A aquellos cuadros que el mundo admiraba les faltaba algo. El lo sabía, lo percibía desde siempre. Las tres dimensiones aportaban la vida que a la pintura se le resistía. Poder bordear una obra, observarla de frente, de espaldas, de lado, incluso por arriba, era algo que los pinceles jamás lograrían. Qué decir de dar formas imposibles con las propias manos. Pablo Picasso (Málaga 1881-Mougins 1973) lo descubrió y lo exploró durante toda su vida, de modo más discreto, menos conocido y sin apenas exponerlo al gran público. Pero sí, Picasso fue escultor prolífico, rico, experimental e innovador, como lo era su arte.
Hace 50 años que murió y el mundo lleva meses recordándolo, homenajeándolo con muestras, retrospectivas y sesiones sobre su legado. Hoy es el turno del Museo Guggenheim de Bilbao, que desde su inauguración en 1997 no le había podido dedicar ninguna retrospectiva, por más que lo ha intentado. Ahora lo hace, pero no con sus pinturas, sus cuadros, sino con sus esculturas, la faceta más desconocida del autor malagueño.
La exposición ‘Picasso escultor. Materia y cuerpo’ está compuesta por 56 de sus obras escultóricas, todas ellas centradas en el cuerpo humano, de mujer fundamentalmente, como motivo: bustos, manos, ojos, orejas… creados con todo tipo de materiales, desde el yeso hasta el bronce, el cemento, el hierro, los coladores o los alambres policromados. “Hay una anécdota que resume muy bien cómo creaba. Una vez la cocinera de la casa no encontró los elementos de cocina para preparar la comida. Se los había llevado al taller para crear. Recogía todo tipo de materiales, pelotas de tenis, hierros, etc. Así surgían las obras”, recuerda el nieto de Pablo Picasso, Bernard Ruiz Picasso, nieto del artista.
La comisaria de la muestra, Carmen Giménez, revela que la percepción de libertad que le otorgaba la escultura fue una de las motivaciones que más impulsó a Picasso. La “monumentalidad” que le aportaba y las posibilidades de trabajar con multitud de materiales le apasionaban. Una grandeza que considera que se ve subrayada ahora por la amplitud de las galerías del Museo Guggenheim y los espacios creados por Frank Ghery, “que diría que son perfectos para las esculturas”.
La bienvenida a la muestra la da la ‘Dama oferente’, la imponente escultura de bronce de más de dos metros de altura que recuerda a las diosas de la fertilidad de la Antigüedad, y cuya mano extendida parece recibir al visitante de esta exposición de la pinacoteca bilbaína. Una dama manca que da con una mano y no espera recibir. Es la primera obra de las salas a través de las cuales se recorrer parte de la obra de Picasso, en este caso dedicada a la representación del cuerpo humano en distintos estilos, entre 1909 y 1962.
Escultura y amantes
La 'Dama oferente' que se puede ver es uno de los dos ejemplares de esta obra que también se instaló en junto a su tumba en el castillo de Vauvenargues (Francia). En 1933 la creó en yeso y cuatro años más tarde la presentó vaciada en cemento en el Pabellón de España en la Exposición Universal de París, en el que también presentó el Guernica.
La vida y obra de Picasso no se entendería sin su amor y pasión por las mujeres. Fueron ellas las que inspiraron muchas de sus obras en la pintura y también en la escultura. La lista de ‘musas’ es larga; Dora Maar, Fernanda Olivier, Marie-Therese Walter, Francoise Gilot, Jaqueline Roque… En el Guggenheim se expone el busto que realizó inspirada en Olivier, creando un busto cubista, un rostro torsionado propio de su sello y una muestra de su ansia por trascender las dos dimensiones. Los que le conocieron bien, como su galerista Daniel-Henry Kahnweiler, aseguraba que Picasso hacía “dibujos en el espacio”.
La pasión por la escultura fue determinante en la compra de una mansión normanda del siglo XVIII. Aquel establo lo convertiría en su taller, era perfecto para seguir avanzando. En esos comienzos de los años 30, el yeso era su material y su amante Marie-Therese Walter, la inspiración de sus obras. En esta exposición del Guggenheim –que permanecerá desde hoy y hasta el 14 de enero- se incluyen tres bustos inspirados en la joven.
Aquellas narices sobredimensionadas, esos ojos esféricos y cuerpos alterados supusieron un atrevimiento. En la París ocupada por las tropas nazis, Picasso no fue bien aceptado. Demasiado atrevimiento. Sus obras llegaron a ser tildadas de “arte degenerado” y algunas llegaron a ser destruidas. No fueron tiempos fructíferos, encontrar bronce complicaba crear y la dificultad para exponer redujo su actividad. ‘Cabeza de mujer’ es otro de los bustos inspirados en una de sus amantes, Dora Maar, y que también se incluye en la muestra.
'Niña saltando a la comba'
Tras la guerra, en 1948, el artista malagueño se instala en Vallauris, cerca de Cannes. A escasos metros, los restos de una alfarería próxima acabarían siendo una fuente de creatividad importante. Donde los alfareros no veían más que material de desecho, Picasso descubría posibilidades creativas. Es cierto que a él le bastaban jarras de agua para modelar un vientre y unos pechos de mujer, como hace en ‘Mujer encinta’ o palos de escoba y restos de muebles para componer el grupo de ‘Los bañistas’, seis esculturas, cada una con su propia personalidad que después crearía en bronce y que dialogan entre sí.
Otra de las obras que muestra la pasión por la experimentación que movía a Picasso es ‘Niña saltando a la comba’ (1950) y con la que cumple su ilusión de crear una obra escultórica que no tocara el suelo. Francoise Gilot relató que Picasso descubrió el modo de hacerlo al ver a una niña saltar a la comba: “Hizo ejecutar una base rectangular en una forja de Vallauris desde la que se elevaba a una altura de aproximadamente n metro un tubo de hierro curvo que tenía la forma de la cuerda cuando toca el suelo. Los extremos sirvieron de soporte para la niña”.
La comisaria de la muestra asegura que si la faceta escultórica de Picasso es más desconocida es porque la escultura “siempre ha sido más difícil que la pintura para los artistas”: “Richard Serra siempre dice que es algo que le ha frustrado. Un cuadro se cuelga y ya está, una escultura requiere de espacio, es más difícil”.
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