A última hora del viernes un temblor sacudió la Medina de Marrakech, entre el sugerente laberinto de sus callejuelas y su variopinta parroquia de aguadores, curanderos, mercaderes o encantadores de serpientes. Allí donde Juan Goytisolo pasó sus últimas décadas de vida. El terremoto tuvo como epicentro el pueblo de Ighil, a unos 70 kilómetros de Marrakech, pero resonó intensamente en Jemaa el Fna, la plaza de la que Goytisolo se reconoció “hijo”, a cuya supervivencia se entregó y donde aprendió a hablar el dariya (el dialecto marroquí) entre sorbos de té.
En busca de sus encantos llegó esta semana Frank Murray, afincado entre Málaga y Valencia. “Fue una escapada de última hora con mi pareja”, reconoce en conversación con El Independiente. Un viaje urdido en tiempo de descuento que, tras admirar la belleza de una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, les convirtió en testigos del mayor terremoto registrado en suelo marroquí en más de un siglo.
La cama y las paredes comenzaron a temblar y el ruido se volvió ensordecedor
“El terremoto sucedió sobre las 11 de la noche. Estábamos ya descansando ya en el riad [casa o palacio tradicional marroquí con un jardín o patio interior] cuando empezamos a notar una vibración, un ruido muy grande. La cama y las paredes comenzaron a temblar y el ruido se volvió ensordecedor”, rememora Murray mientras apura su última jornada en una urbe que trataba el sábado de recuperar el resuello.
Las autoridades comenzaban la tarea de evaluar el alcance de las heridas ocasionadas en su vasto patrimonio, aunque los principales lugares históricos del casco histórico parecían haber superado los embates. “Nuestro riad ha aguantado muy bien, porque es un edificio cuadrado con muros de carga y está en una zona por debajo del nivel de la calle, como empotrado en el terreno, lo que le ha permitido aguantar bien las sacudidas que fueron enormes”.
Vuelta a la normalidad
Salvo tres o cuatro derrumbes, la Medina está volviendo la ciudad a una actividad perfectamente normal.
Las primeras luces del sábado revelaron paisaje extramuros del riad, tras los treinta segundos en los que el suelo atronó. “Salvo tres o cuatro derrumbes, la Medina está volviendo la ciudad a una actividad perfectamente normal. La gente está limpiando y baldeando las calles, quitando el polvo, recogiendo los escombros que han podido ocasionar los desperfectos. Los comercios están regresando a su ritmo habitual”, relata el turista convertido en testigo privilegiado de una urbe que resurge.
“Es decir que es una ciudad muy viva, muy activa, con mucha vida comercial en la calle y nos ha sorprendido esa capacidad de resiliencia después del drama que están viviendo con sus conocidos o familiares, están otra vez en marcha y abriendo sus negocios y tirando para delante”, agrega Murray, que ha ido captando las imágenes de ese rápido resurgir. Fotogramas de un viaje difícil de olvidar. La escapada de última hora a Marrakech acaba este domingo a primera hora de la mañana con un viaje de regreso a Málaga.
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