Puede sonar a cliché, pero Madrid es, cada vez más, una de esas ciudades donde continuamente ocurre eso del "si pestañeas te lo pierdes". Su ritmo caótico y vertiginoso provoca que cualquier momento pueda convertirse de repente en el evento del año, o por lo menos eso nos parece hasta que pueda aparecer otro para sustituirlo.
Ayer era martes, un día de la semana algo insípido por mucho que a los Stones les diera por dedicarle una canción. Sin embargo, en la bajada de la madrileña Calle Arenal parecía viernes. Una larga cola se derramaba con impaciencia y expectación desde la entrada del Teatro Eslava, hasta la plaza de Ópera. La razón, el enésimo concierto del año de la mano de dos bandas referencia en el panorama nacional: Amaral y Carolina Durante. Y es que mientras el foco está puesto en Sevilla con los Grammy Latinos, en la capital siguen pasando cosas importantes.
Las entradas salieron a la venta por sorpresa el pasado 5 de octubre y literalmente volaron. A los 15 minutos ya se había colgado el sold out. Nadie quería perderse la inusual mezcla de dos bandas que se han hecho un nombre a base de buenas canciones y mejores directos. Amaral está viviendo una segunda juventud, reivindicando sus 25 años en la música, encabezando carteles de festivales y reinventándose a partir de una afianzada base de fans que ha crecido con sus canciones. Los Carolina Durante vienen de una gira de año y medio tras la publicación de su segundo álbum de estudio, 'Cuatro Chavales' (Sonido Muchacho, 2022), con el que han conquistado salas y festivales a uno y otro lado del charco, sesión en KEXP incluida.

La excusa para este cruce intergeneracional ha sido la celebración de los 10 años de programación de Cómplices Vibra Mahou. Una iniciativa concebida para la fusión de ideas, géneros y públicos, tal y como se vivió anoche en la antigua Joy Eslava.
Con el periodista musical Arturo Paniagua como maestro de ceremonias, dio comienzo este concierto a modo de guerra de bandas en la que los primeros en golpear fueron los más novatos. Los Carolina empezaron, como llevan haciéndolo desde que empezaron a girar, con ese grito desesperado que es Aaaaaa#%!& y siguieron tocando a una velocidad ramoniana, como si fueran a contrarreloj contra sí mismos para meter el máximo de canciones en el mínimo de tiempo. Estos cuatro chavales son pura vehemencia enérgica y rabiosa. Provocadores de pogos, gritos y saltos, sus letras reflejan frustración, ironía y ansiedad; himnos juveniles con los que se han ganado a pulso el manido pero igualmente cierto sobrenombre de banda generacional.

El setlist tuvo un regusto nostálgico gracias al protagonismo de los temas más clásicos del grupo como Necromántico, La noche de los muertos o Las canciones de Juanita; momento en que el cantante, Diego Ibáñez, acabó derramando alguna lágrima mientras el público coreaba aquello de no sonamos mal, sonamos mejor que ayer, en lo que se pudo entender como el cierre de una etapa en la que estos cuatro chavales han pasado de ser otra banda más de guitarras, a convertirse en iconos de un renacimiento rock en la escena indie española.

Justo en ese momento aparecieron Amaral y los seis tocaron juntos Joder, no sé y Sin ti no soy nada, en un emotivo dueto entre Diego y Eva que quedará para el recuerdo de un público en plena comunión con lo que ocurría sobre el escenario, antes de cederle el protagonismo a los maños.
Amaral también es pura energía, pero no tienen ni la agresividad ni el nervio de los anteriores, se trata de algo más equilibrado. Son auténticos profesionales de la música de estadio donde las melodías tienen algo de épico y motivador, y el apasionado chorro de voz de Eva Amaral es capaz de traspasar las costillas de los asistentes. Los de Zaragoza tiraron de amplitud de repertorio para recorrer sus diferentes etapas, desde las contestatarias Revolución o Salta, hasta los más poéticos estribillos de Mares igual que tú o Hacia lo salvaje; sin dejarse clásicos como El universo sobre mí, donde Eva, acústica en mano entonó aquella poderosa estrofa: "Como un náufrago en el mar, quiero encontrar mi sitio, solo encontrar mi sitio".
Después de 25 años en la música, su sitio está más que claro, y parece que el de sus acompañantes también, con quienes clausuraron este concierto único cantando juntos ese himno a la amistad que es Marta, Sebas, Guille y los demás. Dos grupos cuyas trayectorias se han cruzado en un momento decisivo para sus carreras. Una fiesta compartida por dos bandas en estado de gracia, en lo que ha podido ser uno de los eventos del año para los amantes de la música en la capital, o por lo menos así lo será hasta que podamos vivir el siguiente.
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