siempre ha reivindicado la relación entre los ritmos latinos y el flamenco, "músicas del pueblo y para el pueblo, con alma y corazón", enfatiza. Por eso, para confeccionar este disco, se ha dejado llevar precisamente por esa intuición latina y cada canción tiene su historia. "Queríamos que los temas de este disco me fueran como un traje hecho a medida". Desahogo, por ejemplo, cuenta que es una maravilla que recuerda oír a Roberto Carlos de pequeño. De Ay Cariño dice que se la había escuchado mucho a Tío Moncho. Sin un amor se la enseñaron Los Panchos mientras estaba en México grabando su anterior álbum, 'Cigala canta a México'. "Gabi Vargas cogió la guitarra y empezó: Sin un amor, la vida no se llama vida... Le dije: '¿Y este tema maestro?', así que otro pa' la buchaca".
Aunque no con todas fue tan fácil. Reconoce que se tuvo que pelear mucho con uno de los clásicos más famosos del repertorio, el Toda una vida de Osvaldo Ferrer. "Es un cover que se ha inmortalizado y se ha hecho mil veces, pero le he dado muchas vueltas a si me iba o no. Yo me decía: 'Por favor Diego, no lo descartes'. Y al final es uno de los temas que, cuanto más lo voy escuchando, más me gusta. Gracias Padre por no haberlo desechado, porque me encanta".
Algo así le está pasando con su carrera artística. El Cigala es una de esas personas que mira al pasado con una nostalgia que no pesa, sonriendo y sin melancolía. Se acuerda de Bebo, de 'Lágrimas Negras' y agradece todo lo que le han dado, pero mira hacia el futuro con muchas ganas, profesa una gran admiración hacia su nuevo Bebo, Jaime Callabuch "Jumitus", y ha dado una nueva vida al bolero a través de un disco con identidad propia como 'Obras Maestras'. "He cambiado muchísimo de hace 20 años a ahora. El 'Lágrimas Negras' que se grabó en su día no tiene nada que ver a cómo lo puedo cantar a día de hoy. Soy como los buenos vinos, me gusto más ahora que 20 años atrás. Ha habido un buen reposo, lo tengo todo ya muy masticado y me lo paso pipa".
Parece un monarca. Cuando gesticula, lo hace con la amplitud de todo su cuerpo, mientras el tintineo de collares y pulseras de oro suena como si le hiciesen los coros. Se coloca en su asiento con aires de marajá, y la canosa y larga perilla se le afila cuando ríe, como a un faraón. En el fondo de su rostro brillan sus ojos oscuros mientras se regocija hablando de música, mencionando nombres, hablando con reverencia de los Tata Güines, Changuito, Giovanni Hidalgo, Cachao López, Juan Formell, genios de la música latina los llama él.
Hace falta un disco de flamenco y ese disco de flamenco me hace falta a mí, me hace falta más que el comer
Sin embargo, Diego es un flamenco. Y como tal, siempre acaba volviendo a las raíces, así quiere que quede claro en su próximo disco. Sí, acaba de sacar uno después de tres años de producción y ya está pensando en el siguiente, en los siguientes mejor dicho. "Vuelvo a mis ancestros, vuelvo a donde pertenezco. Hace falta un disco de flamenco y ese disco de flamenco me hace falta a mí, me hace falta más que el comer. Estoy fascinado y orgulloso con todas mis producciones, por supuesto, pero necesito reivindicarme a mí mismo. Decir: 'Aquí estoy yo', quiero mi disco de flamenco y lo quiero con las mejores guitarras, quiero rescatar unas cuantas voces, que tengo ya en mi cabeza, y ponernos a cantar como si estuviéramos de fiesta, para que el mundo del flamenco diga: '¡Olé! Ahí está el tío Diego con su disco'".
Y es que para el Cigala el flamenco está en un momento muy dulce, porque ya es universal. "El flamenco ha llegado a un momento de su historia en el que tú puedes llegar a Nueva York, Canadá o Tokio y ver dos guitarras con un cante y dos palmas. El flamenco se puede poner a la par de todas las músicas, desde la música clásica, el jazz, latin-jazz, el pop...". Pero su ambición no acaba aquí, también dice que ama la música brasileña y que es un género que le falta por hacer y no descarta. "Eso sí, me tendría que buscar un poco la vida con el portuñol, Cigala portuñol", bromea.
Lo que sí que parece tener claro es que quiere hacer música clásica. Habla de un ambicioso proyecto en el que suenan Lorca, Falla, García Márquez y Gustavo Dudamel. "Tengo en mente hacer un disco de música clásica, pero con períodos de cantarle a Lorca, El amor brujo de Manuel de Falla, al Fuego fatuo, el Romance del amargo, Frases de Cien años de soledad de mi compadre Gabriel García Márquez, sacar sílabas, trocitos, frases de Macondo. Ponerlas en el tiempo de Seguirillas, de Soleá, en tiempo de Taranto... Y todo ello ponerlo en práctica con mi querido hermano don Gustavo Dudamel, que para mí no puede haber un director más grande en el planeta Tierra que él. Tengo ese sueño en mi cabeza y espero, Dios mediante, llevarlo a cabo".
"Creo que no vamos mal", dice riéndose después de hacer una breve pausa. En sus cálculos son unos seis o siete años más de producciones. "Creo que hay que aprovechar los momentos, de eso trata la vida. Estoy en una buena etapa y quiero vivirla con sabiduría". Y es que el Cigala puede tener alguna que otra arruga más, el pelo más o menos canoso, pero parece mantener lo más importante para un artista: la ambición por un futuro lleno de posibilidades.
Al despedirnos, hablamos de lo mucho que ha cambiado todo desde que él empezó. Le pregunto qué pensaría el Cigala de hace 20 años si se viese ahora. "¿Pero niño qué te ha pasado?, ¡si se te ha puesto la barba blanca!, pero se te ve bien eh, se te ve bien", responde. Insiste en lo importante que es para él no perder el sentido del humor. "Me gusta mucho una risa, me gusta reírme tela".
Antes de irse, me enseña un vídeo en su móvil en el que una Inteligencia Artificial ha puesto la voz de Camarón a uno de sus temas, Chanelando. "El mundo de la música tiene que dar una voz de alarma con esto", comenta en un tono más serio. No es por restarle importancia, pero hace 20 años se dijo lo mismo de los top manta y la industria ha sabido reponerse con cierta holgura. Seguro que el asunto de la IA en la música va a ser uno de los grandes retos del futuro, pero con artistas como Diego 'El Cigala' se hace difícil imaginar copia que valga. Tan impredecible, excesivo y único como ha demostrado durante toda su carrera. De momento, parece que tenemos Cigala para rato y el buen momento que confirman estas 'Obras Maestras' parece que es solo el inicio.
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