Con tan solo cuatro años, Peter Gene Hernandez (Honolulú, 1985) ya era uno de los más famosos imitadores de Elvis Presley a nivel mundial. Toda una declaración de intenciones de alguien que desde que tuvo uso de razón empezó a soñar con ser el Rey del Rock y que lleva ya un lustro largo aspirando al trono de Michael Jackson.
"Nuestra familia ama a Bruno Mars, es un artista consistente, pero Michael es Michael. Bruno es un artista sólido, pero Michael es irrepetible", planteaba en enero el hermanísimo Jermaine Jackson en entrevista reciente, tratando de zanjar el debate pero, al contrario, con esas palabras en realidad estaba admitiendo de alguna manera que la distancia es cada vez más corta.
No en vano, la de Bruno Mars fue en 2017 la cuarta gira más taquillera de la temporada por detrás de mastodontes como U2, Guns n' Roses y Coldplay. Para conseguir colarse en ese top 5 que completa Metallica, la estrella del pop logró que algo más de dos millones de espectadores compraran entradas para alguno de los 121 conciertos del 24K Magic World Tour, que terminó recaudando 200,1 millones de dólares (170 millones de euros). En España las citas fueron en abril en el WiZink Center y el Palau Sant Jordi con las entradas evaporándose en minutos para las 15.500 localidades del primero y las 17.900 del segundo.
Aupado por el éxito de público de estas actuaciones y el buen funcionamiento del álbum 24K Magic (Atlantic Records, 2016), la gira del hawaiano pasó de pabellones europeos y norteamericanos a grandes estadios a rebosar por Sudamérica como si sencillamente eso fuera lo que tenía que pasar. Y tras pegarse otra buena ración de baños de masas por Australia y Asia, llega ahora turno de un segundo tramo de este 24K Magic World Tour que es en realidad el momento de la verdad. De la reválida que hay que afrontar y ya no se puede postergar.
La comparación con Michael Jackson lleva ya demasiado tiempo sobre la mesa y ha llegado la hora de intentar dejar las cosas claras. Por eso el legendario festival de Wertcher (Bélgica) es la puerta de entrada de Bruno Mars en su regreso al viejo continente, donde le esperan citas tan ambiciosas como las de nuestro país: el 20 de junio en el Estadio Olímpico de Barcelona (aforo máximo de 55.000 espectadores) y el Wanda Metropolitano de Madrid (que se estrena así en la música en vivo y que en fútbol llega hasta 67.000 personas de capacidad).
Todo un salto cualitativo que en realidad no puede asustar a Bruno Mars, quien en la última gala de los Grammy del pasado enero se volvió a casa nada menos que con seis galardones, incluyendo los tres más importantes: Álbum del Año (por 24K Magic), Grabación del Año (por 24K Magic) y Canción del Año (por That's what I Like). También fueron para él los de Mejor Álbum de R&B (24K Magic) y Mejor Interpretación R&B y Mejor Canción R&B (ambas de nuevo por That's what I Like). Enésimo golpe en la mesa para el muchacho que siempre aspiró a ser estrella y que fue capaz de batir en esa velada a Jay-Z y Kendrick Lamar.
Rey del rock o del pop
Pero volvamos al principio, al pequeño Gene poseído por el espíritu de Elvis Presley. Volvamos a 1990, cuando se fijó en él The New York Times, y avancemos hasta 1992, cuando interpretó a su héroe con tan solo seis años en Honeymoon in Vegas, película de Andrew Bergman protagonizada por Nicolas Cage, James Caan y Sarah Jessica Parker. Todo un hito para un niño que, lejos de convertirse antes de tiempo en el enésimo juguete roto, volvió a casa y continuó fogueándose en Hawai tanto con sus imitaciones como actuando con la banda de su padre por toda la isla.
https://youtu.be/tdxr0z3SZ74
Cumplió los plazos y en cuanto acabó el instituto se mudó en 2003 a Los Angeles para perseguir su sueño perpetuo. Tenía 17 años y todos los semáforos pasaron de la cautela del ámbar a la determinación del verde cuando fue fichado por, oh sí, claro, Motown Records, la legendaria discográfica de la época dorada de los Jackson 5 desde 1969 hasta 1975. En ese punto fue cuando empezó a virar realmente del reinado del rock al del pop, aunque las cosas no salieron como todos esperaban y el contrato se fue al garete sin dar rendimiento alguno.
A pesar de ser un talento infantil desde la niñez como su admirado Michael Jackson, sus caminos no fueron en absoluto iguales y tras el fracaso con Motown Bruno Mars tuvo que perseverar con sus canciones hasta conseguir un segundo contrato con Atlantic Records en 2009. Durante esos años de incertidumbre, no tuvo otra que trabajar duro para mejorar como compositor escribiendo singles junto a sus compañeros Philip Lawrence y Ari Levine, con quienes fundó el colectivo de compositores The Smeezingtons. Así consiguieron en 2008 vender el tema Lost a la 'boy band' puertorriqueña Menudo por 20.000 dólares, otro momento crucial que animó al aspirante a no tirar la toalla.
Aún antes de debutar al fin como solista, triunfó Bruno Mars participando en la composición y en ocasiones también cantando en singles para Flo Rida y Ke$ha (Right round, para Resacón en Las Vegas, 2008), B.o.B. (Nothin' on you, 2009), The Sugababes (Get sexy, 2009) y sobre todo los pelotazos con Travie McCoy (Billionaire, 2010) y CeeLo Green (Fuck you, 2010). Por eso para cuando en octubre de 2010 llegó su primer álbum, Doo-Wops & Hooligans, ya parecía que el hawaiano llevaba media vida entre nosotros facturando sencillos número 1.
Con aquel debut empezaba, ya a lo grande, una carrera musical de éxito ascendente con temas como Just the way you are, Grenade, The lazy song o Marry you. El primer advenimiento tuvo continuidad en 2012 con el álbum Unorthodox Jukebox, que profundizada en su mezcla para todos los públicos de estilos tan diversos como soul, R&B, pop, funk, reggae, hip hop y pinceladas de rock. Y aún más canciones liderando las listas de medio mundo: Locked out of heaven, When I was your man, Treasure, Gorilla, Young girls...
Una gramola infalible que no para de facturar singles de éxito como si sencillamente brotaran de la nada. Quince años después de su llegada a Los Angeles en busca de lo que consideraba suyo, Bruno Mars reina en el pop mundial del siglo XXI reimaginando a su manera la música afroamericana de las décadas de los setenta y los ochenta, fijándose también en otros nombres como Lionel Richie, Luther Vandross, Billy Ocean o Kool & The Gang. Y en Prince, claro, cómo no, pues para llegar a ser Rey primero hay que ser príncipe (de su figura se apropió en la gala de los Grammy 2017, donde fue el encargado de homenajearle con una imitación-tributo de lo más convincente).
Ese es el truco de trilero para parecer clásico y contemporáneo al mismo tiempo. Ese es el talento de Peter Gene Hernandez (quien también destaca como bailarín aunque en eso sí está lejos de ya sabemos quien, quizás más cerca de Prince) para gustar a todos los públicos, llenar estadios y mantener vivo el eterno debate de la sucesión al trono del pop... Pero como él mismo sabe que descanbar a Michael Jackson es imposible, ha optado por comenzar su propio reinado. Parecido, pero en otros lugares, sin necesidad de batallas territoriales ni intrigas sucesorias.
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