Ha tenido que levantarse Ayuso, como después de haber limpiado ella misma de cristales, chicles, potas y serpentinas la Puerta del Sol, algo así como si Anne Igartiburu limpiara la Nochevieja todavía vestida de flamenca de televisor o del Whatsapp. Ha tenido Ayuso que dejar las cosas claras, escamondadas y condenadas, que al PP ya lo estaban acusando de ser tibio, complaciente y mirón con la violencia, sobre todo los que han sido antes complacientes, tibios y mirones con la violencia, que son los más escandalizados y los más cínicos. A Feijóo ni le gusta ni le conviene esa kale borroka de ultraderechistas con cabeza de huevo, mechero de yesca, garrote de tendero y bandera de mondadientes con bandera. Lo que pasa es que Feijóo siempre llega tarde a todo, llega tarde incluso a sí mismo, como esas sombras rezagadas de los dibujos animados.
Madrid se había ensuciado como un bar de franquistas y torreznos, que nos había salido de repente a la calle toda esa fauna que suele estar allí aparcada, entre el fútbol y la amargura, entre el anacronismo y el armario de las escobas, entre el desguace y la avería, como la máquina de tabaco. Madrid parecía aquella batalla de la plaza de Urquinaona, en pleno delirio indepe, que yo creo que las comparaciones no son con el Capitolio americano invadido por bisontes de agua y fans despistados de los Village People, sino con esa Cataluña que ardía en piedra, igual que una catedral, por orden de sus propios gobernantes e instituciones. La cosa en Madrid no estaba para estarse callado ni para ser ambiguo, pero es que Feijóo está permanentemente así, entre callado y ambiguo. Ése es el estado como de superposición cuántica que lo define sin determinarlo, hasta que al fin, más que decidirse, como se dice en física, Feijóo colapsa.
A Feijóo todas las decisiones, incluso las más evidentes, o sobre todo las más evidentes, le suponen una especie de cólico miserere
Feijóo es algo así como la simplicidad o el pragmatismo envueltos en desconcertante incertidumbre, como los misterios sin misterio de un bolsito femenino. A Feijóo todas las decisiones, incluso las más evidentes, o sobre todo las más evidentes, le suponen una especie de cólico miserere. Tras el largo cólico, a veces de varios días, noches o semanas que uno imagina que él pasa con orinal, cataplasma y crucifijo allí en el torreón gélido de Génova; tras el largo y punzante cólico, decía, Feijóo puede hablar sincera, creíble y pausadamente, pero todavía doblado y escocido. Y esto es suficiente para que los cobardes le endosen cobardía, los traidores le endosen traición, los violentos le endosen violencia, los golpistas le endosen un golpe, y los del árbol y las nueces le endosen las castañas madrileñas en su época y en su tizne, como en las columnas de esencia y tipografía carboneras de Mesonero Romanos.
A Feijóo sin duda no le gusta lo que está pasando, pero además no le conviene. Ahora ya no se habla de la amnistía sino de adoquines y descalabrados, de banderas en palos de fregona o en ases de bastos, de la derecha que ha estallado en su violencia visceral, como una violencia de garbanzada, y de los adjetivos, excusas y comparaciones con los que el PP trivializa, anima o disimula estas manifestaciones en manada por Ferraz o por todo Madrid (esos manifestantes deambulando por el centro, sin saber muy bien qué hacer ni dónde ir, como si los hubieran dejado sueltos por la cañada que aún es la capital, lo dicen todo). Por supuesto se centran en el PP porque de Vox no sólo se supone este numerito de borrachera de mesón, sino que la izquierda lo espera, lo desea. Es la ultraderecha que hay que pegarle como una póliza a este PP que, de otra forma, se quedaría en Feijóo criando o excretando lentamente alguna evidente sensatez entre el ataque de gota y la palangana Todo está alentado por el PP, por el propio Aznar incluso, le oí decir el otro día a Enric Juliana, preocupadísimo y asustadísimo, como si se mirara al espejo.
Feijóo podría haber estado más rápido y más despierto, pero entonces no sería Feijóo y estaríamos ahora buscando otro inquilino para ese torreón con rueca y reloj de cuco de Génova. La verdad es que a quien más conviene todo esto, incluso más que a Vox, que tampoco va a reclutar a mucho personal nuevo por esas Españas del altramuz, Cuelgamuros y la Recopa; a quien más conviene, sin duda, es a Sánchez. A Sánchez nos lo vamos a encontrar un día en los papeles y cuentas de Disenso o de alguno de los chiringuitos de Vox, ahí con un patronato, un mecenazgo, una subvención o al menos un premio con su nombre, como un Goya al facha más útil para el sanchismo.
Ayuso se levantó tempranera, como para encalar o vendimiar, para dejar Madrid limpio de fango ultra y virutas de bandera. Y no estuvo mal eso, que Feijóo ha tardado mucho en dejar claras su postura y su distancia con estos disturbios, él que hace una tortuosa digestión o un drama de tocadorcito con cada decisión, aunque yo creo que es una cosa del metabolismo o de la circulación. De todas formas da igual, que la culpa la va a seguir teniendo el PP, y hasta Aznar, que se le aparece a Juliana cuando duerme con gorro, como un fantasma del señor Scrooge, para mostrarle su pasado, su presente y su futuro de buen catalanista de buen paño, buena pela, mala lógica y mala memoria.
Madrugue Ayuso con el mocho o con Miguel Ángel Rodríguez, se aligere más o menos Feijóo en el gobierno de sus tripas y sus decisiones, la culpa la seguirá teniendo el PP, que la izquierda necesita culpar al fascismo pero nunca al de verdad. Fascismo eran aquellos ingenuos de Ciudadanos, con peluquín ilustrado o con la cara partida por indepes, es hasta Serrat si me apuran, y por supuesto lo será Feijóo por muy temprano que se levante. Se libran estos hooligans de calzoncillo blanco, golondrino en el sobaco y reyerta con la hucha del culo fuera, todos bajo el poder mefistofélico de Aznar. Y, claro, se libran los arios de Puigdemont y los socios de progreso cuyas calles y leyes quemadas son primorosas obras de arte y amor. En eso estábamos, en realidad, cuando llegaron los fascistas de carnaval para optar al Premio Sánchez al facha más conveniente.
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hace 1 año
PP y VOX la misma cosa son. Aguirre (lo hemos visto todos) alentaba a los suyos a cortar el trafico en las calles de acceso a Ferraz, la sede del PSOE. Ayuso, antes de ayer, cuestionaba la actuacion policial contra los ultras violentos, incluso la presencia de un helicotero que sobrevuela todas las grandes manifestaciones.
hace 1 año
Es una manipulación anunciada, 10.000 manifestantes de los que solamente un 3%, 300 son encapuchados, y no hay manera de evitarlos salvo que organicen un dispositivo para evitarlos, ¿quizás pedir a Marlaska que no los invite? Debe haber un error que nos confunde, pues un ministro en principio jamas se dedica a esas cosas en los países democráticos, ¿no?