Angela Merkel, hasta ahora la gran superviviente de la política europea, tiene al peor de los enemigos en casa. Después de 11 horas de intenso debate en el seno de la cúpula de la Unión Social Cristiana (CSU), su presidente y ministro del Interior en el gobierno federal, Horst Seehofer, anunció que está dispuesto a renunciar de sus cargos, si acaba sin acuerdo la reunión que hoy lunes mantendrá con la canciller en Berlín. Seehofer y Merkel han chocado por sus discrepancias sobre política migratoria.
La Unión (CDU y CSU) vive su peor crisis en 70 años y el gobierno federal se tambalea. Ahora todo depende de ese crucial encuentro. Pasadas las dos de la manaña en Múnich, el líder bávaro reconocía que había puesto su dimisión sobre la mesa pero que, tras intensas conversaciones con sus correligionarios de la CSU, habían decidido volver a conversar con Merkel.
"Mantendremos una conversación con la CDU, con la esperanza de que logremos entendernos. Lo hacemos con el objetivo de facilitar la continuidad de la coalición y del gobierno federal", anunció Seehofer. De esta manera, el titular del Interior deja en suspenso su dimisión.
En este larguísimo cónclave en Múnich el líder bávaro habría presentado a los dirigentes socialcristianos tres opciones: aceptar los planteamientos de Merkel sobre inmigración, oponerse y desafiar a la canciller con el riesgo claro de ruptura de la Unión y de la coalición, o bien dimitir y que su grupo aceptara la renuncia. Sus compañeros de filas ofrecieron resistencia. Finalmente, concluyeron con lanzar la pelota a Merkel, que hoy se reúne de nuevo con la CDU.
El bávaro Horst Seehofer, titular de Interior, Construcción y Patria, argumentó que considera insuficiente el acuerdo migratorio de mínimos logrado en la última cumbre del Consejo Europeo y que no podía hacerse responsable de esa política. Seehofer, presidente de la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera, partido hermano de la CDU que lidera Merkel, había lanzado días atrás un reto a la canciller al amenazar con reinstaurar los controles fronterizos y devolver de inmediato a quienes hayan entrado antes en otros países. Merkel defiende que se coordinen las políticas migratorias y no se adopten medidas unilaterales.
Para el líder bávaro lo que propone la canciller es ineficaz y solo ayudaría a que entraran en Alemania más refugiados. Es la única medida de la agenda sobre inmigración y asilo, de 63 puntos, a la que puso pegas Merkel. Prometió que lograría avances en la cita de los Veintiocho, pero a Seehofer le parecen insuficientes. Es algo más que un debate sobre inmigración.
Es una lucha de poder entre quien cree aún en el liberalismo y en quien se ha echado en brazos del nacionalismo y el proteccionismo. Es una batalla fratricida, que nos hace llegar a lo nunca visto, la más pura irracionalidad. "Está en juego mi credibilidad como líder", se justificaba el líder bávaro.
"Tenemos una responsabilidad con nuestro país", había declarado Merkel en una entrevista emitida el domingo en el programa Berlin direkt de la ZDF alemana. Defendió su interés en seguir trabajando con la CSU en el gobierno. Aseguró que comparte con Seehofer la idea de que es necesario reducir la inmigración hacia Europa. Pero la canciller quiere hacerlo de forma coordinada con los socios europeos. "El tema migratorio puede dividir a Europa... Y cuando algo es importante, hay que luchar por ello", añadió.
En el cónclave de la CDU en Berlín Merkel obtuvo un claro respaldo. "Si no defendemos este acuerdo, no podría volver a mirar a los ojos a nuestros socios europeos", señaló en la reunión, que estuvo en todo momento pendiente de las noticias que provenían de Múnich.
Kanzlerin #Merkel im ZDF-Sommerinterview u.a. zum Thema Migration in Europa - heute um 19.10 Uhr im @ZDF #berlindirekt https://t.co/6fWkZyyLlX pic.twitter.com/34n75yLyIA
— Steffen Seibert (@RegSprecher) July 1, 2018
En la misma línea, el ministro de Economía, Peter Altmeier, se refería a que estaba en juego "el prestigio del país y la capacidad de gobernar", según Spiegel Online. Altmeier acudió el domingo a la cumbre de la CDU, en la que se ha reclamado sentido común a los hermanos socialcristianos.
La última portada de este semanario refleja muy bien cómo están los ánimos en la República Federal. Muestra la bandera alemana con los colores desdibujados y la frase "érase una vez un país fuerte...". Hay quienes vinculan la derrota de la selección alemana, que ni siquiera llegó a octavos en Rusia, con la crisis a la que hace frente la canciller.
En Bruselas, la canciller logró, con el respaldo del presidente Macron y del español Pedro Sánchez, que los Veintiocho llegaran a un acuerdo de mínimos y basado en el voluntarismo, pero que suponía un primer paso para establecer centros donde se acogiera a los refugiados bajo responsabilidad europea en los países que se ofrecieran a colaborar en esta tarea.
