Neruda en todos.
En cada uno.
Siempre.
Antes y luego.
Cuando calla y cuando habla,
con y sin cuerpo,
amante y amado.
En el recuerdo,
en el corazón,
en los poemas y la canción desesperada,
en las odas y los sonetos,
en el canto general
y en su residencia, así en la tierra como en el cielo.
Tierra libre de amaneceres en el tiempo.
Voces diversas en versos dispersos.
Renace y se instala en la noche,
libre ya del destino,
en poemas de silencios,
en el eco de la risa,
con el mar besando el invierno,
y sus libros siempre abiertos.
Clamo mi dolor
y acuso al pretérito perfecto simple
sin acentos,
a las haches que se pierden,
a los signos de puntuación mal colocados
cuando él
se ha descuidado
y se nos ha ido
a un universo impertérrito
de sueños inciertos.
Neruda nuestro
que estás en la lectura de mis secretos,
ven a nuestro pecho
a través del estravagario
y léenos un fragmento
con tu voz perenne
de poeta eterno.
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