Parecía que la guerra entre los taxistas y Cabify ya había tocado su tope y que, poco a poco, la situación iba a terminar por relajarse. Nada más lejos de la realidad. De hecho, la aplicación se ha abierto un frente que le va a costar cerrar al demandar a la portavoz de Podemos en el Congreso, Irene Montero, al fundador de la formación, Juan Carlos Monedero o el diputado Rafa Mayoral por atentar contra su derecho al honor al decir que tributan fuera de España.
El movimiento ha sido un importante error estratégico de la aplicación de transporte y una oportunidad para Podemos y el taxi. La formación, que no está en su mejor momento, gana foco mediático y se apunta a una batalla mediática y en las redes, donde se mueven como pez en el agua. Para el sector del taxi es un apoyo potente por la visibilidad que van a dar a una lucha que no cuenta con el favor de la opinión pública.
"Mis colegas no van a votar a Podemos", explica un taxista "de izquierdas, de los pocos que hay en Madrid", bromea el consultado. "Fíjate lo que ha pasado en Teletaxi: mis compañeros han votado a favor de llevar un uniforme", continúa. "En teoría dicen que es para diferenciarse de Uber y Cabify, pero se trata de una patraña de medida que lo que nos va a suponer que nos tengamos que comprar de nuestro bolsillo cuatro camisas y cuatro pantalones caros, además de prohibirnos llevar vaqueros cuando nos apetezca. ¿No es acaso la opción del traje algo antiguo y conservador?", se pregunta.
Un sector movilizado
El del taxi es un sector tremendamente movilizado y con facciones con fuerte carga ideológica. En esa fuerte organización tienen un papel decisivo las diferentes agrupaciones de taxistas, que tienen sobre todo base en Barcelona y Madrid.
Una de las más beligerantes es Elite Taxi, cuyo núcleo más potente está en Barcelona. A esta asociación le ha correspondido la tarea de organizar y dirigir las manifestaciones que han parado el centro de Madrid en varias ocasiones. Se la considera la más próxima a la formación morada.
También se encargan de la seguridad y del contacto con los medios de comunicación en estas concentraciones, donde los chalecos con los que visten a sus miembros están por todas partes. Ellos dicen cuándo hay que avanzar, cuándo y dónde se lanzan petardos y también se ocupan, no siempre con éxito, de que no haya ningún incidente con miembros de seguridad repartidos en la manifestación.
Una de sus máximas es la solidaridad entre sus miembros. De hecho, tienen una caja de resistencia que todos se encargan de llenar con dinero -casualmente en BBVA, uno de los bancos a los que más critican por su participación en el accionariado de Cabify- para sufragar gastos de defensa judicial o para ayudar a sus compañeros en problemas.
También se encargan de elaborar el mensaje que van a difundir de manera uniforme en manifestaciones y apariciones en medios de comunicación. Su figura pública principal es Alberto Álvarez, alias Tito, cuya presencia en redes sociales y medios es constante.
Es, además, uno de los encargados de atraer a Podemos, un partido con el que el grueso de taxistas no comulgaba. En la gran manifestación en Madrid de hace un año Pablo Iglesias se llevó un huevazo cuando intentó acercarse a la cabecera de la concentración. Lo que cambian las cosas en 12 meses.
División en el interior
Las palabras de Juan Carlos Monedero este viernes 22 de junio en el acto de conciliación de Cabify son un ejemplo de este cambio de actitud del sector hacia una formación sociológicamente ubicada en la izquierda radica. Jaleado por decenas de taxistas, el fundador de Podemos habló de "un intento de amedrentar por parte de gente acostumbrada a la manera de actuar en Estados Unidos, grandes bufetes de abogados presentando denuncias contra quienes critican a las multinacionales".
"Queríamos que nos retractásemos de nuestros comentarios sobre la evasión fiscal en paraísos, autónomos precarios... y les hemos dicho que no, que no nos retractamos", anunció Monedero, "que no vamos a regresar a ese feudalismo digital; defender al taxi es defender la soberanía de España". Una escena impensable hace solo cuatro años: cuando nació Podemos en mayo de 2014 varios de sus miembros en Bruselas -asesores, eurodiputados- tiraban de Uber y Cabify y dormían en Airbnb, si bien es cierto que el debate era entonces menos intenso.
La movilización del sector del taxi al que arrastra Élite Taxi, sin duda mucho más beligerante que el resto, no se alcanza en el resto de agrupaciones que se distribuyen a lo largo y ancho del país. De hecho, ninguna alcanza tal nivel de participación e iniciativas y eso es motivo de enfrentamiento, como mínimo verbal, a la hora de defender al sector.
Uno de los grandes objetivos de Élite Taxi es Fedetaxi, la Federación Española del Taxi, liderada por Miguel Ángel Leal. Según la propia Fedetaxi, agrupan al 60% de los taxistas españoles y cuentan con más de 40.000 licencias adheridas a su organización.
Sin embargo, Leal es uno de los enemigos públicos del sector. En diferentes concentraciones ha recibido abucheos e insultos cuando ha intentado tomar la palabra, pues se le ha acusado de defender a Cabify y Uber e incluso de torpedear negociaciones con Fomento y reuniones con la CNMC.
"No notamos una bajada de facturación con la presencia de Cabify y Uber", ha dicho alguna vez Leal. Declaraciones así chocan de manera directa con la habitual corriente de duras críticas a las dos aplicaciones de transporte.
La polémica siempre ha rodeado a Cabify, peor todavía no se había encontrado con un rival capaz de influir en el pensamiento de un número de personas tan grandes como lo hace Podemos. Ir de manera frontal contra figuras de primer nivel político como Irene Montero es jugar muy fuerte, por mucho que las acusaciones que hacen estén vacías de evidencias.
"Lo que tienen que hacer Podemos y los demás partidos es legislar para impedir que Cabify y el resto de VTC tributen en paraísos", destaca otro taxista, este más conservador. "Si ejercen en España que tributen en España. Ese sería el auténtico cambio con esto de la economía colaborativa". "Muchos taxistas no vamos a votar a Podemos aunque hoy coyunturalmente estemos cerca de ellos", reconoce el conductor. "Pero tampoco vamos a votar a Ciudadanos por sus titubeos con las VTC", objeta.
Una cosa es lidiar con el taxi cuando la opinión pública está de tu lado, y otra, mucho más difícil, es hacerlo contra una maquinaria mediática y social como la que es capaz de poner en marcha Podemos. La guerra en las calles, lejos de relajarse, se recrudece en un enfrentamiento que ahora podría trasladarse al Congreso.
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