También habría una redistribución voluntaria. Asimismo se plantea la creación de plataformas en países africanos, con los que se alcanzaran compromisos. La Italia del ultranacionalista Matteo Salvini consideró un éxito que por fin se considerara la protección de fronteras como un problema europeo, no solo italiano. Contará para este propósito con la presidencia austriaca de la UE, que arranca el domingo, muy centrada en proteger las fronteras comunitarias.
Lo más importante para Merkel es que habría alcanzado acuerdos bilaterales con 14 países, entre ellos España, agilizar las devoluciones de peticionarios de asilo que se hubiesen registrado en estos países antes de llegar a Alemania.
Sin embargo, Hungría, República Checa y Polonia, incluidos en esa lista de 14 naciones, aseguraron que su política sobre refugiados no había cambiado. Merkel reconoce que necesita tiempo, durante el mes de julio, para concretar estos pactos. Para Horst Seehofer es más efectiva su propuesta de cerrar fronteras y comenzar de inmediato las expulsiones.
Merkel, pese a este desmarque, parecía estar esperanzada de poder convencer a Seehofer para seguir adelante sobre estas bases. Incluso el primer ministro bávaro, Markus Söder, reconoció que se había conseguido "más de lo que se esperaba" y que "la CSU había presionado mucho".
Después de una victoria escasa en septiembre de 2017, la Unión (CDU y CSU) logró un pacto in extremis con los socialdemócratas (SPD), que ahora lidera Andrea Nahles, en marzo de 2018. Nunca antes se había tardado tanto en formar gobierno y fue decisiva la intervención del presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, para evitar nuevas elecciones. La CSU cuenta con tres ministerios en el Gobierno federal. Añadió la alusión a "la Patria" (Heimat) en la denominación del Ministerio que encabeza Seehofer. Apenas llevan cien días en el poder.
Steinmeier llamó entonces a la responsabilidad de Estado del SPD, su partido. Es ahora la CSU la que ha emprendido esta batalla fratricida, que puede desembocar en una moción de confianza a la canciller, otra coalición y la ruptura de esta alianza de partidos.
Merkel y Seehofer, titular de Interior, Construcción y Patria, se reunieron el sábado en la antesala del encuentro que han mantenido los dirigentes de la CSU y de la CDU por separado este domingo. La química no funciona entre los dos líderes. A Seehofer le poner nervioso el tesón de la canciller y para Merkel el líder bávaro se mueve por impulsos y no por el peso de la razón.
Primero se filtraron buenas sensaciones sobre el acuerdo migratorio, y algunos líderes socialcristianos, como Manfred Weber, dijeron que se había llegado tan lejos gracias a la presión de su formación. Sin embargo, pocas horas después se supo que Seehofer no estaba conforme, considera inútil su conversación con la canciller y el acuerdo como papel mojado.
En 2015 Alemania recibió más de un millón de refugiados y Merkel defendió entonces abrir las fronteras a quienes huían de la guerra de Siria. "Lo conseguiremos", fue su conocida frase. Los nacionalistas y populistas de la Alternativa por Alemania han construido una narrativa sobre la presión migratoria que ha atraído a muchos alemanes que ven a Merkel demasiado escorada al centro. En 2017 las solicitudes de asilo fueron algo más de 220.000, es decir, la presión se ha rebajado sustancialmente.
La canciller ha insistido este fin de semana que "está mucho en juego". Así es. Seehofer tiene la vista puesta en las elecciones del 14 de octubre en Baviera, donde puede perder su histórica y eterna mayoría debido a la presión de la ultraderechista Alternativa para Alemania.
En su congreso de este fin de semana AfD calificó de "puro humo" el acuerdo migratorio de la UE. En el Parlamento federal AfD ya cuenta con más de 90 diputados y es la principal fuerza de la oposición. Los sondeos le atribuyen en Baviera un 16% de los votos y a la CSU un 31%.
La CSU juega con fuego al desafiar a Merkel. Por lograr salvar la mayoría en Baviera pone en juego la estabilidad del gobierno federal. Sin embargo, la jugada es peligrosa porque Merkel es popular en Baviera y si la CDU se presentara por su cuenta restaría muchos votos a la CSU. A Seehofer le mueve su animadversión personal a Merkel. "No puedo más con esta señora", habría dicho en una reunión interna, según filtró Bild recientemente.
Conocedores de la afición a la ópera de Merkel, especialmente a Wagner, los comentarista alemanes aseguraban que Seehofer no iba a aceptar nada de lo que le ofreciera la canciller. "Pasa por el momento Wotan. Solo quiere una cosa y es el final", comentaban en la prensa alemana. Solo uno de los dos quedará, como en la obra de Wagner.
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