Dice mi amigo Pedro Ruiz en su nuevo espectáculo que España se suicida cada cuarenta años. Antes fue la Guerra Civil y cuatro décadas de dictadura. Ahora, 40 años después de la Constitución del 78, la moción de censura apoyada por los que quieren romper España. Si hasta hoy los políticos eran el tercer problema para los españoles, tras lo ocurrido en las últimas horas pasarán a ser el primero de ellos. En una semana hemos presenciado atónitos cómo un día el Gobierno compraba con 540 millones al Ejecutivo vasco del PNV a cambio de su voto favorable a los Presupuestos, y al día siguiente el partido vasco aumentaban las exigencias o dejaba caer a Rajoy de la presidencia. Cinco diputados, solo cinco, deciden por la mayoría del Congreso. ¿Es eso democracia?
Asistimos escandalizados a una lucha de poder sin vergüenza, los socialistas que apoyaban el 155 ahora reciben el apoyo de los políticos del lazo amarillo. Pedro Sánchez, que llamaba racista a Quim Torra hace solo unos días, a la semana recibía su voto para la moción de censura tras hora y media de reunión a puerta cerrada de ambos grupos. No fue una cita de cortesía como anunciaba Margarita Robles, fue un intercambio de cromos en el que pudieron jugarse la unidad de nuestro país a cambio de llegar a la Moncloa. Merecemos saber qué se les ofreció a cambio de su apoyo.
Cinco diputados, solo cinco, deciden por la mayoría del Congreso. ¿Es eso democracia?
No ha sido una moción contra Rajoy. El Presidente del Gobierno ya está amortizado, ésta es una moción contra Albert Rivera. Las encuestas de los últimos meses han determinado que Ciudadanos no es una apuesta de futuro, sino un partido preparado para gobernar y escogido por una amplia mayoría. Ahí el PNV vio peligrar sus privilegios mantenidos durante décadas a cambio de lo que algunos llaman estabilidad y otros chantaje.
Mientras tanto, este partido que junto a EH-Bildu gobierna el País Vasco con 46 de los 75 escaños de su Parlamento tiene ya escritas las bases de la futura “nación vasca” en las que se reconoce la nacionalidad vasca y establece “categorías de ciudadanos” según su origen, para evitar que un gobierno central evite celebrar un referéndum o que se pueda aplicar en su territorio el 155.
Los dos partidos de siempre, PP y PSOE, ofreciendo concesiones al PNV siguen alimentando el peor de los nacionalismos excluyentes. Solo su miedo a las urnas lo justifica. Éstos días muchos, hasta el ponente de la moción José Luis Ábalos, decía erróneamente desde la tribuna del Congreso que el PP con la sentencia de la Gürtel se convertía en el primer partido político en democracia condenado por corrupción y financiación ilegal y eso es falso. El primero fue Unió Democrática de Catalunya por el caso Pallerols y condenado a pagar casi 400.000 euros por ello y el segundo, curiosamente, los socios de la moción. La antigua CDC, hoy PDCat, batieron el reto de decomiso por financiación ilegal y la Audiencia de Barcelona ordenó que se les retuvieran 6,6 millones de euros por el caso Palau.
Estamos viviendo días terribles para España. No aprendemos de los errores pasados en los que Jordi Pujol ponía y quitaba presidentes del Gobierno a cambio de dejarle hacer, de permitir 24 años de corrupción personal e institucional en Catalunya.
España fue en 1812 ejemplo de igualdad cuando promulgó la Constitución más avanzada del mundo, la de Cádiz. Por primera vez se derogaba el poder absolutista de los reyes y se hablaba de un estado constitucional, por primera vez se aprobaba la separación de poderes, la libertad de prensa, la de expresión y sobre todo la soberanía nacional. Por primera vez quedaba escrito en la ley que nos gobierna a todos que el poder no reside en una persona o familia, sino en el pueblo. Que la nación en conjunto es quien decide las leyes y la forma de aplicarlas.
¿Qué ha sucedido para que 200 años después las minorías vasca o catalana quieran gobernar sobre la mayoría de los españoles? Han confundido la diversidad y los derechos culturales con el poder y algunos partidos constitucionalistas les han comprado el discurso a cambio de mantenerse en Moncloa en unos casos, o llegar a ella sin pasar por las urnas en otros. Hay que reinventar la democracia para que sea la mayoría de los españoles la que decida quién les gobierna y no una partitocracia manipulada por intereses personales.
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